Martín ya había llegado al recibidor. Caminó por el pequeño pasillo y se alcanzó a ver la opaca luz que ingresaba por la puerta de vidrio. Tenía algo en el pecho, un sentimiento de miedo que lo consumía, como si esperaba algo tan aterrador que su alma y su mente enloquecerían un en una danza macabra.
Caminó con pasos inseguros, tragó saliva y no entendía la razón de estar así. El silencio ya le parecía incómodo, y decidió llamar a David.
— Señor David — exclamó.
No recibió respuesta, solo el siseo del aire que se encontraba atrapado en el lugar.
— Señor David, ¿está allí? —volvió a llamar.
De nuevo recibió la respuesta de la quietud.
Aún no había llegado a la sala de espera, pero sabía que allí le esperaba lo peor. ¿Qué estaba sucediendo? Decidió apretar un poco más el paso y atravesó el pasillo con rapidez, percibía sombras... sombras que pasaban por sus costados y respiros lentos... sin embargo él no podía creerse tal cosa, solo era una alucinación, un juego que su mente le estaba haciendo, y su subconsciente lo disfrutaba...
Si, ese era el morbo y el miedo trabajando juntos en una mecánica de horror, su cuerpo lo percibe, su misma persona, y eso no es agradable, pero inconscientemente le gustaba, le excitaba. Las paredes parecían perder ese lustroso blanco, y aquello resaltaba tanto como a la vez confundía, ya que todo el edificio estaba en completa oscuridad, y aun así las paredes brillaban como si gozaran de una luz creada por ellas mismas
Pero ahora, el blanco se perdía, era gris, como el color de las películas antiguas a blanco y negro. La espalda le dolía más, sentía una punzada tan fuerte que tenía el deseo de descargarse la mochila. Sin embargo no podía, su cuerpo funcionaba a la primera orden, la cual era llegar de una vez al recibidor y verificar si el señor David se encontraba, o en el peor de los casos, si se encontraba bien.
Siguió. Faltaba poco para llegar a la esquina y girar, la pintura que estaba colgada en la pared de enfrente le dio escalofríos. De hecho era muy oscura, un grupo de personas encapuchadas y con túnicas largas, formando un círculo, y en medio, una camilla. Se veía el cuerpo de algún niño o niña completamente quemado y rodeado de velas. Y lo demás, solo era un cuarto lleno de negrura.
Entonces oyó, como el disparo de una pistola, un golpe en la puerta de uno de los cuartos. Martín se volvió y buscó el origen del sonido. Su mirada se movía de un lado a otro, los nervios se convirtieron en gotas frías que bajaron de su nuca hacia el cuello, y su espalda estaba húmeda.
— Señor... David… —habló, esperando alguna respuesta.
Se quedó quieto mirando a cada puerta. Y entonces, otro golpe lo sorprendió pero esta vez a su lado. Giró su cabeza y ahogó el grito que salió de su boca. Permaneció viendo la puerta, hasta que estiró la mano para posarla sobre la manija.
— No haga eso —habló alguien.
Martín gritó esta vez, y regresó de nuevo hacia el cuadro, solo que esta vez David se encontraba parado frente a él, ocultando la tenebrosa imagen.
— No lo haga...
Martín reaccionó, su garganta estaba seca así que obligo a su lengua contraerse en el interior y generar saliva.
—Señor David... oh santo cielo estuve buscándolo por tod... —cayó, dándose cuenta del detalle.
David se agarraba la mano izquierda, y de esta salía sangre que manchaba toda su manga. Había rastros en su vientre y en su pecho, y daba el aspecto de una camisa floreada.
— Oh dios, Señor David que sucedió.
— No debiste volver...
— ¿Qué?-inquirió sorprendido.
Las palabras atravesaron su memoria como una flecha lanzada con fuerza, su padre en ese puente, su padre en el pasado... su madre...
— A qué se refiere... —contestó Martín.
Estaba débil, muy débil. Su cuerpo temblaba, y el dolor en la espalda se convirtió en algo insoportable.
— A lo que usted debe saber...Martín.
— No sé de qué...
— Por tu padre es que estamos en este infierno.
— Mi... ¿Mi padre?
— Si, fue un traidor, pero era bueno.
Martín cerró la boca... su padre, ser un traidor. Pero traidor de qué.
— ¿Mi padre fue un traidor?
— Oh —se quejó de dolor, —Tu padre pertenencia a la secta principal del pueblo, ellos manejan y manejaban todo lo que sucedía en este lugar. Solo que...al tocar sacarificar algo de su parte... no lo hizo. Querían que asesinara a uno de su hijo, y tú tenías que ser entregado al Dios de este pueblo... un demonio venido del espacio al cual le rinde homenaje. Tú, ¿conoces al Dios Samael?
— No...
Martín ya había escuchado suficiente... ahora entendía por qué no quería que regresara a este lugar.
— Pero no te preocupes hijo, no fue una mala persona —dijo con un rictus muy doloroso y apretando la mano- conozco a tu padre, es un hombre increíble, daría la vida por ti... y lo hizo. Es perseguido por los demás miembros de la secta... y te lo advirtió... por nada del mundo debías volver. Ahora que te tienen a ti, te buscarán y cuando se encuentren te llevaran con Él y tomará forma humana en tu cuerpo.