El señor dijo a sus labradores, no corten la cizaña porque no vaya a ser que por arrancar la cizaña se vaya a perder el trigo; dejen que crezcan juntos hasta que llegue el tiempo de la cosecha; entonces separaré el trigo a mi derecha para llevarla al granero y la cizaña al otro lado para ser quemada.
Verán que los hombres se desarrollan unos como cizaña y otros como trigo. La cizaña no tiene fruto servible o comestible, pero el plantío de trigo da los granos tan apreciados por el dueño de la viña. El sembrador no solo siembra también riega y cultiva el campo entero para que den abundante fruto. Todos queremos ser el trigo y lo somos, pero existe la cizaña.
El enemigo sembró la cizaña, es la voluntad de Dios el que ambos crezcan en el campo y se desarrollen juntos hasta que den fruto.
Al estar creciendo juntos no cabe duda de que todos en el sembrío entero se benefician enteramente de los cuidados del labrador.
La verdad es que al convivir o al crecer juntos se hace imposible no tener influencia uno del otro, esta lucha va a existir hasta el tiempo de la cosecha. En todo, el señor dueño del campo y quienes están a su cargo dan los cuidados necesarios su terreno de sembrío.
Pues verán el hombre no contiene enteramente el trigo como tampoco contiene enteramente la cizaña. Es la gracia de Dios actuando para que el trigo permanezca y dé fruto a su tiempo. Llegará la cosecha y en la cosecha lo que diferenciará a uno del otro serán los frutos, los frutos de la vida del hombre determinará el aprecio completo del señor.
No va a ser la planta del trigo porque ciertamente el plantío habrá perecido. Los que confían en Dios pese a tener algo de cizaña darán fruto. Confíen en sus frutos, sean estos sus hijos, sus discípulos, quienes los siguen, en lo que producen porque ellos darán a conocer de ustedes, estos frutos hablarán de su vida con o sin palabras.
Pero verán que en todo están los cuidados del labrador y Él tiene personas que lo ayudan no deja de regar nuestros más grandes anhelos, nos cultiva para que nuestras hojas fortalezcan, mueve la tierra y abona para que rebosemos, en nuestra planta, los frutos que el Señor anhela. Envía la lluvia, nos brinda los rayos del sol. Eso que hace Dios en nosotros es lo que expresa esta gran parábola que nos la dio a entender el hijo de Dios, Jesús.
Todo el ciclo de nuestra vida está bajo el amparo de Dios aun teniendo parte de esta cizaña que el enemigo sembró en el campo del dueño de la viña.
«¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo Dios.»
Jesús claramente mencionó que Dios no nos juzga, Él no vino para condenarnos, sino que, todo hombre que en Él crea no perezca mas tenga vida eterna.
No neguemos tener la cizaña en el campo junto o dentro nuestro porque el mismo está mencionándolo al ser un hombre como nosotros, pero no duden que los frutos serán los que nos definan en los tiempos del fin.
El señor de aquel lugar se admiró de la sagacidad de su administrador deshonesto que se mostró más bondadoso con los deudores por el buen trato de él y con más astucia de quienes tenían consigo la luz.
Tenemos el espíritu similar al de nuestro Creador, el Espíritu Santo nos fue entregado a los 50 días de resucitar, Jesús, de la muerte en la cruz que se le dio.
El enemigo no está en nuestros hermanos, el enemigo es el que sembró la cizaña en el campo y es de nosotros saber que no es de carne y sangre. Son gobiernos, potestades, principados que se han venido erigiendo en este mundo lleno de dolor y angustia.
Verán que el administrador deshonesto actúa consecuentemente a la disposición de su señor; no opone resistencia por la decisión que le comunica. Allí toma medidas en cuanto a sus hermanos, no erige una cláusula para protegerse ante su despido, o no dispone hacer una ley para que algo así no vaya a ocurrir por personas que, como él, hayan caído. Ciertamente, reconoce haber obrado mal y toma medidas estando aún bajo el cargo que le había confiado su señor.
La forma de actuar del administrador deshonesto es elogiada por su señor en cuanto al trato que hizo con sus semejantes para caer en gracia de quienes puedan tomarlo a trabajar en adelante.
Verán que las leyes de este mundo, así también las instituciones que las formulan parecieran disponerlas en favor de los hombres, pero de ellas no se ve actuar a hombre alguno, no se ve a los hombres que las hacen cumpliéndolas o simplemente las leyes cobran vida para erigirse como que dan una paz aparente, pero que finalmente termina oprimiendo a los hombres a un destino de condenación.
Somos los hombres con el Espíritu de Dios que debemos de disponer o dominar la opresión de estas normas porque allí está enmarcada el enemigo.
Las instituciones que promulgan las leyes son dirigidas por hombres que poco a poco pierden valía. Es de cobrar conocimiento que no se ve a hombres actuando en las instituciones, el temor que infunden las propias leyes promulgadas los hace rehuir y agazaparse para actuar a oscuras.
Se imaginan que la democracia fuera a darse la molestia de dar explicaciones o mencionar sentirse culpable por haber dado muchos presidentes que aparentaron ser ovejas, pero resultaron ser lobos rapaces.
Es el motivo por que las instituciones de los países y gobiernos vienen actuando en la oscuridad de sus mismas leyes que se instituyen por encima de ellos y por sobre los hombres gobernantes, incluso por sobre la nación entera. Simplemente el temor de los hombres gobernantes y las personas de dicho país de verse inmersos como los responsables de la maldad que se inflige desde allí los responsabilizaría y los condenaría.