Estoy en casa de mi mejor amiga Caroline en medio de una crisis de ansiedad. Ayer era la mujer más feliz del mundo, pero hoy en la mañana el hombre que más amaba ha decidido dejarme; le bastó una simple carta y un "me voy porque ya no eres la mujer que amo".
Busqué sus cosas en un intento desesperado por que solo fuera una broma, pero no había nada; ni una corbata dejó, se esfumó. Me ha bloqueado del celular, estoy perdida sin él, no entiendo en qué fallé, qué hice para que dejara de amarme.
—Vamos, Lily, bebe este té, te hará sentir un poco mejor.
—Nada puede hacerme sentir mejor solo que Samuel me llame y me diga que esto es una broma.
—Te amo, Lily, y por eso tengo que decirte que Samuel no te llamará; te ha bloqueado. No te niego que estoy sorprendida por lo que hizo, pero tú no eres culpable de sus decisiones.
—¿Por qué me dejó? Le di todo de mí, yo... yo lo único que no pude darle con el dolor de mi corazón son hijos porque no puedo tenerlos, claro, por eso me ha dejado, debí suponerlo, aunque me decía que no le importaba no tener hijos.
—No es tu culpa, Lily, él sabía que no podías darle hijos y quiso quedarse contigo, pero eso ya no importa. Tú no eres responsable de nada, ¿me oíste? De nada.
—Necesito buscar trabajo, no tengo ni casa; esa casa es de él, yo no tengo nada mío. Él nunca me dejó trabajar porque él podía dármelo todo; eso me decía siempre que le pedía que me dejara trabajar.
—Vivirás aquí conmigo; sabes que jamás te dejaría, amiga. Y por trabajo no te preocupes, hablaré con Lucca; mi vecino trabaja en un prestigioso bufete de abogados y me había comentado que buscaba asistente para uno de los socios, algo así. Le mandaré un mensaje.
—Te lo agradezco; necesito trabajar.
Mi celular suena, es un número desconocido; contesto pensando que es mi marido.
—Samuel, ¿eres tú?
—Buenas tardes, señorita, soy el abogado Luis Alberto García. El motivo de mi llamada es para informarle que mi cliente, el señor Samuel Noriega, ha solicitado el divorcio, y el motivo de mi llamada es para acordar…
No soy capaz de escuchar más; cuelgo la llamada y suelto a llorar. ¿Cómo pudo caerme esto, irse sin hablar, sin darme sus razones? Apenas el fin de semana me sorprendió con flores y chocolate y me llevó a comer. Y hoy me pide el divorcio.
Siento el abrazo de mi amiga.
—Todo pasará, vamos —me levanta y me toma de la mano.
—Date un baño, saldremos por unos tragos, lo necesitamos.
Nada convencida, entro al baño, enciendo la regadera y entro en ella. Cierro los ojos; mis lágrimas no se ven ahora que cae agua por mi rostro.
Estoy en un antro en contra de mi voluntad, pero Caroline me insistió, y al final accedí porque sí necesito unos cuantos tragos, muchos tragos en realidad.
No tardó en sentir el calor de las copas; Caroline y yo hemos estado bailando por casi una hora. Bendito Dios que hoy en día en los antros las chicas traen tenis, porque no aguantaría ni media hora.
—Voy por más tragos, espérame aquí. —Caroline me dice.
Tomo mi celular para llamar a Samuel una vez más, pero sigo bloqueada, vuelvo a guardar el celular.
Mi amiga llega con más tragos.
—Listo, ya tienes una entrevista de trabajo para mañana. —Lucca me ha dicho que aún está la vacante, es para el nieto del jefe y es muy especial, pero tú puedes con eso, amiga.
—Eso espero, amiga.
—No te preocupes por eso, ya mañana sabrás, y ahora vámonos, porque la entrevista es a las 8 y tienes que ser puntual, así que vamos a dormir.
Mi despertador suena a las cinco a. m.; me meto a bañar. Caroline me ha dejado uno de sus trajes para dar buena impresión, pero no sé si con mi cara lo logré. Tengo los ojos hinchados de tanto llorar y no voy a mentir, he llamado muchas veces a Samuel, le he dejado mensajes y hasta le he llamado a su hermana, pero ella no me quiso decir nada.
El traje me queda espectacular, o eso pienso yo, aunque debo cuidar en no ensuciarme porque es blanco; la camisa negra y llevo zapatos de tacón alto. Odio los tacones, pero Caroline piensa que son los indicados.
El vecino de Caroline se ha ofrecido a llevarme; estoy esperándolo en el estacionamiento.
—Hola, tú debes ser Lily —llega el vecino de Caroline.
—Hola, sí, soy Lily —le extiendo mi mano para saludarlo.
—Ese es mi coche —señala el coche azul marino al fondo del estacionamiento.
—El bufete está cerca de aquí, a quince minutos. ¿Has oído hablar de nuestro bufete Alarcón?
—Sí —contestó—. Es verdad, sé que llevan los casos de muchas personas con dinero y artistas; regularmente salen en televisión y, en su mayoría, ganan todos los casos.
—El que necesita asistente es Horus, uno de los nietos del jefe; él está al mando porque su abuelo se ha retirado, pero siempre está al pendiente.
Escucho atenta toda información dada.
—Es un poco complicado, no te voy a mentir; las asistentes no le duran ni una semana, pero en el trabajo es excelente, solo es que le encuentres el lado.
—Espero quedarme con el trabajo, lo necesito —mencionó.
—Seguro te quedas, ya verás.
Llegamos diez minutos antes de las ocho; Lucca entra hasta las nueve, pero me hizo el favor de traerme. Me ha contado que las asistentes entran a las ocho.
—Lucca, buenos días. ¿Te has caído de la cama?
—Buenos días, don Jorge, solo hoy —le responde.
—He traído a Lily, viene para el puesto de asistente de Horus.
—Oh, a ver cómo le va. Don Horus ha venido hoy; está muy enojado. Ya vio las fotos de su nieto por todos lados, me imagino.
No sé de lo que están hablando; Horus, me imagino que es mi nuevo jefe.
—Sí, ya vi las fotos, Horus es así, liberal, le vale cuidar su imagen.
—Así es, pero su abuelo en verdad está enojado con él, me lo ha dicho.
—Y con justa razón, es mejor que vayamos arriba. —Lucca me señala el elevador.
Nos despedimos del hombre y nos subimos al elevador.