Metanoia

Capítulo uno

Puedes tener a una persona.

Puedes amar a una persona, pero nada garantiza que sea el correcto. Amar es bonito, o eso me gusta pensar. Pero entregarle tu corazón, alma y cuerpo a alguien, ¿qué sentido tiene?
Me gusta pensar que la vida es justa con quienes lastimaron a otros, pero la mayoría de veces eso no es así. La vida es un sufrimiento constante, un recuerdo de que el infierno no necesariamente tiene que estar en el centro de la tierra o en otro lugar, sino que también puede estar en la misma tierra.

Que alguien entregue su corazón a otra persona es la muestra de amor más puro que existe.

Que alguien destroce el corazón de otra persona sin importarle qué pueda sentir es la señal de que esa persona, claramente, jamás será la indicada. Alguien así no merece amar, mucho menos ser amado. Quien no respeta y cuida un corazón ajeno es quien debe pagar las consecuencias.

No yo.

No, si siempre me esforcé por cumplir con sus expectativas. No, si lo único que hice fue darle todo e incluso más de mí.

¿Por qué cuando las personas se aburren, lastiman?

Entregué mi corazón. Me esforcé, lo defendí, reí, lloré, amé. ¿Todo para qué?
Si alguien ya no ama, ¿por qué ser infiel si se puede ser sincero?

—No es lo que parece —comenzó él. Miré la escena ante mí y, sin saber que hacer o decir, asentí.

—Ella se me abalanzó y me sedujo. Le dije que no, pero le dio igual y yo solo caí en tentación, Amelia.

—¡Eso no es cierto, Ashton! Tú me buscaste porque dijiste que esta mojigata no te atendía como debería.

—No escuches a esta zorra, mi amor —Le dio mirada rápida a Sofía mientras sus manos comenzaban a acariciar mis mejillas. Su expresión se suavizó e incluso su voz se volvió más suave.

Lo observé perpleja por su descaro, más me encontraba en una situación demasiado difícil como para reaccionar o decir algo. Mis ojos estaban llenos de lágrimas, lo sabía y lo sentía. Actuar como él me resultaba tan difícil…

—Eres un cínico, Ashton —murmuré como pude.

—Claro que no. Esto es un error, algo pasajero. Sabes que jamás lo haría si no tuviera una razón…

—¿Estás justificando tus acciones absurdas?

—¡No, por supuesto que no! Estoy siendo sincero. ¡Nada de esto habría pasado si tú me atendieras como una mujer debe hacerlo como un hombre!

—¡Por Dios! ¿Es que acaso estás escuchándote? ¡Estoy enferma, Ashton! Dijiste que lo podías comprender. Si es así, ¿por qué me lastimas?

—Yo solo…

—Si puse mi corazón en tus manos, ¿no podías solo devolverlo sin romperlo, Ashton? ¿No fui suficiente para ti? ¿Por qué actúas así?

Silencio fue lo único que obtuve y noté que, aunque no decía nada, al mismo tiempo lo decía todo. En sus ojos pude verlo. Tal vez podía estar arrepentido, pero yo no podía justificar sus acciones porque eso significaba que me lastimaba a mí misma.
Mi corazón dolía tanto que incluso respirar se me hacía una tarea difícil de llevar a cabo. Sus ojos se aguaron y eso fue lo que hizo toda la situación aún peor.
Él jamás lloraba. ¿Lo haría por mí?
Sus labios se movieron como si quisiera decir algo, pero no se atrevía a continuar. Lo miré esperanzada, con la vaga ilusión de que todo lo que había visto no era más que una broma. Pero eso no fue lo que sucedió.

—Lo siento, Amelia. Tal vez debemos dejarlo aquí.

Ya sin poder evitarlo, las primeras lágrimas comenzaron a caer. No intenté quitarlas. Sería en vano.

"Eres mi pilar, aquello que me sostiene y mantiene en pie. Sin ti, no soy nada. Estoy arruinada”

El nudo en mi garganta cortó mi respiración. Observé en todas direcciones, notando que lo que vi hace apenas unos minutos no podía ser un error. Si ella lo sedujo como él había dicho, entonces, ¿por qué todo parecía preparado?
Las cortinas daban una increíble vista a la Luna, la cual estaba hermosa y brillaba sin preocupaciones. Seguí analizando toda la habitación, siendo cada vez más consciente de que Ashton jamás había tenido algún detalle así conmigo. Velas decoraban la habitación, dándole un toque romántico. Pétalos hacían un camino desde donde yo estaba e incluso antes, iniciando en el salón hasta la habitación en donde, hasta hace unos instantes, el hombre al que amo compartía cama con una mujer.

Mujer que no era yo.

Me destruyó comprender que ella era todo lo que a mí me faltaba. Una melena tan rubia como los rayos de sol caía en ondas por sus pechos prominentes, hasta su pequeña cintura. El recorrido seguía incluso más abajo de sus caderas, pero no me atreví a mirar. Si lo hacía, terminaría por romperme a mí misma.

Ella es todo lo que te gustaría ser, pero que jamás serás.

Sus grandes ojos más azules que el océano me devolvieron la mirada en silencio. Así nos mantuvimos durante el tiempo suficiente para que la idea de ya no ser suficiente para nadie tomó fuerza en mi cabeza.

¿Era tonto pensarlo? Es un mundo grande, con muchas personas. No entiendo por qué lo hago tan pequeño, pero saber que no soy la persona más simpática me resta puntos y no me ayuda a sentirme mejor.
Los labios de Sofía se movieron; pero no pronunciaron palabra alguna.
"Perdiste", entendí. No me molesté por eso. Siempre lo hice, siempre perdí. Nunca tuve ni tendré la oportunidad de ser algo más que este desastre porque ya todo está definido y no puedo cambiarlo.

Una sonrisa con la que fácilmente podría conquistar a cualquier persona, hombre o mujer, apareció en su rostro y lo odié.
Odié la forma en la que dolió.

Odié la forma en la que mi corazón se rompió.
Pero más que nada, odié la manera en la que mi mente se marchitó y oscureció. Lo único en lo que podía pensar era en el peso que debería ganar para verme más bonita. O en cuánto dinero me saldría si decido hacerme una operación para ser como ella.

¿Sería tan doloroso? ¿Valdría la pena? Puedo desear cambiar, pero ¿y luego?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.