PERSPECTIVA: Rozuel Drayt
En mis inicios en Shanmatu (de mi anterior vida), fue aquella vez que le vendí armas a una banda criminal que presencie como un hombre con solo unas pinzas ordinarias, le extraía con una ortodoxa técnica médica varias balas impactadas en la zona abdominal a un pobre diablo. Sus gritos eran como una orquesta sinfónica en una cámara de tortura, por cada bala retirada, una cantidad de alcohol era puesto sobre la herida y cubierta por gasas.
Si, fue en aquel entonces, que me empecé a interesar sobre como curar heridas de balas, más concretamente, la extracción de estas cuando quedan incrustado en el cuerpo tras recibir un tiro limpio. Si bien, es algo que solo expertos cirujanos deben llevar a cabo en condiciones necesarias de por medio de un procedimiento de cirugía.
Pero la realidad es que en el bajo mundo no todos tienen a su disposición el privilegio de acudir a uno cuando ocurre tal desgracia, lo último que quieres es que la policía te interrogue para descubrir como llego esa bala en primer lugar. De allí surgen los cirujanos clandestinos, o personas dedicadas a ofrecer asistencia médica de dudosa capacidad y efectividad en torno a heridas por proyectiles de armas de fuego.
¿Quieres que te remuevan esas balas incrustada en el cuerpo sin preguntas?, ellos eran tu tipo, tal es la desesperación para evitar ir a la cárcel, que elegirían hacerse atender con servicios médicos ilícitos. Incluso si las condiciones del lugar donde se llevan a cabo tales procedimientos no son los idóneos, incluso si las herramientas utilizadas para tal vital labor tampoco eran las adecuadas.
Y aquí me encontraba, en un mundo fantástico, haciendo de un intento de cirujano clandestino con una paciente semihumana para sacarle unos perdigones en la zona abdominal, una mesa se hallaba a mi lado, con un plato encima, numerosas vendas, una botella color ámbar llena de licor y un lingote de hierro. Del lingote produzco a través de mi ESP lo que se denominaría una pinza semejante a las de instrumentales quirúrgicos utilizados en quirófano.
Pero con un añadido especial, mi habilidad esper me permite manipular ciertas propiedades de los metales, no poseo capacidades como transmutar el cobre en oro u otros tipos de metales, pero sí de manejar su grado de dureza y el magnetismo en este. En simples términos, incorpore en las pinzas una fuerza magnética para facilitar la extracción de los perdigones incrustado en el cuerpo de la Anubian.
Si decidiera sacarlo simplemente por mera fuerza, existe el riesgo de que termine por un movimiento brusco dañarle más los tejidos de lo que ya están. Pero con la ayuda del magnetismo, estos se pegaran a la pinza para poder retirar el proyectil sin tener que aplicar demasiada fuerza de mi parte, solo debo tener cuidado en el proceso. Por supuesto, eso no evitara que haya sangrado o lesiones (mínimas), pero son daños menores comparado a otras opciones.
— ¿Cómo hiciste eso?, pensé que eras un no mago –La propietaria pregunto con curiosidad y cierto asombro tras ver la manipulación del lingote que realice cerca de ella.
— ¿Quieres salvar a tu protectora?, no hagas preguntas que no te incuben y céntrate en esto –Fue mi contestación inmediata.
Comencé a mover con detenido cuidado las pinzas hacia la primera de varias heridas en el pecho de la Anubian, mis manos temblaban pero a un ritmo reducido, es el mismo temblor que sentía cuando dispare un arma de fuego la primera vez. Al meter las pinzas dentro de la primera herida, la inconsciente Namida aun en su estado, reacciona moviendo levemente brazos y piernas, como también expresando en su rostro su dolor.
—“Esto va a ser problemático”.
Pude sentir mediante el tacto del metal, que la pinza hizo contacto y atrajo al primer perdigón, al retirarlo, la herida comienza a perder sangre, una consecuencia prevista. Destapo la botella de alcohol y se la aplico en la herida, la Anubian sintiendo el dolor aun en su inconsciencia, comienza a agitar sus extremidades en respuesta.
— ¡Que alguien la agarre de los brazos y piernas!, ¡y que otro se encargue de vendar la herida sangrante!.
Amira entonces le dio órdenes en su idioma a los dos magos con artes curativas de mana y a dos sirvientas responsables de traer todos los elementos que utilizo para este procedimiento. A los dos primeros (lo magos) les indico que sujetaran los miembros superiores e inferiores de la semihumana y a los restantes de aplicar los vendales en la zona con hemorragia.
— ¿¡Porque le hechas la bebida en la herida!?, ¡está sufriendo! –Exclamo Amira con quejosa angustia.
— ¿¡Quieres que sobreviva!?, ¡trata de no desconcentrarme! –Vocifere como protesta ante su queja.
En este mundo son consiente de que una herida con suciedad es propenso a causar enfermedades, pero desconocen el mecanismo biológico de la causa, pues Avalia aún no domina el concepto de “microorganismos”. Con la alquimia se crearon diversas medicinas para tratar heridas sucias, pero es más que seguro que desconozcan las propiedades del alcohol como un buen desinfectante.