Ginny Weasley no era una tonta.
Ella sabía muy bien cómo la veían muchos: la ex de Harry, la hermana menor de Ron, la chica explosiva de Gryffindor. Pero esa imagen ya no le servía. Ahora era una estratega. Y tenía un nuevo nombre. Uno que nadie sospecharía.
Panecillo.
El apodo había comenzado como una burla interna. "Tan dulce como un panecillo recién horneado", decía Fred cuando quería provocarla. Ahora, era su firma secreta, impresa en cada carta que mandaba sin rostro, en cada foto que enviaba con intenciones ocultas.
Ginny estaba construyendo un tablero.
Y en él, todos eran piezas.
Algunas sabían que estaban jugando.
Otras… no tanto.
Desde su habitación había improvisado algo más que un santuario de recuerdos: era una sala de vigilancia. No mágica, no completamente. Ella había aprendido a mezclar el mundo mágico con las herramientas muggles que Hermione usaba tan casualmente. Cámaras hechizadas con ilusión, drones camuflados con encantamientos de invisibilidad, plumas que registraban conversaciones desde la distancia…
Había aprendido de los mejores.
Y de los peores.
Con una taza de café frío entre las manos, repasaba el cuaderno que había dividido en tres secciones:
1. Mayme Logan
— Historial académico en Hogwarts: múltiples castigos por agresión verbal.
— Enemigos declarados: casi toda la casa Hufflepuff y media Gryffindor.
— Rumores: fue vista entrando en la casa de Harry tres veces esta semana.
— Estado emocional: aparentemente vulnerable, pero manipuladora.
2. Harry Potter
— Responde menos del 40% de sus mensajes.
— Sonríe solo cuando habla con Mayme.
— Noche del jueves: contacto físico prolongado.
— Posibilidad de engaño: 87%.
3. Hermione Granger
— Sabe más de lo que dice.
— Es probable que esté cubriendo a Mayme por Draco.
— Interferencia peligrosa.
Cerró el cuaderno y se giró hacia la pared donde colgaban mapas del Valle Mestizo. En ellos había tachones, rutas, marcas y varios post-its flotando con hechizos adhesivos.
Uno de ellos decía simplemente:
“La ventana de Harry – vista norte – 17:20.”
Y debajo:
“Foto enviada.”
Sonrió.
No era solo por venganza. Era para desenmascararla. Para que todos vieran que Mayme no había cambiado. Que su dulzura con Harry era fingida. Que detrás de esos ojos grises, seguía estando la bruja que humilló a Ron, que rompió familias y que ahora, osaba sonreír al lado de su exnovio.
Ginny se levantó, fue hasta su armario y sacó una caja de madera con un candado encantado. Lo abrió con una palabra:
—Veritas.
Dentro, había rollos de película mágica, plumas espías, pergaminos de seguimiento y, en el centro, un espejo pequeño. No uno cualquiera.
Un Espejo de Memorias.
Lo había conseguido en una tienda vieja de Knockturn Alley, cuando aún no sabía qué haría con él. Ahora tenía una función clara: guardar cada recuerdo que pudiera usar como prueba.
Ginny tocó el espejo y una imagen se desplegó.
Harry riendo.
Mayme apoyando la cabeza en su pierna.
Su mano deslizándose por su cabello.
Y entonces, una nueva voz.
—¿Eso es… Mayme?
Ginny se giró con los ojos entrecerrados.
Era Ron. Había entrado sin avisar.
—¿Qué estás haciendo, Gin?
Ella chasqueó los dedos, el espejo se ocultó.
—Nada que te importe. —Cerró la caja rápidamente.
—¿Estás espiando a Harry? ¿A Mayme?
Ella se cruzó de brazos.
—¿Y si lo estuviera?
Ron se la quedó mirando, sin saber qué decir.
—Esto no está bien —dijo finalmente—. No es como antes, Ginny. Estás… obsesionada.
—Estoy informada. No confundas las cosas. No me voy a quedar quieta viendo cómo arrastra a Harry a su mundo de drama, mentiras y traición. Mayme Logan es veneno. Solo yo estoy haciendo lo que todos tienen miedo de admitir.
Ron negó con la cabeza.
—Si alguien te descubre…
Ginny dio un paso al frente, seria.
—Entonces que lo hagan. Porque para cuando se atrevan… ya será demasiado tarde.
Y con un último movimiento de varita, cerró la puerta de su habitación con un encantamiento de silencio.
Quedó sola. Solo ella, su plan, su red.