Demian
Cada noche, después de que Dorian se quedaba dormido, se daba a la misión de escabullirse en el pueblo más cercano para robar un poco de comida y agua. Sabía que estaba haciendo algo malo pero aceptaría cualquier castigo con tal de que su amigo estuviera bien.
Algo en su interior le indicaba que estaban cerca de los bosques del norte. Quizá fuera su instinto, pero con cada paso que daban en esa dirección, algo en su interior latía con jubilosa intensidad. Habían pasado ya cinco semanas, y desde que alimentaba de mejor manera a su amigo había recuperado casi por completo el peso que había perdido. Ahora parecía estar lleno de vida y energía.
-¿Cómo es que tu cabello no crece? Mira el mío, es un desastre.
Demian lo miró sonriendo. El cabello negro ahora le cubría completamente los ojos y las orejas. Desordenados mechones se agitaban por todos lados.
-¿Por qué siempre haces… preguntas sobre el funcionamiento de mi cuerpo?
-Porque no es justo que tú no tengas estas dificultades –bromeó. Y esa broma iba a acompañado de una linda sonrisa.
Demian, que había decidido acompañarlo durante un pequeño tramo del recorrido en su forma humana, se acercó a Dorian y tomó de su bolso una pequeña navaja (que también había robado).
-Déjame… déjame arreglarlo.
Dorian no se inmutó ni un poco cuando Demian acercó la filosa hoja a su cuello. Con cortes perfectos, dejó el cabello tan corto como lo tenía el día que se habían conocido. Su piel morena estaba un poco irritada a causa de los aplastantes rayos del sol. Cuando terminó, enterró los restos de cabello para que ningún ser metamorfo pudiera localizarlos.
-Listo. Ya… ya está.
Dorian agitó suavemente la cabeza para deshacerse de los cabellos que se habían atorado en su ropa. Al ver su rostro lo invadió la necesidad de besar cada parte él como lo hacía cada noche antes de desaparecer. Claro, si es que esos lengüetazos que le daba podían ser considerados como besos felinos.
Siguieron caminado, esta vez en silencio debido a que ahora recorría los arboles valiéndose de su vista animal para mantenerse a salvo. La noche caería en unas cuantas horas y la parte del bosque en la que se encontraban no contaba con ningún árbol lo suficientemente ancho para dormir sobre él. Tenían que darse prisa, no podían permitirse correr el riesgo de dormir sobre el suelo.
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Editado: 02.01.2023