PERSPECTIVA: Namida
Nací en un pueblo nómada de Anubian que mudaba su ubicación cada luna, elegían siempre resguardarse cerca de alguna ciudad o poblado, mantenían las distancias y tan solo se acercaban para comerciar. Nada es para siempre, como semihumanos éramos menospreciados, para la guardia o los Alnabil no éramos tomados en cuenta y solo podíamos valer de nuestra fuerza como seguridad.
Fuimos diezmados en un saqueo por bandidos y atacados en el camino por monstruos, separados y desorganizados, nos tomaron de improvisos cazadores de esclavos de “Hyslamia”. Mis padres sacrificaron su vida para darme el tiempo suficiente para huir, corrí, seguía corriendo mientras evitaba mirar hacia atrás, aquellos padres que me dieron todo su afecto y cuidado, los deje a merced de esclavistas, sé que ellos querían eso, pero en el fondo… odie lo que hice y hubiera preferido haber perecido a su lado.
11 años, es lo que tenía en aquel entonces cuando deje a mis padres y camine sola por el vasto desierto, seguí caminando, hambrienta, sola y desamparada, ¿qué sentido tenía seguir viviendo a estas alturas?, no tenia a nadie, ni comida, ni el conocimiento para sobrevivir por mi cuenta. Mi camino eventualmente me llevo a terminar en un inmenso sitio lleno de plantas, arboles de gran tamaño diferente a las palmeras, no era como un oasis, más tarde conocería este sitio como una “jungla”.
Caí moribunda en este sitio, había llegado a mi límite, tenía tanta sed y hambre, me di por vencido y me deje llevar, quizás al morir podría volver a ver a mis padres, cerré mis ojos y todo se puso negro. Pero al despertar me encontré con alguien, una muchacha humana casi de mi edad, quizás era uno o dos años mayor que yo, ella me dio agua y comida.
—¿Estas bien? -Me pregunto sin mostrar miedo o desprecio por mi presencia.
La muchacha era escoltada por un hombre de piel blanca, con barba y callejera negra corta, tenia una armadura ligera puesta y dos lanzas como armas, se mantenía a la distancia recostado sobre un árbol, mirándome fijamente, me daba cierto temor.
—No tengas miedo de él, podrá ser atemorizante pero es un buen guardaespaldas en el cual confió -Dijo la muchacha con una sonrisa —Me llamo Amira, ¿Cómo te llamas tú?.
—Na… Namida…
—Namida, ¡es un nombre adorable!.
Cuando perdí a mis padres y a todos mis conocidos de mi pueblo nómada, ya no me quedaba nada, estaba lista para aceptar la muerte, pero su amabilidad y sonrisa… me dieron un nuevo propósito. Ella me dio un nuevo hogar, me hizo parte de su familia y yo era débil, pero no lo seria para siempre, me haría más fuerte, correspondería a su gratitud y la protegería con mi vida, era mi nuevo propósito y mi actual razón para vivir.
—¡¡¡AMIRA!!!
Ante mis ojos, en este preciso momento y en el presente de mi vida, me era arrebatado la persona que más aprecio, a la que jure proteger sacrificándome de ser necesario, el ghrayb… el traidor que profano su confianza y pureza, ¡estaba nuevamente saliéndose con la suya!, y eso… me decepcionaba, llegaría a ella, o moriré en el intento.
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PERSPECTIVA: Tercera Persona
El ghrayb Mathius seguía huyendo con Amira Yuzquell en su hombro, corría sin detenerse y era acompañado por dos de sus hombres que le seguían por retaguardia a manera de escolta. La razón detrás de todas las molestias para secuestrar a la propietaria de “El Corazón del Oasis”, era meramente dinero.
—«Podría solo haberme llevado su cabeza como prueba, pero las ganancias son enormemente mejores si la llevo viva ante Muer Afigad, aunque si quisiera una mejor oferta…»
En secreto, Mathius mantenía contacto con Hyslamia, una oferta llego a través de un contacto de dicho negocio en torno a la esclavitud, si ante ellos traía viva a la mismísima Amira Yuzquell, la recompensa monetaria a cambio, seria la más grande que vería en su vida. Tal comercio de esclavos es de por si la más reconocido en el continente de Sharya, al menos en la mayor parte del sur, varios reinos usan sus servicios y es fácil intuir la inmensa riqueza que tendrían a su disposición.
—«Muer o Hyslamia, tendría riqueza si se lo llevara a ese gordo Alnabil, incluso quizás me conceda algún titulo de noble, pero no me interesa la nobleza en absoluto, aunque si no se lo entrego, seria complicado tratar de engañarle, los de Hyslamia pueden tramar el jugármela en mi contra…»
Mientras se planteaba sobre sus acciones a futuro en torno a la entrega de la propietaria, escucha un ruido que le salir de sus pensamientos, aquello no era algo de procedencia natural, pero lo más alarmante, fue que uno los hombres que le seguía como su escolta, había exhalado un grito de dolor e inmediatamente cayó al suelo.
—«Uno de mis muchachos… ¿¡fue alcanzado!?».
Mathius no se detuvo, siguió corriendo, su intuición le decía que no se detuviera ante nada, pero observo el cadáver detenidamente de su hombre abatido mientras se alejaba de este. No se movía en absoluto, lo que significa que algo le mato y fue al instante en que cayo, pero lo que era confuso fue que desconocía la causa, no veía una herida factible en la espalda.
—«No hay herida visible, esto tiene que ser obra de una flecha o algo arrojado, pero no veo nada en su cuerpo que indicara que recibió un proyectil de arco o ballesta, tampoco armas arrojadizas como dagas, lanzas o cuchillas».
Pensó en la fuerte posibilidad de que aquello estuviera involucrado la magia, sin embargo, Mathius tenia un nivel sensorial lo bastante desarrollado para sentir el poder mágico, le entreno con la finalidad de luchar con más eficacia contra magos y evitar en lo posible, artimañas posibles de dicha índole.