Sigue el son que la vida toca,
procurando destacar en la sociedad.
Camuflándose entre los seres normales,
el camaleón comienza a avanzar.
Coleccionista de tantas máscaras,
se ha vuelto el actor principal.
Disfrazando las penas y las angustias,
con una risa contagiosa, se va a trabajar.
Y se esconde bajo una falsa aura,
mostrando que está relajado.
La verdad es que está angustiado,
buscando la manera de escapar.
Necesita mantenerse sereno,
porque no debe mostrarse afligido.
Y combinando con el entorno,
se mueve alegre, haciendo ruido.
Como el girasol que se alza y se marchita,
así termina el camaleón con la rutina.
Después de una jornada llena de risas,
muestra su verdadera apatía.
Y está apagado,
porque la luz que irradia es falsa.
Y está agotado,
porque camuflarse le quita demasiado vigor.
Con mucha desgana se arrastra en casa,
mostrando su lado de mal humor.
Ya no hay risas ni entusiasmo,
solo está el color de piel opaco.
Y el ceño fruncido quita la máscara;
y el color gris se hace presente.
Su mundo no tiene colores alegres,
no hay necesidad de imitar el alrededor.
Aburrido es el camaleón,
pero no puede dejar que la gente lo sepa.
Perdería su buena reputación;
perdería su excelente show.
Con la cara amarga y gris,
el camaleón al día le pone fin.
Sus sueños son escasos y absurdos,
igual que su falsa vibra en los discursos.
Una vez más se debe levantar,
pintarse de colores e ir a trabajar.
La farsa se repetirá todos los días;
y el camaleón seguirá con su doble vida.
Se encuentra aburrido de fingir sus colores,
pero se ha vuelto su hábito natural.
Y vendrá el día nuevamente,
donde una vez más, se va a camuflar.
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Editado: 12.09.2024