Merfil

19.

Escuchaba a los lejos varias voces, la oscuridad en su mente lo había anegado por completo situándolo en un desconocido y recóndito paisaje. La voz de una mujer hablaba a lo lejos, pero esta tenía sonidos muy extraños. Podía hablar como una persona humana normal, pero en la vitalidad de su voz, en el tono, en todo tenía algo muy extraño, algo no natural como si estuviera muerta desde hace mucho.

En su mente sentía que su cuerpo reposaba sobre una lápida, y sentía el frio del concreto en su piel. Abrió los ojos. El pastizal se movía de un lado a otro, empujado por el aire que corría, pero con un olor a muerte. Se apoyó con las palmas de las manos, giró y se sentó sobre la tumba. Se tocó el brazo y se percató que ya no tenía herida alguna. Miró a su alrededor, y solo veía tumbas puestas en distintos lugares.

—Veo que ya despertaste... aunque eres consciente que esto es un sueño. ¿No es así?

Martín buscó el origen de aquella voz... muerta y sutilmente femenina. Miró en varias direcciones, y al voltearse, detrás de la lápida yacía parada la mujer, colocando sus frías y cadavéricas manos sobre la losa. Una mujer que parecía muy vieja pero a la vez demasiada joven. Sus ojos se hallaban dentro de cuencas hundidas y oscuras. Sus labios eran muy delgados y arrugados, pero eran tenían una tonalidad rojiza.

—Si... ¿Quién eres tú?

La mujer se movió, pasando por un lado y posicionándose delante de él.

-Eso no importa, tú eres el hijo del hombre que traicionó a su linaje... ahora has vuelto y tendrás la dicha de ser el nuevo individuo que le de forma al Nuevo Dios.

—¡¿Qué?!

—Si, estas destinado a serlo, porque él te eligió a ti.

—Elegirme a mí, de que está hablando...

—Ahora no lo entiendes. Lo entenderás muy pronto. Llegaste aquí, a la cuna de los desdichados y desgraciados. Y las respuestas a todas tus dudas serán respondidas.

Martín se incorporó, y se puso frente a ella.

—Yo no seré nada de lo que tú me dices.

—Es algo que tú no decides.

Es entonces que, de entre la espesura de la niebla, algo se movió. Una sombra oscura que se deslizó y empezó a crecer a lo lejos, apareció de la nada. El cielo de aquel lugar comenzó a oscurecerse, y el rugido de algo desconocido se oyó desde todos lados.

La mujer cerró los ojos, como si en aquella tormentosa escena encontraba una paz única. El viento aumentaba su velocidad, y todo se agitaba con violencia. La sombra comenzó a acercarse, y parecía ser un humano gigantesco.

Martín tuvo que entrecerrar los ojos para mirar más allá de unos cuantos metros. Detrás de aquella mujer que permanecía parada con los ojos cerrados, y mostrando una sonrisa que le dio un tipo de repugnancia a Martín, ya que la forma de los labios estirados tenía un aire muy grotesco, la sombra seguía creciendo, amenazando con alcanzarlos en cualquier momento.

Levantó la mirada, y advirtió que unas nubes muy oscuras se juntaban y generaban relámpagos blancos. Martín empezó a sentir el cuerpo muy pesado, y los párpados se cerraban con lentitud. La esencia de las nubes se concentró por un momento en el medio, y luego se extendía por los alrededores para luego bajar a la superficie.

La criatura seguía detrás de la mujer, pero ya no se movía. Y las nubes negras ya comenzaban a tapar gran parte del cementerio, Martín cayó de rodillas, y lo último logró ver fue una parte de aquella monstruosidad. En realidad no era un gigante humano, sino un cuerpo gigantesco sin piernas, pero con dos brazos muy largos, con los cuales podía trasladarse.

Solo aquel brillo... un brillo rojizo entre la oscuridad le dio un miedo bastante grande. Un brillo que se apagó, u volvió a encenderse como un faro. Cerró por última vez los ojos y nuevamente cayó sobre el suelo.



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En el texto hay: horror, horror cosmico, mostruos

Editado: 10.10.2020

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