Metanoia

Capítulo 28

Con un suspiro cruzó una de las avenidas y atravesó uno de los callejones que usaba como atajo. De pronto sintió que alguien la seguía, aunque se convenció de que quizá era su paranoia.

―¿No crees que es peligroso ―la sobresaltó una voz que escuchó muy cerca de su espalda― caminar sola por aquí?

―No hagas eso ―le pidió entre dientes.

―Me sorprendes ―contestó él, ignorando la expresión consternada de Alex que miraba a todas partes, intentando evitar que los vieran juntos.

―¿Ah, sí? ―bufó, acelerando el paso, pero Bastián era muy alto, por lo que en un par de zancadas la alcanzó.

―Fue muy difícil encontrarte ―comenzó a hablar en griego, lo que hizo que Alex se tensara aún más.

―Deja de seguirme ―le pidió, a unas calles de la cafetería.

Οχι (No) ―dijo con voz firme, tomando el brazo de ella.

Alex lo miró aterrada y Bastián la soltó de inmediato, confundido. Ella inclinó su cabeza para evitar su mirada.

―No estoy lista, Bastián.

―Tú siempre estás lista ―insistió este.

―Ahora no. Ya no ―susurró ella.

Αλεξάνδρα (Alexandra) ―le llamó.

Αρκετά! (Suficiente) ―rugió ella, sobresaltándolo.

εδώ είσαι (Aquí estás) ―ronroneó Bastián con una macabra sonrisa.

Estuvo a punto de gritarle una barbaridad, cuando una conocida voz la detuvo.

―¿Alex? ¿Estás bien? ―preguntó Pablo, acercándose a ella.

A lo lejos vio a Laura, observando la discusión. Alex se alteró de nuevo, no quería involucrarlos, mucho menos a ella.

―Estoy bien, solo me preguntaba una dirección ―mintió, lanzándole una profunda mirada a Bastián.

―Te lo agradezco ―agradeció con una leve inclinación, pero con un extraño fuego en sus ojos.

―Ya vamos a abrir la cafetería, vamos ―informó Pablo, colocando sobreprotectoramente un brazo detrás de la espalda de Alex.

―Tal vez podría comer algo antes de continuar con mi viaje ―dijo Bastián detrás de ellos.

Por poco quiso enfrentarlo, pero Laura se acercó a ella para abrazarla y juntos fueron a abrir el local. Bastián no se marchó incluso aunque terminara de comer. Observaba cada movimiento que Alex hiciera y cómo vertía con delicadeza la leche sobre el café, creando figuras deformes que ofrecía con una tímida sonrisa a los clientes. 

Bastián no dejaba de sorprenderse del cambio radical que había tenido Alexandra y no pudo evitar soltar una carcajada cuando la vio fruncir las cejas, molesta consigo misma al no conseguir ninguna figura en la leche del café.

―¿Deberíamos llamar a Ray? ―preguntó Laura cuando estuvieron los tres juntos en la cocina, observando, medio escondidos, cómo Bastián los buscaba desde su lugar.

―No ―dijo Alex con un suspiro.

―¿Lo conoces? ―cuestionó Pablo.

―Sí… ―confesó con el corazón latiendo a mil, preparándose para su confesión―. Es mi hermano.

―¿De verdad? ¿Cómo es que…? ―Preguntó Laura sorprendida, pero solo vio a Alex encogerse de hombros―. Da algo de miedo. Parece mafioso ―comentó, observándolo cuando éste miró a la calle.

Alex se rió y salió de la cocina.

Si tan solo supieras la verdad, pensó Alex con pesar.




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