Mestiza Village: Comienzos Bajo la Lluvia

Mestiza Village

CAPÍTULO 1 – LA VENTANA DE VILLA MESTIZA

Hermia Calder nunca imaginó que volvería a confiar en alguien como Darian Malverick, pero el Valle —ahora rebautizado como Villa Mestiza— tenía el poder de hacer posible lo imposible. A los veinticinco años, habiendo sobrevivido a la guerra y a años de resentimientos, ella había creado ese refugio con un solo objetivo: permitir que seres con y sin magia pudieran convivir en armonía.

Pero claro, no todos estaban listos para esa clase de paz.

Hermia miraba por la ventana de su casa, con una taza de té en las manos, cuando su comunicador ético emitido por el Consejo Mágico Unificado vibró. Era una llamada de Galia Wells.

—Hermia, ¿por qué tardas tanto? ¿No habías dicho que nos veríamos esta tarde? —dijo Galia, claramente irritada.

Antes de que Hermia pudiera responder, una voz grave y molesta se escuchó desde la sala contigua.

—¡¿Cómo esa ventana aguanta la lluvia?!

Hermia se giró y, sin querer, dejó el comunicador abierto.

Del otro lado, Galia exclamó:

—¡¿ESA ES MAYME LOGAN?!

Y así comenzó todo.

CAPÍTULO 2 – EN EL UMBRAL

Mayme Logan dejó la toalla en el respaldo del sillón y se cruzó de brazos. Su tono era tan brusco como siempre, pero Hermia detectó algo nuevo en ella: incomodidad.

—¿Tu amiga aún cree que estoy aquí para romper platos o para espiar?

Hermia suspiró, colgó el comunicador y se giró hacia ella.

—Galia no entiende. Pero no es ella quien decide quién puede estar aquí.

—¿Y tú sí? —replicó Mayme, levantando una ceja.

—Yo fundé Villa Mestiza —respondió Hermia con firmeza—. Y tú estás aquí porque Darian confía en ti. Y porque yo confío en Darian.

Mayme apartó la mirada. Eso la había desarmado más de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Además, tú aceptaste quedarte en casa de Halden. No es poca cosa.

—Sí, y me estoy arrepintiendo —murmuró Mayme—. Su casa tiene demasiadas ventanas.

Hermia sonrió por primera vez esa mañana.

Y en ese momento, Darian entró por la puerta trasera. Su expresión era indescifrable, como siempre, pero sus ojos se suavizaron al verlas.

—¿Todo en orden aquí? —preguntó.

Hermia asintió. Mayme no respondió. Solo recogió la toalla y se marchó sin decir palabra.

Darian suspiró.

—No se lo estás haciendo fácil.

—Ella tampoco a mí.

Darian se acercó, le tomó la mano y la miró con una honestidad rara en él.

—Pero gracias por intentarlo. Significa más de lo que crees.

CAPÍTULO 3 – MENSAJES QUE NO SE LEEN

Halden Pierce cerró la puerta de su casa con un golpe seco. En una mano tenía una taza de café, y en la otra, el comunicador con dieciocho mensajes nuevos. Todos de Galia Wells.

—Otra vez… —murmuró, tirando el aparato sobre el sofá.

Mayme, sentada en el suelo con una manta sobre las piernas, levantó la vista desde su taza de té.

—¿Problemas con la ex?

—Ni siquiera sé si aún somos algo —respondió Halden, frotándose la frente.

Mayme bajó la vista, incómoda. Halden, aunque calmado por fuera, transmitía tensión con cada movimiento.

—¿Y no vas a responderle?

—Le contestaré cuando tenga algo útil que decir. Ahora mismo… solo quiero silencio.

Mayme asintió y volvió a mirar el fuego. El ambiente entre ambos se había vuelto extrañamente íntimo desde que ella llegó a su casa. No por palabras dulces, sino por la compañía silenciosa. La ausencia de juicio.

—Gracias por dejarme estar aquí —dijo, de pronto.

Halden la miró con una mezcla de sorpresa y algo más… algo que no se atrevía a nombrar.

—No lo hice por caridad —respondió—. Lo hice porque mereces empezar de nuevo.

Mayme apretó la manta contra su pecho. Ese tipo de ternura le era desconocida. La hizo sentirse incómoda. Expuesta.

En ese instante, su comunicador sonó. Una nueva alerta. Lo tomó con desgano, pero se detuvo al leer el encabezado:

Foto enviada desde remitente anónimo.

Abrió el archivo.

Era una imagen de ella y Halden… sentados justo como estaban ahora. Captada desde la ventana.

Halden se levantó de inmediato.

—¿Qué es eso?

Mayme le mostró el dispositivo. Él se inclinó para ver mejor.

—¿Quién…?

Y entonces, la segunda alerta:

“La villa observa. —P”

Halden se giró hacia la ventana. Un escalofrío recorrió su espalda.

—Nos están vigilando.

CAPÍTULO 4 – VECINOS CON SECRETOS

Hermia no era de las que espiaban por las ventanas. Pero últimamente, algo en el ambiente del Valle le provocaba esa clase de inquietud que no se calmaba con té caliente ni con discursos de esperanza.

Desde su cocina, alcanzaba a ver parte de la fachada de la casa de Halden. Y justo ahí, donde el atardecer tiñó el cristal de ámbar, alcanzó a ver una sombra que desapareció con rapidez. Demasiado rápida para ser un paseante.

—¿Otra vez...? —murmuró, entrecerrando los ojos.

Darian apareció detrás de ella, con una bufanda al cuello y expresión seria.

—¿Sigues vigilando?

—No vigilo —respondió Hermia, sin dejar de mirar—. Estoy... observando. Hay una diferencia.

—Claro que sí —bromeó él—. ¿Y qué has observado esta vez?

Hermia se giró y le mostró su propio comunicador. Había una foto sin remitente. Una copia exacta de la que Mayme había recibido.

—¿Te llegó también? —preguntó Darian, tomando el aparato.

—Y no solo a mí. Galia también la recibió. Ronan dijo que escuchó el mismo pitido en casa de Lira. Esto se está esparciendo.

—Y viene con firma —añadió Darian—. “P estuvo aquí.”

Hermia asintió con el ceño fruncido.

—Hay muchas personas con P en esta villa, Darian. Demasiadas.

Él la miró fijamente.

—Entonces necesitaremos un plan. Uno serio.

Hermia lo sabía. La paz que tanto había defendido estaba siendo acechada desde dentro.

Y ahora, debía encontrar al culpable antes de que destruyera todo lo que habían logrado.



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En el texto hay: cienciaficcion, ciencia y magia

Editado: 23.04.2025

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