Su cuerpo se tensó aún más. Retrocedió un paso, que Franco evitó y la mantuvo a su lado. Ninguno de los chicos reaccionó. Parecía como si en realidad no hubieran escuchado, pero ella sabía que sí, porque Bastián no dejaba de sonreír, viendo cómo Alexandra intentaba recuperarse.
Alex observó a cada uno de ellos. Notó cómo cada uno evitaba mirarse, mucho menos, mirarla a ella. Ahí fue cuando entendió. Ellos ya sabían quién era ella. Pero si eso era cierto, ¿desde cuándo? No pudieron haberse enterado ese mismo día porque estaba segura de que ellos no hubieran insistido en distraerla. Entonces, ¿por qué estaban ahí?
Confundida, miró a Franco que le regaló una pequeña sonrisa para tranquilizarla.
―¿Les dijiste? ―le preguntó con voz ahogada, sintiéndose traicionada.
―Alex ―le llamó Abi a su lado; Alexandra la miró casi horrorizada, pero la chica también le ofreció una sonrisa.
―Sabemos quién eres hoy, Alex ―intervino Laura―, no importa lo que hiciste en el pasado.
―Pero fueron cosas muy malas, Laura, mucho peor de lo que te puedas imaginar ―intentó asustarla.
Al final eso era lo que Bastián quería, que sus amigos supieran la verdad y alejarlos de ella, dejarla de nuevo sola para que volviera a él. Pero Bastián desconocía la estrecha relación que todos tenían con Franco y que este haría hasta lo imposible con tal de seguir a su lado. Quizá no conociera las consecuencias de lo que eso pudiera implicar, pero no le importaba. Alex se había convertido en alguien muy importante para él y nadie los iba a separar.
Incluso la muerte.
―Tú misma lo has descubierto, Alex, eso lo logran pocas personas. Reconocer los errores.
―No son simples errores, Laura.
―No importa qué, has decidido cambiar, a pesar de todo ―concluyó Franco a su lado.
Ella lo observó con ojos llorosos.
Franco le besó la cabeza.
Bastián se mostró desconcertado.
―Estás bromeando, es imposible que ella sea Alexandra ―se burlaron los tipos, pero Bastián los observó con una maliciosa sonrisa, entonces miraron de nuevo a Alexandra que los veía con una mirada que, aunque para sus amigos no significara mucho, para esos dos hombres significaba su fin.
Cuando parecía que todo ya se había aclarado y resuelto, otros soldados se habían enzarzado en otra pelea. Bastián se mostró abatido. Desde que Alexandra había desaparecido, ese tipo de peleas habían sido muy difíciles de controlar. Por mucho que él hubiera tomado el mando, aún no tenía la autoridad que tenía su hermana.
Alex lo notó y le dio tristeza darse cuenta de que su hermano seguía siendo incapaz de afrontar todas las dificultades que implicaba liderar una familia de la mafia. En realidad quería que él también saliera de todo ese lío. Ambos habían vivido un tormento a un lado de su padre, los dos merecían ser felices. Tal vez para ella había sido sencillo acoplarse a esa nueva vida luego de haber perdido la memoria y casi haber comenzado desde cero. Para Bastián no sería sencillo.
―Deberías controlar eso ―señaló Alex y Bastián la miró molesto, pero no dijo nada e intentó detener la pelea.
―Ayúdalo ―le pidió Laura.
Alex la miró con pesar.
Una cosa era que supieran quién era ella y otra muy distinta era ver quién era, de lo que era capaz de hacer.
―Estoy segura de que va a poder resolverlo.
Entonces vieron cómo él también recibía un golpe que le hizo tambalear.
Alex suspiró y, antes de que volvieran a insistirle, se acercó a la multitud que poco a poco iba creciendo. Los golpes y puñetazos cruzaban de un lado a otro. Su presencia fue suficiente para detener todo. Ninguna otra persona tenía la energía que tenía Alexandra. Todos supieron quién era ella en el mismo momento en que se acercó al centro de la discusión. Observó detenidamente a cada uno de ellos hasta dar con él, el que había tenido la valentía de sobrepasar la autoridad de su hermano y le había agredido.
Se acuclilló frente a él, ya que se encontraba en el suelo y lo miró durante un par de segundos.
―¿Tienes alguna idea de lo que has hecho? ―le preguntó de forma amenazante―. Has golpeado a tu nuevo jefe.
―¿Nuevo jefe?
―Se supone que estoy muerta, ¿quién crees que iba a tomar el mando? ¿Tú? ¡Ja! ―exclamó, sobresaltándolo―. Esta vez no me ensuciaré las manos.
―Alex ―le llamó Bastián y esta le lanzó una furibunda mirada.
Entonces recordó que los chicos estaban ahí. Se estremeció un poco y se levantó.
―Encárgate ―le ordenó a uno de ellos.
Su error fue bajar la guardia. Tal vez para los de más bajo nivel había sido fácil engañarla y desaparecerla, como se escuchaba en los rumores. Pero la realidad es que ella seguía alerta. Excepto en ese momento, que creyó todos seguirían respetando su palabra. Sin embargo, no era así. Nunca había tenido el respeto de su gente, solo el miedo de perder la vida o la de alguno de sus seres queridos.
Pero Alexandra nunca lo supo. Nunca supo el daño que les había ocasionado y lo resentidos que se encontraban.