La inquietud comenzaba a dominarla. A pesar de haberlo olvidado el primer día, con el pasar del tiempo y estando completamente sola, comenzó a dominarla el pánico. Vagamente podía recordar que unas manos rodeaban su cuello, pero no sentía que la asfixiaba como lo sintió cuando despertó, sino que le obligaban a mirar algo que se negaba a ver.
¿Qué había pasado? ¿Por qué sentía que si se lo contaba a alguien ―incluso a Franco― se metería en problemas?
Franco le había dicho en una ocasión que, de todos modos, debía colaborar con la policía. Ella misma había notado que sus heridas no eran normales ni típicas de un accidente de coche. ¿Acaso...?
Se sobresaltó tanto al escuchar la puerta del departamento abrirse que tuvo que cubrirse la boca con ambas manos para que su grito no se escuchara con fuerza. A Franco aquello no le pasó desapercibido, a pesar de que Alex intentó disimularlo.
―¿Cómo te fue? ―le preguntó con una sonrisa nerviosa.
―¿Está todo bien? ―indagó él, dejando su maletín sobre un sillón y sentándose a un lado de ella, en el suelo, frente a la mesita de centro.
―Sí, ¿por qué? ―susurró sintiendo su corazón aún latiendo con rapidez.
―Pareces nerviosa ―comentó él, hojeando los libros que ella parecía estar leyendo; eran los pocos que él tenía sobre psicología.
―Solo estaba muy concentrada leyendo.
―¿Has recordado algo? ―le cuestionó, tomando uno de los libros que tenía frente a ella y se encontraba abierto sobre un tema que a él también le interesaba, sobre todo en los últimos días.
Amnesia disociativa.
―No ―se apresuró a decir―. ¿Crees que sea eso? ―preguntó señalando el tema que minutos antes estuvo leyendo.
―Podría ser, pero esa no es mi especialidad, así que no puedo afirmar nada.
―¿Tendría que ir con el psiquiatra para saberlo?
―¿Lo has estado considerando? ―inquirió, observándola, pero ella solo negó.
―No quiero hacerlo.
―Pero nunca vamos a saber quién eres o encontrar a tu familia ―comentó Franco, consternado.
―¿Y si no quiero volver? ―susurró, mirándolo.
Lo decía no con la intención de quedarse con él ―aunque muy en el fondo lo quisiera―, sino porque no deseaba recuperar esa vida. Aún no tenía idea de quién era, pero sabía que no era alguien bueno. Por eso, más que cualquier otra cosa, no deseaba saber qué era su anterior vida.
Sin embargo, Franco se sintió halagado y conmovido. Él creía que no había hecho la gran cosa, solo lo que su corazón le había dicho lo que debía hacer. Poniéndose a pensar un poco más en eso, no tenía idea de por qué había actuado como lo había hecho y por qué estaban ahí, juntos.
―Yo creo que debemos seguir buscando. ¿Y si tu familia está preocupada por ti? Para ellos simplemente desapareciste.
―¿Y si nadie me está buscando? No sabemos qué clase de vida tenía, por qué me torturaron, por qué... ―de pronto calló, pensando que había hablado de más; no quería que él supiera que tenía una diminuta sospecha de cuál podría ser su vida anterior.
―¿Qué...? ―instó él, para animarla a continuar.
No lo hacía con la finalidad de ir "corriendo" a la policía, ni mucho menos hacerla sentir mal, pero creía que lo correcto y lo mejor que podía hacer por ella era hacerle recordar a su familia. Franco ni siquiera podía imaginarse en olvidar la suya, por mucho que hubiera vivido un evento traumático. Aunque no tenía idea de qué tuvo que vivir ella para bloquear todo, incluso quién era ella.
―Ya no quiero seguir hablando… ―se levantó del suelo y, con mano temblorosa, recogió los libros.
―Alex ―le llamó, arrepintiéndose de haber insistido.
La tomó del brazo, pero ella se soltó, dejando caer las cosas sobre la mesa.
―Ya cené, me iré a dormir. Buenas noches ―se despidió, dejándolo solo y contrariado.
La puerta se cerró con fuerza y Franco soltó un suspiro. Había tenido un día muy pesado y solo quería regresar para verla. Ella le traía paz y no sabía por qué.
Justo cuando se levantaba para recoger el material se percató que uno de ellos tenía escrito unas notas. No quería indagar más de lo que ella le permitía ver, pero al cerrar el libro se dio cuenta del título. Rápidamente buscó la página quedando algo confundido.
«¿Víctima o victimaria?»
¿Por qué creía que podía ser la culpable de su propia agresión? Las heridas, él mismo las había analizado, y muchas de ellas habían sido hechas con la intención de lastimar, pero no con el propósito de hacer un daño irreparable. Era casi imposible que ella misma se hubiera hecho esas lesiones.
Entonces decidió esperar. Si ella había confiado lo suficiente en él como para irse a vivir sin conocerlo, quizá llegaría el momento en el que confiara en él para contarle la verdad.
Su verdad.