Pensarían que es una mala persona,
pero solo se encarga de preservar lo que ha llegado a su fin.
Tú, el coleccionista de mariposas,
aquel ser invisible cuya silenciosa presencia nos hace temblar.
Atento a cada crisálida que rompe su capullo,
completando la metamorfosis que la encamina a la vitalidad.
O solo es una excusa que justifica su inminente muerte;
porque observa el descenso del viviente hacia su propio seol.
Con calma y sin agitación, se mantiene al margen;
observando el prisma de colores en el batir de sus alas.
Variante en nombres, especies, pinturas y tamaños;
siendo hermosas cada una por su singularidad.
Y el coleccionista de mariposas las mira a lo lejos,
a espera de la próxima, cuyas escamas se marchitarán.
Moviendo sus alas a espera del último aliento,
hasta que el prisma de colores se vuelva a opacar.
Pero él no las deja en el frío suelo,
ni permite que pierdan su elegante color.
Con sumo cuidado, toma su cuerpo cansado,
cuya esencia después de un suspiro se desvaneció.
Y preserva la jaula que una vez encerró su ser.
Como la tierra conserva a los muertos que descienden a ella.
Tú, coleccionista de mariposas,
caballero que no permites que mueran por segunda vez.
El arte de preservar sus cuerpos, pocos lo saben;
y él, con cuidado, acuesta sobre el vidrio los restos de ellas.
Cerrando la tumba de cristal donde duermen eternamente;
dando un paso atrás para admirar la colección que descansa en un rincón.
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Editado: 12.09.2024