Merfil

01.

La estadía de Martín en Lifondiu era muy buena, con un buen trabajo en el periódico local de San José, una buena vida en un departamento de muy buena clase era más que suficiente para poder vivir.

No era millonario, pero podía darse algunos lujos que en un principio no pudo darse al pisar por primera vez Lifondiu.

La ciudad principal de Barckross era muy comercial, además que estaba llena de gigantescos edificios, habitantes con la hora medida que caminaban apresurados por las grandes y extensas avenidas. Cuando partió de su tierra natal, tenía miedo. Nunca había estado en una ciudad como aquella, con tanta modernidad, ni cuando era pequeño. Siempre iban de viaje, con su familia, a pueblos cercanos, aparte que, nunca conoció lo que era la playa. Pero todo empeoró a los ocho años. Desde esa época nunca más salió fuera de Merfil, hasta que cumplió los 24 años.

Terminó de estudiar en la universidad de su pueblo. Siempre creía que era una dicha tener una universidad en donde vivía. Y no era cualquier universidad, era una de las mejores a nivel nacional. En San José existían varias universidades de alta categoría, y muy pocas se encontraban en lugares no muy conocidos. Sin embargo, Merfil tampoco era un Pueblito pequeño. Era lo que se llamaba una mini ciudad, oculto dentro de bosques sombríos y frondosos, además de estar rodeado de montañas. Así que, era una dicha y a la vez una maldición haber vivido en Merfil.

Su carrera era Ciencias de la Comunicación, y al no encontrar trabajo, su padre le dio la posibilidad de irse. Pero le dijo una cosa, «No quiero que vuelvas, nunca, por favor hijo» y le besó en la frente. Aquellas palabras crearon en él un sentimiento de tristeza y miedo, pero aceptó.

Por fin saldría al exterior, tal vez en un tiempo lograría ir a America, o tal vez a Europa, exagerando las posibilidades. Pero por mientras era encontrar trabajo y valerse por sí mismo.

Llegó con su mochila y su título, nada más que eso. No tenía familiares o conocidos, así que estuvo un buen tiempo con varias dificultades.

Pasó semanas enviando solicitudes a empresas televisivas y a diarios nacionales. Mientras tanto, trabajaba como cargador en una empresa de bebidas y refrescos. Una mujer que laboraba con él se enteró de su situación, y de buena manera, se le acercó una mañana, mientras ordenaban cajas en el deposito principal. «Me enteré que buscas donde quedarte a dormir» le dijo a Martín, él asintió con una amable sonrisa. Antes de eso, se hospedaba en un viejo departamento que a veces se quedaba sin agua o sin luz. Esta mujer le contó de una prima, la cual estaba alquilando un pequeño departamento a un buen precio, le dio la dirección y le deseó suerte.

Al día siguiente fue a la dirección que le dio, y una mujer mayor le abrió la puerta. Conversaron sobre el departamento, y al final llegaron a un acuerdo.

Tres semanas pasaron, y cuando revisaba su correo en un cibercafé, se topó con la solicitud del diario S.J. (San José), quienes buscaban a un empleado para una sección especial para su periódico. Sin pensarlo dos veces, se presentó, y milagrosamente le dieron el trabajo. Tuvo que renunciar a su antiguo empleo, el cual le aceptaron sin problemas. Sus compañeros organizaron una pequeña fiesta, donde todos le demostraron el gran cariño que sentían por el al ser una persona honrada, humilde y muy amable. Le escribieron una canción, cambiando partes de la letra y añadiendo su nombre... aquel día Martín lloró como lo había hecho de niño... lloró, como lo hizo al recibir el último abrazo de su madre...

Su compañeros se dieron cuenta de ello, y el más bromista (quien ya daba muestras de estar ebrio) le sacó varias sonrisas.

 

Pasaron cuatro años, logró mudarse a un departamento mejor, la paga era buena puesto que aquel diario se vendía muy bien. Hasta ese momento, paso su vida solo. Se preguntaba si algún día encontraría la mujer perfecta para él, o si llegaría a tener un hijo. Pero por mientras, estaba muy dedicado a su trabajo.

El sentimiento de soledad, mezclado con algún tipo de nostalgia empezaron a invadirlo. Empezó a tener sueños recurrentes con su madre y su padre. Los veía sufrir, llorar... veía el último día de vida de su madre, en un gran charco de sangre... y le pedía auxilio... le pedía que regresara a Merfil a salvarla...

Despertaba siempre a media noche, con ese sabor amargo y ácido de las saliva.

Todo se volvió repetitivo, daba lo mejor de si en su trabajo, pero se dieron cuenta de su cansancio y decidieron darle una semana de vacaciones.

— Yo no puedo acepta.... — habló Martín de forma entrecortada.

Lo habían llamado a que hablara con el jefe, o como le decían, Don Juan. Estaban en su despacho, y Martín yacía sentado frente a él.

— Cállese y vaya a descansar por favor. — habló el encargado. — Diga lo que diga no cambiaré de decisión.

Entonces se quitó los lentes y los colocó sobre el escritorio. Posó su vista vieja y apagada sobre Martín.

— Hijo, tu desempeño es muy bueno, y eso es indiscutible. Pero estos últimos días te he visto muy agotado. Necesitas descansar, he dicho y punto, se acabó.

Martín apretó los labios.

— Esta bien Don. Juan...

— Okey... ahora lárguese, no quiero verlo hasta dentro de una semana. — Habló con un sarcasmo típico en su persona.

Martín agradeció y se levantó, caminó hacia la puerta cuando su Jefe volvió a hablar.

— Y no regrese a Merfil.

Aquello dejó un poco sorprendido a Martín y antes de girar la perilla se volvió.

— ¿Disculpe?

— Que no quiero verlo hasta la próxima semana. ¿Todo bien Martin?

— Si.. sólo estoy cansado.

Abrió la puerta y salió... con las palabras de su padre en su mente.

 

Ni bien regresó a su hogar, decidió volver a Merfil sin hacer caso de aquella advertencia que le hizo su padre. Que podría pasar, además, solo iría unos días.



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En el texto hay: horror, horror cosmico, mostruos

Editado: 10.10.2020

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