PERSPECTIVA: Riza Gramwind
La familia Gramwind ha sido una de los linajes más antiguos del aquelarre Windaz, Miha Gramwind es la actual cabecilla y mi madre, junto a mi hermana mayor somos en total los tres últimos vestigios de esta noble línea de brujas.
Anteriormente éramos cuatro, solíamos ser tres hermanas, pero pereció cuando aún no había nacido junto a su padre, con esto he de aclarar que nuestras figuras paternales tanto de mi única hermana y yo son diferentes personas, madre se enamoró de un extranjero no mago quien se aprovechó de su corazón adolorido al perder a dos seres queridos, la sedujo con artimañas y el resultado final de esa relación nací yo.
Poco después de ser engendrada el extranjero la abandono sin remordimiento o vergüenza alguna, nunca perdonare a ese hombre por tratar a mama de esa manera como si fuera un objeto al cual deshacerse después de usarlo, jamás confiare en los extranjeros, aborrezco llevar la sangre de ese miserable, pero no dudo sobre mi identidad, soy una Gramwind, mi cabello naranja es la herencia que trasciende en cada una junto al arte de la maldición incura y algún día seré reconocida, me convertiré en la mejor del linaje de esta generación y borrare todo rastro de ese despreciable hombre que albergue en mí.
[EDAD: 3 años]
Hoy es el primer día de clases, me preparaba en mi habitación cepillando mi larga cabellera y vistiendo el uniforme que constaba de un cómodo vestido marrón, recogí mi libro junto a la pluma mágica y marche a la escuela.
De camino me reuní con unas amigas quienes me contaron sobre un chico que vive en nuestro pueblo.
—Es un no mago, parece que es hijo de Marian Drayt, una de las curanderas de Windaz –Afirmo una de ellas.
— El que una bruja haya tenido un hijo varón es extraño y escalofriante –Opino otra.
—No, solo es un forastero –Comente por mi parte.
Un hombre, un no mago, no es de los nuestros, me asquea de solo pensar que alguien así vive entre nosotras.
Cruzando el pasillo llego al salón, soy recibido por las chicas que me admiran pero en mi camino mis ojos se cruzan con algo desagradable, en uno de los asientos lo encontraba ocupando un niño de nuestra edad, tenía corto cabello marrón y ojos grises, era él, el forastero.
— ¿Qué es esto?, ¿qué hace el “no mago” aquí?, este lugar no es para alguien sin talento como tú –Dije mirándolo fijamente con desagradado.
—Pues disculpe usted “majestad”, pues yo solo asisto a las clases “obligatorias” por obediencia a mi madre –Me contesta con impertinencia.
—Y encima tiene una lengua mordaz, eres asqueroso.
Tomo mi asiento alejándome lo más posible de él, es aberrante muy asqueante que alguien como él tenga permitido estudiar con auténticas brujas, su forma de hablar y tono al contestar me recordaban a ese desagradable hombre, ¡es imperdonable!.
Logre que las chicas estuvieran de mi parte, tanto en clase como en el receso lo tratábamos como le correspondía arrojándole diversas cosas creadas por nuestra magia para provocarle dolor o estropear su ropa, ruego para que su cordura le falle lo más pronto posible y nos deshagamos de él.
De regreso en casa me topo con madre, quien se encontraba con su pasatiempo de hacer té al volver de su trabajo en la biblioteca.
—Hola Riza, ¿cómo estuvo tu primer día de clases? –Pregunto ella.
—Todo iba bien hasta que me topé con “ese tipo” –Conteste.
— ¿”Este tipo”?, oh, ¿hablas de Rozuel el hijo de Marian?, es un chico interesante.
No puedo creer que madre diga eso y sostenga tal opinión con una sonrisa.
— ¿Cómo puedes decir eso mama?, ¡es un niño, no es uno de los nuestros! –Objete yo.
—No deberías juzgar a un libro por su apariencia mi niña –Me contesto mama —Además… al parecer le gusta mucho leer, últimamente su madre ha venido a mi biblioteca para pedir prestado algunos libros que su hijo le pidió con información sobre cultura, historia y fauna natural, para alguien de su edad leer tal material le seria aburrido, pero según Marian dice que su hijo esta tan sumergido en la lectura que a veces no le escucha ni cuando lo llama a comer, por eso creo que es un niño interesante.
—Un forastero… siempre será un forastero –Dije en voz alta caminando a mi habitación.
Me acosté en mi cama frustrando sobre las palaras de mi madre, ¿ese niño le parece interesante?, ¿acaso ha olvidado lo que resulta confiar en personas así?.
Para los siguientes días continuamos con el plan de subyugar al extraño, lejos de arruinar su humor, un día vino a clases con altos ánimos a pesar de todo lo que le hemos hecho.