No quería seguir negándolo; extrañaba a su hermano menor y había tantas cosas que quería decirle así que, tan pronto entraron al lugar, buscaron a sus amigos y Alex se excusó para ir al baño. Las chicas la quisieron acompañar, pero ella se adelantó para desviarse a la que creía era la oficina.
Entró sin tocar y vio a su hermano sentarse frente al escritorio de madera de roble que se encontraba en el pequeño cuarto. A él siempre le habían gustado los muebles de madera. Toscos y oscuros, tal y como él era en su interior. El remordimiento de su pasado volvió a dominarla y, con un suspiro, se acercó.
―Toma asiento ―le pidió Bastián, con una sonrisa burlona; era obvio que le encantaba el cambio de papeles.
―Perdóname, Bastián ―comenzó a decir Alex, tomándolo por sorpresa.
―¿De qué hablas? ―preguntó este, enderezándose en la silla.
―Por lo que te he hecho en todos estos años. No debí forzarte a trabajar para mí ni debí…
―Cállate ―rugió furioso―. ¿Qué carajo te pasó? Te has vuelto demasiado débil. Papá estaría decepcionado ―Alex se tensó.
―La opinión de él me sobra, ni siquiera sabía que le tenías aprecio.
―Sí, claro ―se burló―. ¿Y lo que le hiciste a William? Te veías bastante orgullosa al salir del sótano ―ella bufó, desviando la mirada.
―En ese momento creí que había hecho lo correcto, pero ahora no es así.
―¡Por favor, Alexandra! ¿Qué es lo correcto? ―exclamó este, alzando los brazos―. Esto es lo que somos.
―Pero hay más…
―No ―gritó él, levantándose―. Esto no se va a quedar así, Alexandra Nikolau. Así como le hiciste pagar a otros por abandonar a la familia, tú ―le señaló con un dedo― también vas a sufrir las consecuencias. No porque hayas sido la cabeza de todo esto, vas a salvarte. Ahora soy yo quien lidera a la familia y seré yo quien se encargue de ti.
―Bien ―le respondió, aproximándose al escritorio e inclinándose sobre este para acercarse a Bastián―. Hazlo ―le ordenó Alexandra.
Lo vio tragar saliva con dificultad, pero se mantuvo recto, retándola.
―Será cuando yo diga ―susurró casi con voz débil, fallándole en ese momento tan crucial.
―Pero a ellos no los metas.
―¿Por qué te importan tanto?
―Porque son mis amigos ―confesó, provocando que Bastián soltara una sonora carcajada.
―Nosotros no tenemos amigos, Alexandra.
―Puede que tú no los tengas ―soltó y él le lanzó una dura mirada―, aún ―se apresuró a añadir―, pero yo sí ya los tengo.
―Ya veremos qué tan amigos seguirán siendo cuando sepan quién eres en realidad.
―No te atrevas ―le amenazó Alexandra.
―Eso es lo que quiero ―dijo este, alzando la barbilla―. Quizá no deberías dejarlos tanto tiempo solos.
Antes de agregar cualquier otra cosa, Alex ya se había retirado.
Por las cámaras de seguridad la vio salir por el pasillo y abalanzarse hacia la mesa donde se encontraban sus amigos en una discusión verbal con otro grupo de personas. Ella no dudó que Bastián los había enviado para que Alexandra interviniera y delatarse frente a los chicos.
―¿Dónde estabas? ―le preguntó Franco cuando la vio acercarse.
―¿Qué está pasando? ―cuestionó Alex, evitando la pregunta.
―Uno de ellos tiró la bebida en Aura y Ray le ha echado bronca ―respondió Abi a su lado.
―Conocemos al dueño del local ―escuchó decirle Ray al sujeto, dejando pálida a Alex.
―Sí, claro. Dicen que la propietaria desapareció, es obvio que este lugar no tiene dueño, es tierra de nadie ―insistió el sujeto, empujando a Ray.
La sangre de Alexandra comenzó a hervir, pero permaneció tiesa a un lado de Franco.
―De todos modos, nadie la extraña. Era una basura que se creía dios. Muerta está mejor ―dijo otro, confundiendo a Alex.
Entonces los reconoció. Eran sus soldados, del más bajo nivel, contratados para realizar ese tipo de discusiones absurdas solo para expulsar a los clientes que ya no querían en los antros. No sabía en qué momento Bastián había adquirido aquel lugar.
―Deberías de tener más cuidado con lo que dices ―apenas pudo escuchar a Bastián con la música a todo volumen.
―Por favor, Bastián ―se burló uno de ellos―, ella ya no está, no sigas de luto por su partida. Estamos mucho mejor así, sin la bruja esa ―concluyó y ambos tipos se carcajearon.
―¿De verdad? ―se giró hacia ella, mirándola.