Mestiza Village

Bajo la firma de “P”

Hermione no había dormido. No del todo.

Había pasado gran parte de la noche observando la fotografía enviada a Ginny que, de alguna forma, había llegado a sus manos. Sabía que era ilegal interceptar correspondencia mágica... pero también sabía que lo que estaba ocurriendo era mucho peor que una simple infracción a las reglas del Valle.

Harry había sido fotografiado. Mayme, captada en su momento más vulnerable.

Alguien los estaba vigilando.
Alguien estaba manipulando la verdad.
Alguien firmaba con una simple letra: “P”.

Ese pensamiento la mantenía despierta.

Así que, a la mañana siguiente, Hermione fue directa a la casa de Luna Lovegood.

—¿Tienes un momento? —preguntó, aún en pijama y con un termo lleno de café en la mano.

—Para ti, siempre —respondió Luna con su sonrisa etérea. Su cabello estaba recogido con un lazo que flotaba como si tuviera voluntad propia.

Entraron al pequeño invernadero que Luna había convertido en su sala de lectura. Rodeadas de flores que parpadeaban y mariposas que hacían ruidos de violín, Hermione sacó la fotografía.

—Panecillo —murmuró Luna, tomando la imagen con manos suaves.

—Y siempre firma con una “P”. Las fotos aparecen justo después de los momentos más íntimos, los más delicados. No es casualidad.

—Tampoco lo es que siempre esté un paso adelante. Sabe moverse. Y sabe esconderse —añadió Luna mientras giraba la imagen entre sus dedos, como si buscara un mensaje oculto en el reverso.

Hermione se acercó a una mesa de corcho donde tenía un mapa del Valle. Había marcado cada punto donde se había tomado una foto:

  • Frente a la casa de Harry.
  • El Centro del Valle.
  • El mercado nocturno.
  • Incluso la banca del Parque del Sauce Tímido.

En cada sitio, al revisar las paredes o esquinas, había una inscripción grabada:
“P estuvo aquí.”

—Es como un juego —murmuró Hermione—. Una cacería de pistas.

—Pero es más que eso —dijo Luna, con los ojos brillando por una mezcla de emoción y preocupación—. Es una advertencia. Una marca de territorio. Como si esta persona creyera que el Valle... le pertenece.

Hermione suspiró.

—Lo peor es que hay muchas personas en el Valle cuyos nombres empiezan con “P”. ¡Demasiadas! —Pasó una lista frente a Luna—. Penélope Clearwater, Petra Macmillan, Perry Finnigan, Phyllis Crowley, incluso el nuevo panadero, Piers.

—¿Y no olvides a Pomona, la de la florería mágica...?

Hermione se frotó las sienes.

—Esto no nos está llevando a ningún lado. Necesitamos pruebas. Algo más que iniciales en la pared.

Luna sacó una lupa encantada y examinó el reverso de la fotografía con atención. Entonces, se detuvo.

—Aquí hay un hilo de escama de serpiente... diminuto.

—¿Qué? —Hermione se inclinó hacia ella.

—No es de serpiente común. Es... de Serpentus Nigra. Solo hay una persona que los cría en el Valle…

—¡No! —dijo Hermione, helándose—. ¿Petra Macmillan?

—Exacto.

Hermione se levantó de golpe, tomó su bolso y miró a Luna con decisión.

—Tenemos que ir a su casa. Ya.

Petra Macmillan vivía en una casita excéntrica al borde del río, rodeada de arbustos de dientes afilados y estatuas encantadas que seguían a los visitantes con los ojos.

—¿No te parece muy obvio? —murmuró Luna mientras tocaban la puerta.

—Por eso mismo vine. Quiero ver su reacción. Si no es ella, me lo dirá con los ojos.

La puerta se abrió.

Petra era alta, de cabello rojo cobrizo y expresión inquisitiva. Tenía una capa verde oscuro salpicada de pétalos marchitos.

—¿Hermione? ¿Luna? ¿Qué hacen aquí tan temprano?

—Solo una visita de cortesía —dijo Hermione, con voz dulce pero firme.

Entraron.

La casa olía a incienso, a especias y a algo más... algo que recordaba a serpientes y hierbas venenosas.

Hermione no perdió el tiempo.

—¿Has estado tomando fotos en lugares públicos? Cerca de Harry y Mayme?

Petra la miró como si hubiera escuchado una broma absurda.

—¿Yo? ¿Fotos? ¿A esa Logan? Por favor. ¿Crees que me rebajaría a eso?

Hermione entornó los ojos. Era una actriz convincente… o inocente.

—¿Y crías Serpentus Nigra?

—Sí, pero las mantengo en el criadero, con todas las medidas del Ministerio. No suelto a mis criaturas por ahí.

Hermione examinó cada palabra, cada gesto.

Nada.

Petra no parecía tener idea de lo que estaba pasando.

Salieron de la casa sin acusaciones. Solo más preguntas.

Esa noche, Hermione y Luna volvieron a repasar el mapa.

—Ya sabemos que Petra no es —dijo Hermione, frustrada—. Y eso deja... más nombres. ¡Muchos más!

—¿Y si la “P” no es un nombre...? —murmuró Luna, de repente, con su típica lógica abstracta.

Hermione la miró.

—¿Cómo?

—¿Y si “P” es un apodo? Un sobrenombre. O algo peor... ¿un código?

Hermione se detuvo.

La idea tenía sentido.

La “P” no era una inicial.

Era una firma simbólica.

Y eso significaba que quienquiera que fuera... aún estaba ahí fuera, vigilando, escuchando.

Y más peligroso que nunca.

Al otro lado del Valle, en una casita modesta, una figura encapuchada revelaba su rostro por un instante frente al espejo.

Era una mujer. Joven. Despeinada. Con una expresión fría.

Miró la foto de Harry abrazando a Mayme.
La sostuvo con cuidado.
Sonrió.

Y murmuró, con voz aguda:

—Te tengo.



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En el texto hay: fantasia urbana, romance dramatico

Editado: 22.04.2025

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