Hermione parpadeó, visiblemente incómoda.
—Eh… sí, Ginny, es Mayme.
Ginny entrecerró los ojos desde la pantalla del espejo encantado, como si pudiera atravesarlo con la mirada.
—¿¡Qué hace esa víbora en tu casa!? —chilló.
Mayme, que ya se había dejado caer en el sofá sin preocuparse por nada, levantó una ceja y murmuró sin mirar a nadie:
—Víbora, dice. Qué poética, ¿la pelirroja siempre fue tan dramática o es que hoy se acabó el té?
Hermione cerró los ojos con fuerza.
—Ginny, por favor… no hagas una escena.
—¡¿Yo?! —Ginny estaba prácticamente roja de la furia—. ¿Quién está haciendo una escena? ¡Tú tienes a Mayme Logan revolcándose en tu sofá como si fuera la dueña de tu casa!
Mayme bufó.
—Tranquila, Weasley. Solo estoy esperando a que la lluvia pase para volver con Draco. No estoy aquí para robarle a nadie el lugar en el corazón de sus exnovios… o hermanitos.
Ginny se quedó boquiabierta.
—¿¡Cómo te atreves…!?
Hermione se levantó del sillón con brusquedad.
—¡YA BASTA! —exclamó, al borde del colapso—. Esta es mi casa, Ginny. Y Mayme es mi… es mi invitada. Temporal. Porque Draco la mandó aquí por su seguridad. No porque seamos amigas, ni nada que se le parezca.
Mayme levantó las manos en señal de paz, con una sonrisa torcida.
—Tranquila, Granger. No estoy buscando hacerme tu mejor amiga. Me basta con no morir en medio de esta tormenta de prejuicios.
Ginny frunció el ceño y su tono cambió, ahora más bajo, casi como si sospechara algo.
—¿Y Harry? ¿Dónde está Harry?
Hermione tragó saliva.
—En el trabajo. Turno largo. No sabe que Mayme está aquí… aún.
Ginny apretó los labios.
—Bueno, pues más le vale no enterarse por otro lado. O por ella misma. Porque si Harry llega a tener algo con esa mujer, yo misma voy a encantarle la escoba para que no vuelva a volar.
Mayme rió, casi divertida.
—¿Sabes lanzar encantamientos, Weasley? Pensé que solo sabías lanzar gritos.
Hermione cerró la conexión de un toque, agotada. El silencio cayó como una manta húmeda.
Mayme se giró hacia ella, más seria ahora.
—¿Te arrepientes de que esté aquí?
Hermione respiró hondo…
—No. Pero no me lo pongas más difícil, ¿sí?
Mayme asintió en silencio, y por primera vez desde que llegó… se quedó quieta.
El sonido de la lluvia golpeando la ventana se convirtió en el único ruido en la sala. Hermione se mantuvo de pie unos segundos, como buscando contener una energía invisible que quería desbordarse.
Mayme fue la primera en romper el silencio.
—No me gusta incomodar. Bueno… sí, un poco. Pero no cuando alguien me deja quedarse en su casa.
Hermione cruzó los brazos, mirándola con una mezcla de desconfianza y agotamiento.
—Entonces no entiendo por qué sigues provocando a Ginny.
—¿Y tú? ¿No te provocó ella primero? —Mayme la miró de reojo—. No todos respondemos con sonrisas diplomáticas, Granger.
Hermione resopló.
—Eso ya lo sé. Eres una especialista en decir lo que se te da la gana sin pensar en consecuencias. Te recuerdo que rechazaste a Ron delante de todo el Gran Comedor como si fuera… una broma.
Mayme bajó la mirada por un instante, como si algo le pesara.
—No fue mi mejor momento. Pero yo no iba a mentirle. Y si eso me hizo una bruja despiadada, bueno… alguien tenía que serlo.
Hermione se sentó en una esquina del sillón, dejando una distancia prudente entre ambas.
—¿Y ahora qué eres, Mayme? ¿La sombra de Draco?
—Soy la única que dice lo que Draco no quiere oír… y la única que él no manda a callar. —Mayme se encogió de hombros—. Eso vale algo, ¿no?
Hermione la miró con más atención. Por primera vez notó que bajo esa fachada de arrogancia había una chispa de algo más… ¿lealtad? ¿Soledad?
—¿Por qué aceptaste venir aquí? Sabías que no sería cómodo.
Mayme ladeó la cabeza y su voz bajó un tono.
—Porque Draco me lo pidió. Y porque si alguien quiere romper este maldito ciclo de odio, alguien tiene que arriesgarse a sentarse en el sofá de su “enemiga” y no incendiar la casa.
Hermione alzó una ceja.
—¿Eso fue una metáfora?
Mayme sonrió apenas.
—No. Pero si lo fuera, sería una bastante buena, ¿no?
Hubo una pausa. No de tensión, sino de cierto reconocimiento mutuo.
Hermione habló con más suavidad:
—¿Tú y Draco alguna vez…?
Mayme rió, negando con la cabeza antes de que la pregunta terminara.
—No. Nunca. Él es mi hermano en la guerra. Yo no tengo lugar ahí… pero tampoco lo quiero.
Hermione asintió.
—Y Harry… ¿tampoco?
Mayme no respondió enseguida. Se puso de pie, caminó hacia la ventana y observó la lluvia.
—No lo sé aún.