PERSPECTIVA: Tercera Persona
—Es injusto… tal desgracia… todo es culpa de este mundo… de su imperfecta forma de funcionar…
—“Ja Ja Ja Ja”…
Una sonrisa, una carcajada de tinte siniestro se oía en su cabeza, el fuego a su alrededor se había detenido, el color se desvanece en todos los lados para quedar un profundo blanco y negro. Aquel joven Alnayits de las piernas rotas y dedos cortados, pronto se da cuenta, de que el dolor de tales lesiones había desaparecido, pero la inquietud que más llamaba su atención, era la procedencia de aquella risa.
—¿Quién eres?...
—“Soy Un Enigma”
Un ser incorpóreo del color de las sombras se manifiesta en el aire, una sombra flotante carente de cintura y de dos brazos largos, su rostro era una máscara blanca con dos lados diferente, la parte de la izquierda tenia un lado sonriente y el derecho uno triste.
—“Carezco De Identidad, No Existo En La Propia Lógica”
—No comprendo lo que tratas de decir, ¿qué clase de entidad eres?, ¿cuál es tu propósito manifestándote aquí?.
—“No Mago, Humano, ¿Aceptarías Mi Don?”
Las características de este ser, Alnayits recuerde haberlo leído de un libro cuya fuente de origen, era una traducción de un libro proveniente del continente de Gresswold, tal entidad no era muy conocida en Sharya, mucho menos en Orianta. Eso se debe, a que la mayor parte donde transcurren sus “apariciones”, ocurren por ende en Gresswold, un ser que tiene una cierta peculiaridad. Darle un don mágico a alguien que sea humano y haya nacido sin habilidad con la magia.
—Eres tú… Nameless, el dios sin nombre, la divinidad excéntrica, Enigma de los Vanish… -Fueron una de los tantos sobrenombres de este ser.
Un dios, un ser categorizado en la divinidad, se había empeñado en mostrarse frente a ese herido y moribundo Alnayits en sus diez años, le ofreció entonces uno de sus diez dones. Por supuesto, no tendría el mismo don que otro Vanish que ya lo posee, tal don se le es entregado de manera aleatoria.
Nameless solo hace acto de presencia frente a humanos no magos, pero habiendo millones con tal rasgo en el mundo, ¿cuál era la otra condición para tener su atención?, ¿estar al borde la muerte quizás?. Sea cual fuera el caso, al propio Alnayits se le presento una oportunidad, nacido sin el talento de la magia, pero dotado de una capacidad de aprendizaje de nivel prodigio, supo cual era la respuesta idónea a la situación que padecía.
—Si, acepto tu don.
—“Ja Ja Ja Ja Ja”
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Algunos días más tarde, la tienda del alquimista robusto barbudo de elegantes túnica y turbante, responsable de la cruda destrucción de su competencia el cual se trataba de un niño. Gozaba de increíbles ventas, al verse tal competencia eliminada, una cosa que le molesto fue que sus dos guardias personales, a los cuales llevaba años sirviéndole, por primera vez habían faltado al trabajo.
—¿Adonde se han metido esos idiotas?, tendré que bajarles la paga por tal falta de respeto a mi protección -Dijo el hombre robusto molesto —Bueno, nada malo ha pasado, y ya es hora de cerrar, las ventas han sido magnifico como debe ser.
El anochecer había caído, el hombre cierra la puerta de su local, una sonrisa orgullosa se muestra en rostro al contar las monedas de Rubres, productos de las ventas de hoy.
—Jejeje… sin ese mocoso, estoy gozando de una racha fabulosa en los negocios, ¡viva yo, siempre yo!... ¿eh?...
Un sonido que proviene en uno de los estantes con pócimas alquímicas llama su atención, observa entonces la presencia de una rata allí.
—Pfff… que asco, una maldita plaga… ¡y en mi tienda! -Exclamo indignado —Le diré a ese mocoso que se haga cargo cuanto…
Al quitarle solo un segundo de vista a esa rata, esta desaparece, el hombre mira a su alrededor para hallarle, pensando que no puede haber ido lejos, entonces mira hacia abajo y allí lo encontró. El roedor estaba a casi nada de distancia de él, le estaba mirando fijamente con unos ojos rojos.
—Asquerosa plaga, ¡muere de una vez! -Levanto una de sus piernas con intención de aplastar al roedor.
Cuando su pie descendió con toda fuerza, para sorpresa del hombre, aquella “plaga” evadió su pisada, se hizo para atrás y acto seguido, su cuerpo creció, no solo cambio de tamaño, sino que se estaba transformando, ya no era un roedor. Había adoptado la forma de un lagarto con un tamaño un poco mayor al de un perro, de escamas grisácea y verde, con anillos negros formados en la cola, su cabeza se asemejaba al de una iguana, tenia dos pequeños cuernos y al abrir sus mandíbulas, revela dos carnosos colmillos.
Clava aquellas fauces en el torso el hombre, quien por ende grita del dolor, al soltarle, las marcas de las mordeduras quedan impresas en dicha parte, pequeños agujeros escurren sangre en pequeñas cantidades. No era esa perdida menor de sangre el verdadero peligro de tal mordida.
—¡Un Kanoro de la duna!, ¿¡pero que hace en mi tienda!? -Fueron las interrogantes de ese herido hombre barbudo.
Más importante fue, que conoció con exactitud a ese peligroso ser de sangre fría, los aventureros a diario cruzan espadas con tales criaturas, y por lo general su tamaño es aun mayor, llegando a superar el tamaño de un camello. Aquello que lo mordió parecía ser una cría, pero incluso siendo uno joven, su mordida en si era ponzoñosa.
—El antídoto… necesito el…
Camino con una respiración agitada hacia una estantería en particular, tomando un frasco teñido de negro que contenía un liquido de un aspecto blanco verdoso, le saco el corcho con el que cubría la parte superior para poder beberla. Pero pronto sus manos dejan de responderle adecuadamente, un temblor se hace menester en los miembros superiores y luego inferiores, su cuerpo tambalea y cae hacia atrás en posición boca arriba, empezó a tener convulsiones.