Por la mañana todo parecía distinto, pero a la vez igual. Se dieron los buenos días y desayunaron en silencio. Cuando Franco se disponía a irse, besó con suavidad sus labios y dejó un dulce beso en su frente; sabía que la noche anterior a ella le había gustado ese gesto. La vio cerrar los ojos y sonrojarse con una sonrisa tierna.
―Solo revisaré a unos pocos pacientes y te veo más tarde en la cafetería, ¿de acuerdo?
―De acuerdo ―le respondió con timidez.
Alex había despertado con mayor seguridad respecto a esa vida y a su pasado. Encontraría la manera de decirle a Franco quién era sin que sonara demasiado escandaloso y todo seguiría su rumbo como debía ser.
Se encontró con Laura en una peluquería, tal y como habían quedado el día anterior. Era parte de su transformación, de su nueva yo. Pidió que le cortaran el cabello a la altura de los hombros y que lo aclararan unos cuantos tonos. Al mirar el resultado, sonrió satisfecha. Esa era quien deseaba ser a partir de ese día.
―¡Te ves tan distinta! ―exclamó Laura cuando salieron de la peluquería.
―¿De verdad? ―preguntó Alex entre risas, tocando su cabello corto y casi pelirrojo.
―Sí, me gustó cómo te ha quedado ese flequillo.
―Gracias ―se sonrojó.
―A Franco le va a encantar ―comentó Laura, haciéndola sonrojar aún más.
―Espero me reconozca ―bromeó Alex al ver su reflejo en un aparador.
Las dos rieron y caminaron un buen rato en silencio. Les gustaba estar acompañadas la una de la otra. Laura no había compartido con alguien tanto tiempo como lo había hecho con Pablo desde que habían abierto la cafetería y Alex le agradaba mucho. Sentía que su energía era pura. Quizá ocultaba algo, pero no quería incomodarla. Estaba segura de que no sería nada malo, por lo que quiso confesarle una noticia que había recibido esa misma mañana.
―Hay algo que me gustaría confesarte ―le dijo Laura al salir, jugueteando un poco con las llaves del local.
―Claro ―dijo Alex con una gran sonrisa.
―Aún estoy esperando un poco para decirles a los chicos. Pablo ya lo sabe, pero me gustaría compartirlo contigo ―la vio sonrojarse y Alex no supo interpretar esa reacción.
―¿Qué sucede? ―le preguntó cuando llegaron a la cafetería.
Laura se tomó su tiempo al abrir la puerta y encender las luces.
―Vamos, Laura, no soy buena con los misterios. Me estás poniendo nerviosa.
―Estoy embarazada ―le confesó, colocando sus manos en su vientre aún plano.
Alex se congeló en su sitio. Un bebé, había un ser humano creciendo en el cuerpo de su amiga, un ser indefenso que desconocía por completo la crueldad del mundo. No sabía por qué, pero comenzó a tener un leve ataque de pánico y se dejó caer frente a Laura. Esta creía que era por la emoción y se acercó a abrazarla. Alex, por su parte, se aferró a su cintura y enterró su rostro en el estómago de Laura.
―Voy a cuidar de ti ―le dijo al pequeño grupo de células que se formaba en su interior―, incluso aunque me cueste la vida.
―No seas dramática, Alex ―se rió Laura, ignorando la desesperación interna de Alex.
―El mundo es horrible, Laura ―la miró, aún desde el suelo.
―Lo sé, pero no hay que exagerar. Vamos, hay que prepararlo todo.
Con un suspiro de pesar se levantó y comenzaron a organizar todo.