De aspecto horrible y ominoso para algunos;
hermosa y anhelada para otros.
La dama blanca de aura cauta,
cuya existencia representa un derecho universal.
Carente de empatía frente a su trabajo;
la duda no forma parte de su esencia.
Un fenómeno natural caótico e imparable,
cuya realidad golpea sin respeto a ningún plan.
Y aquí estoy, observándola frente a frente,
en un desafío de miradas sin ganador.
He bailado con ella en más de un momento;
me ha acechado desde que estuve en el vientre.
Ya no me asusta, porque la he aceptado.
Ya no le temo, porque la he esperado.
Ella vigila a lo lejos, con sus ojos negros y vacíos.
No teme al tiempo, porque este no le afecta.
Vive al compás del respiro ajeno,
intuyendo la última exhalación del mortal.
La he buscado con demente temeridad,
y se ha burlado porque los intentos han sido en vano.
Su mirada, helada al punto de romperme los huesos,
anuncia que no es el momento todavía.
Ya no me quiere ni me busca ahora.
Me escapé de sus garras en un suspiro,
y el resentimiento se plantó en su frío corazón.
Es tiempo que pague aguantando su indiferencia.
Y aquí estoy, esperando a que venga;
pero la dama blanca se mantiene ajena a mí.
Con lágrimas en los ojos la miro de lejos,
y ella, con sus ojos fríos, me regala una expresión negativa.
Con una simple sonrisa me anuncia
que aún no es tiempo de poner el punto final.
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Editado: 12.09.2024