Escucho mi celular sonar. ¿Quién puede ser a esta hora? Mi despertador aún ni suena.
—Samuel, ¿eres tú?
—¿Quién es Samuel? —una voz desconocida me contesta.
—¿Quién habla? —me levanto de la cama.
—Soy tu nuevo jefe; como ya sé que eres lenta, empieza a alistarte en este momento.
Veo la hora; apenas son las 5 de la mañana.
—¿Está usted loco? Son las 5 de la mañana; aún me falta una hora de sueño.
—Entras a las 7 y me gusta que mis empleadas sean puntuales.
—Seré puntual, señor. —Cuelo la llamada.
Ese idiota me ha despertado; estoy segura de que nada de eso leí en mi contrato la mañana anterior. Mi celular vuelve a sonar, es de nuevo mi jefe.
—¿Le faltó decirme algo?
—No me vuelvas a colgar.
—No estoy en horario laboral, así que puedo hacer lo que quiera. —Vuelvo a colgar y apago el celular.
Ya no tengo sueño, me iré a bañar; Caroline debe estar durmiendo a esta hora, así que el baño es todo mío. Pero antes de buscar la música que quiero escuchar, entro a X a ver lo que se dice de mi nuevo jefe. En cuanto pongo su nombre, me salen infinidad de videos y fotografías. Su abuelo estaba en lo cierto: está en todas partes sin ropa. En otras fotografías se ve que está saliendo de hoteles en la madrugada, siempre con mujeres diferentes. ¿Se droga? No sé qué tan cierto sea todo esto que escriben sobre él. También hablan de su trabajo, pero es más de las fotos y chismes.
Salgo de bañarme, voy a aprovechar que me levanté temprano para ir a buscar a Samuel. Sé que hoy le toca salir a las 8 del hospital; iré a buscarlo, necesito explicaciones, me abandonó y solo una carta me dejó.
Salgo de casa a las 6; el hospital está cerca de la oficina. Si me da tiempo llegar, tomo el camión que le llegará hasta el hospital.
—Buenos días —saludo a la recepcionista del hospital.
—Señora García, bienvenida. ¿Busca a su esposo?
—Sí, lo estoy buscando a él.
—Está en el consultorio 5; puede pasar.
—Gracias, señorita.
Sé perfectamente dónde está el consultorio; uso el elevador para llegar más rápido. No quiero llegar tarde a mi primer día de trabajo.
Respiro profundo antes de abrir la puerta; no me importa si Samuel está ocupado o no.
—¡Samuel! —digo.
Él me mira por un momento, pero luego desvía la mirada.
—No vas a mirarme, decirme a la cara todo lo que escribiste hace tres días en esa maldita carta que me dejaste; huiste como el peor de los cobardes por la madrugada.
—No tengo nada más que decirte, no quería lastimarte, lo siento mucho, Lily.
—Te di 10 años de mi vida y terminas todo con un lo siento mucho.
—Te agradezco estos años, pero me enamoré de nuevo. Mi intención jamás fue hacerte daño.
—¿Te enamoraste de nuevo? Me estás tomando el pelo.
—Lo hice, nunca fue mi intención, pero pasó.
—Se te hizo muy fácil solo hacer tu maleta y salir de mi vida.
—No fue fácil tomar la decisión, pero no podía seguir siendo infeliz.
—¿Eras infeliz? Nunca me hubiera imaginado eso, ya que una noche antes te acostaste conmigo y me susurrabas "te amo". ¿Desde cuándo me engañas?
—Lo siento, Lily, pero ya no hay vuelta atrás y es mejor que dejemos las cosas así. Firma el divorcio, te dejaré la casa y te pasaré una pensión; nunca te dejaría desamparada.
—Mi amor, ya estoy lista para irnos —miró a la persona que recién entró.
Es una chica joven, muy joven, no pasa los 25 años. A pesar de traer el uniforme de enfermera, se marca su lindo cuerpo.
—Perdón, pensé que estabas solo.
—¿Por ella me dejaste?
—Es mejor que te vayas, Lily; firma el divorcio es lo mejor para los dos.
—Volveré luego. —dice la chica.
—Quédate, la que sobra soy yo —tomo mi corazón roto y salgo de ahí.
Tengo la respuesta: Samuel me dejó por otra mujer más joven, más guapa, más sexy y que tal vez ella sí le pueda dar hijos.
Salgo destrozada del hospital, nunca me había sentido más humillada; intento secarme las lágrimas, pero no tiene caso, siguen y siguen saliendo. Me duele el corazón, mi Samuel me ha dejado.
Cruzo la calle para tomar el camión para ir al trabajo, voy distraída y un automóvil me pita; corro para ponerme a salvo.
—¡Te puedes fijar al cruzar la calle! —me grita una voz, una voz que reconozco, la misma que me despertó a las 5 de la mañana.
Hacemos contacto visual; sé que me veo horrible, tengo los ojos llorosos y desearía que me hubiera arrollado y terminar con mi dolor.
Me siento en la parada de camiones y me suelto a llorar. No me importa si la gente me mira extraño; soy una estúpida, le entregué mi vida completamente. Tomo mi celular, busco el número del abogado. Le daré el divorcio.
Siento que alguien se sienta a mi lado, muy cerca de mí. Me llevo el celular a la oreja; espero que el abogado me responda.
—Diga —la voz adormilada del abogado, cuyo nombre no recuerdo, contesta.
—Soy Lily Rose West.
—Oh, señora West, estaba a punto de ir a buscarla a su casa.
—No es necesario, solo dígame cuándo y dónde me dirijo a firmar el divorcio.
—Debemos hablar sobre algunos temas: mi cliente le dejará la casa, una compensación por estos diez años y una mensualidad.
—¡No me interesa nada de él! ¡Solo quiero el divorcio, no me interesa su dinero!
Mi celular ya no está en mis manos; miro a la persona que lo tomó.
—Soy Horus Alarcón, sí, el mismo. Mi clienta y yo nos reuniremos con usted a las dos de la tarde en mis oficinas. ¿Sabe cómo llegar? Ok, lo imaginé, sea puntual.
Mi nuevo jefe está sentado a mi lado, con un traje que debe ser carísimo; al menos las personas dejaron de verme a mí para verlo a él.
—Vamos, Lilian, llegarás tarde. —Mi jefe se levanta y camina hacia su Aston Martin.
Camino a toda prisa; es muy alto un solo paso de él, son tres míos.
—¿Puede devolverme mi celular, por favor?
—Este celular es una basura; si vas a ser mi asistente, debes traer un celular mucho mejor que esta baratija.