Merfil

20.

«Hijo...»

 

Sintió una gota húmeda bajar desde la comisura de la boca y quedar en el mentón. Abrió los ojos levantándose al instante. Todo se quedó borroso por un instante, un dolor punzante atravesó su cabeza, puso su mano en el lugar adolorido y arrugó el rostro mostrando mucho dolor.

¿Acaso lo ocurrido en la mañana fue real?, no podía ser, esas cosas que aparecieron en el oscuro cuarto no debían ser reales. Sin embargo el dolor en todo su cuerpo le decía todo lo contrario. Samuel había corrido peligro... y David... su mano completamente destrozada...

—No...— gimió.

Cuando la vista se le iba aclarando y el dolor se amortiguaba, quitó su mano y revisó su alrededor con la mirada. Había mesas, sillas y dos grandes ventanas, estaba dentro de uno de los restaurantes de la calle. Él estaba sentado en el suelo. Se paró, con las piernas adormecidas, lo cual lo obligó a apoyarse sobre una de las sillas que estaba separada de su respectiva mesa. Su abrigo estaba a medio quitarse, ya que la manga del brazo derecho colgaba en su espalda, y recordó la herida que se había hecho en su brazo. Al verse, comprobó que la herida seguía ahí, pero vendada.

El hormigueo de las piernas despareció, y se arregló el abrigo.

—Vaya, por fin despertaste.

Martín giró, y vio a David... pero el detalle que lo aterró era ver que su mano izquierda ya no estaba en su lugar, Solo veía el vendaje presionando su brazo amputado.

—Dios... señor David su...—habló con horror.

—Si... la perdí.- comentó, saliendo de la cocina y caminando hacia Martín.—O era morirme desangrado o vivir sin mi ayudante zurda... preferí lo segundo. Además, tengo una vida desgraciada, pero aun no quiero morirme.

—Vaya, que valiente...- agregó Martín.

—Sí, sé que en el hotel decía todo lo contrario, pero esa ha sido mi reacción desde siempre a estos tipos de casos.- dijo David.

Cuando llegó frente a Martín, le ofreció un pequeño paquete de galletas.

—Come esto por mientras... Liz está preparando el desayuno.

—¿Liz?

—Oh... la camarera que conociste anoche. Nos salvó.

 

Entonces Martín evocó la voz de su padre, subiendo por las escaleras.

—Oí a mi padre... antes de desmayarme...

—¿Enserio? No hallamos a nadie más. Estabas solo tirado en el suelo.

David se sentó en una silla para poder conversar con Martín.

—Tráete una silla y siéntate.

—¿Samuel?, dónde está...

—Está en la cocina ayudando a Liz, se llevan muy bien.

La preocupación de Martín había desaparecido, pero no del todo. Con solo saber que Samuel se hallaba bien era suficiente para por fin sentarse a conversar. Tomó la misma silla en la cual se apoyó y se sentó.

—Debo decirte un par de cosas...

—No, tienes que explicarme que está sucediendo aquí.... por qué- dijo señalando hacia la ventana, dirigiéndose a la espesa niebla con pequeños y luminosos puntos- eso está allí. Y también, que sabes sobre mi padre.

—Es eso de lo que tengo que hablarte. Pero necesito que abras tu mente para lo que te voy a decir...

—Después de lo que pasó... no creo que algo pueda sorprenderme más- dijo Martín. Sintiendo otra fuerte punzada en su cabeza.

Miró hacia los ojos de David y preguntó.- También quiero que me expliques que era esa criatura... y como supiste que había algo...

—No comas ansias hijo, tal vez escuches cosas que no quisiste haber escuchado.

—Bueno, desde el comienzo.

David acomodó su brazo sin mano, mientras que con la derecha buscó algo en su bolsillo y sacó un cigarrillo. Lo encendió con la única mano que tenía y empezó.



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En el texto hay: horror, horror cosmico, mostruos

Editado: 10.10.2020

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