PERSPECTIVA: Rozuel Drayt
Adil había entrado en una especie de trance hipnótico con el papiro de oro “aliento de los reyes”, incluso al punto de tomar el objeto de las manos de Arpue, la magia en dicho artefacto empezó a manifestarse con más intensidad, eso me alarmo y actúe de inmediato.
—¡Adil suéltalo! -Le pedí a Adil, pero no reaccionaba.
Corrí hacia él y tomé el papiro con intención de quitárselos, entonces una luz me ciega y siento como si mi cuerpo fuera levantado por los aires a una locura de altura.
—«¿¡Qué demonios está ocurriendo!?».
En mis pensamientos me temía lo peor, cuando mi vista se recupera me veo en un escenario que anteriormente ya había visitado, este tenía un cielo surrealista totalmente purpura, un suelo arenoso rodeado de abundante vegetación, el lago en el centro era un oasis, en esa misma se encontraba una palmera situada en medio sobre el agua, sus hojas eran de color purpura.
Y allí le vi entonces, en frente de aquella palmera única, encima de una cama de púas que flotaba sobre el agua, aquel hombre con sus manos juntas y ojos cerrados en señal de meditación. De un cuerpo tonificado, cabello como barba de color blanco, vestía únicamente un largo pantalón, sus pies estaban descalzo y sobre su frente denotaba un punto purpura. Aquel individuo era el propio Erha, el dios de los Qusatjiat.
Me sorprendí al ver que me encontraba nuevamente en su plano, pero no era el único, a solo escasos metros de mi posición se hallaba el propio Adil allí mismo de pie, con un rostro que denotaba una vasta perplejidad. Le hablo, pero no reacciona a mis palabras, me acerco a él y cuando intento tomarle del hombro, solo le atravieso, no podía hacer contacto físico con él, parece que Adil no podía verme ni escucharme, prácticamente era un fantasma para el hombre Qusatjiat en este plano.
—«Puedo escuchar y ver a Adil, pero no tocarle, sin embargo, él no percibe mi presencia en absoluto aquí, ¿a qué se debe todo esto?» -Me plantee con inquietud en mi mente.
Los ojos de Erha se abren revelando ser completamente en blancos, carentes de pupilas y solo era de un color exacto, era igual que aquella vez tuve mi primer encuentro con él.
—«No creo que se atreva a hacerle una broma como la que me hizo a alguien de su propia tribu, ¿verdad?» -Pensé con más dudas e inquietud aún.
—Bienvenido, Adil Salah Ayub -Le saludo Erha con el tono de dos voces resaltando en su habla —Asumo que conoces mi identidad, ¿no es así?.
El propio Adil seguía aun boquiabierto del shock, y no era para menos, estaba en presencia de su propio dios en persona, era imposible que pensara que se tratara de un sueño, la sensación de realidad que experimentaba le confirmaba que aquello era 100% autentico.
—Erha… -Pronuncio el nombre de su deidad.
—Tu llegada a este reino es una excepción, los Qusatjiat solo pueden llegar a este plano una vez que han muerto y son enviados aquí para su descanso eterno -Afirmo Erha.
—Entonces… ¿no he muerto?, ¿por qué he sido invocado?.
—La razón de tu llegada es especial, ligada a una responsabilidad que te has impuesto tu mismo, pero que no lo recuerdas por elección propia, hasta sino llegado el momento.
—¿” responsabilidad?”, ¿”llegado el momento”?, no lo entiendo… mi cabeza… ¡duele!.
Las expresiones de Adil denotaban malestar y confusión, ponía sus manos en su cabeza como si experimentara una jaqueca de inmenso dolor, ¿estaba sintiendo alguna clase de recuerdo bloqueado?.
—Mi cabeza, ¿qué me sucede?, duele y se siente… que falta algo, pero no se que es o de que se trata.
—No lo RECUERDAS, porque TU MISMO sellaste esos recuerdos mágicamente.
Tal revelación deja al propio líder rebelde con más caos en su cabeza, aquella afirmación de que sello recuerdos en sí mismo con magia, ¿pero con que propósito?, si los recuerdos actuaran como información, sellarlos para olvidarlo seria como una forma para ocultarla, al menos esa fue mi deducción.
—«¿Pero que “valiosa información” llevaría al propio Adil a sellarse la memoria?».
Erha choca sus manos y al abrirlas el papiro de oro “aliento de los reyes” se manifiesta flotando sobre sus palmas, aquel objeto levita hasta llegar a las manos del hombre Qusatjiat. Luego sobre una de las manos de Adil surge una pluma hecha de plata, aquella tenía como propósito el escribir sobre el pergamino, fue de esa manera que Arpue la uso la última vez.
—Ábrelo.
Con la petición de su dios, Adil abre aquel papiro de oro, este a pesar de estar hecho de un material de metal, sus propiedades al abrirse se vuelven como de papel, su interior yace vacío de palabras algunas como la ultima vez, con la pluma de plata el propósito que tenia era escribir en este, pero el líder rebelde no tenia la menor idea de que escribir en este.
—¿Qué debo hacer ahora?, si el propósito es que escriba, siento decir que nunca aprendí a escribir.
—Jeje, no es necesario que sepas escribir, se manifestara por cuenta propia.
La mano que sostenía la pluma de plata comienza a moverse, el propio Adil se sorprende y admite que no lo hace por voluntad propia, este se mueve por su cuenta y comienza a escribir en el pergamino de oro, al formarse unas letras estas se manifiestan fuera del objeto en forma de energía mágica.
La energía se canaliza en el propio aire y comienza a alterar el escenario, soy transportado junto a Adil a lo que parecía un salón de finos y elegante decoración que solo un noble podría darse. Allí mismo se encontraba un hombre barbudo de grueso turbante blanco y vestido con una prenda roja de fina seda abotonada por delante, de mangas, le llegaba a los tobillos y utilizaba una faja en dicha ropa. En sus manos aquel hombre llevaba el papiro de oro “aliento de los reyes”.