Metanoien

Capítulo 4

Su madre y hermana no se enfadaron tanto cuando notaron que, evidentemente, las habían engañado.

Pero aún así fue doloroso para ellas llegar al susodicho departamento y encontrar... nada, no estaba Elián y su closet medio vacío con solo unas sudaderas y unos viejos pantalones las entristeció: el lugar se encontraba vacío, tan vacío que parecía un departamento deshabitado si no fuera por los muebles y una pequeña carta con papel arrugado las mujeres habrían considerado la idea que se equivocaron de lugar. 

Fue una "estrategia" un tanto cruel.

Incluso ellas admitían que de no ser por esa pequeña mentira jamás accederán a irse del pueblo. Después de todo Charlie tenía un prometido y Caely su turno en el hospital. 

Ambas se sintieron sumamente decepcionadas, y los hermanos lo sabían, sin embargo, sabían que era lo mejor en tales circunstancias tan... inusuales.

 

[. . .]

 

—¿No es mejor, no sé, contemplar otras opciones menos... arcaicas, hermano? —Preguntó Félix, el príncipe menor del reino Neosol. El primer príncipe se encontraba muy aferrado a la idea de seguir la antigua tradición, tradición que por cierto fue prohibida dado a la brutalidad que conllevaba seguir ciertos pasos. 

—No.

Su respuesta tajante hizo que Félix rodará los ojos hacia el cielo, exhaló para calmar sus nervios. Yurial terminaría por sacarle canas verdes, envejecerá más rápido si seguía acompañándolo en sus experimentos tan poco populares. 

Malditas tradiciones, malditos dioses, malditos todos.

Refunfuño hastiado, caminaba a lado de Yurial por simple costumbre, ni siquiera sabía por qué rayos lo seguía a todos lados. Felix, su guardia, se encontraba en horas de almuerzo, precisas horas en que Yurial aprovechaba para hacer de las suyas a escondidas.

—Vamos hermano, con este son seis intentos fallidos, no me digas que vas a seguir intentándolo. Tus manos están más que magulladas, mírate, no puedes sostener tu espada sin hacer muecas. —Renegó él con un tono chillón. 

—Félix —lo llamó Yurial—, esto es importante. 

Hizo énfasis en "esto" haciendo alarde con la mano recorriendo las marcas que ahí yacían. 

—Lo sé. 

—...Pero sigues sin creerme. —Dictaminó dolido. 

—Yurial, no esperes que te crea cuando llevabas seis años de tu vida masacrado tu cuerpo como un borrego en matadero, ningún intento a dado resultado. —Miró sus pies avergonzado, decir eso se sentía como una traición. —Yo sé que te esfuerzas. Pero me gustaría que consideres la idea de casarte, tener una familia, sentar cabeza. 

»No me gusta verte tan infeliz, hermano Yurial. 

Sus ojos lagrimearon exteriorizando su dolor. El rostro de Yuri cada vez se tornaban más opaco de un verde enfermizo, no era un secreto que su salud estaba por los pisos casi tocando el infierno. No dormía, rara vez comía, no salía del palacio si no era por motivos aristocráticos, no estaban seguros de cuándo fue la última vez que vió el sol o que los rayos del sol tocaron la piel lechosa del chico.

El corazón del príncipe se contrajo— Un intento más. Solo uno más.

—¿Y si no funciona...?

—Lo dejaré. Lo prometo.

Ninguno de los presentes dijo más. Yurial sabía que Félix no estaba contento con su pedido, y también sabía que muy dentro de él, Félix lo conocía, conocía que su voluntad no se quebrantará. 

Juntó las piezas necesarias del rompecabezas, estudió con antelación cómo funcionaban y para qué servían: aquel círculo complementado de piezas hechas con barro antiguo le traería el resultado que tanto buscó. 

No eran piezas muy elaboradas, le tomó alrededor de ochenta días dar con todas las piezas "perdidas", de hecho Félix y unos guerreros seleccionados le ayudaron en su tarea. Los tres grupos se dividieron y acudieron a cavernas, cascadas, lagos y mares de aguas profundas en busca de las piezas de barro. 

Los más conocedores del tema decían que las piezas fueron forjadas con fuego azul en calderas de plata y posteriormente tratadas por un artesano con destrezas divinas. Demasiados detalles para solo haberle dado un vistazo a las piezas, hasta sonaba a mentira.

Una vez hecho el círculo sólo faltaba el último paso.

La ofrenda más dolorosa para él. Dar su cristal de luz que lo reconocía como sucesor del trono astral, prácticamente está renunciando a su legado como rey. 

Pero un rey no es aquel que se sienta en un trono de oro, sino aquel que lo da todo por su pueblo. 

Su pueblo atravesaba esa época de enfermedades desconocidas y escasez profunda, la tierra infértil y árida no servía para dar cosecha o tan siquiera para alimento de ganado. Sólo hay piedras y hierba seca.

 La leyenda decía que los antiguos dioses dejaron a su artesano divino en la tierra para cuidar de los humanos y proporcionar sus secretos acerca de la cosecha y de cómo criar un ganado, pero la avaricia del hombre los orilló a asesinar al pobre artesano; si no era de ellos entonces no sería de nadie más. 

El egoísmo causó la situación actual de su pueblo y de muchos pueblos más, quedaban pocas ciudades prósperas, y las que quedaban cerraban sus puertas a todo extranjero. 

Neosol, su reino es considerado como uno de los más prósperos por su gran reserva de alimentos pero él sabía que aquella abundancia estaría próxima a desaparecer, y al igual que otros reinos, el suyo también moriría a manos de la sequía y desabasto.

Entonces recurrió a los pergaminos y libros antiguos, investigó acerca de qué solución existe, y lo encontró, encontró el libro de Las Séqias, el libro prohibido por los antiguos reyes que aún entendían el idioma dentro del libro. Era un libro hecho a mano con hojas de arroz y carcasa de cuero negro que contenía textos en idiomas nunca antes vistos por el príncipe, y eso que él estudió todas las lenguas. 

Inicialmente dudo de la veracidad de la información pero no tenía a dónde más recurrir y decidió creer en aquello que desconocía. 




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