Mi Abogado

CAPITULO 3

Estoy muy nerviosa; mi loco jefe quiere dejar sin dinero a Samuel y yo no quiero. Sí sé que me engaño y que incluso se va a casar con otro en cuanto le dé el divorcio, pero ¿qué hago con mis sentimientos? Aun lo amo, no ha pasado ni una semana que me dejó y no sé si lo que hago es lo correcto.

El abogado está por llegar y no sé si estoy lista para esto. Tengo enfrente a mi jefe.

—¿Estás nerviosa?

—No —miento.

—Mientes.

—Un poco —respondo sin titubear.

—No tienes nada de qué preocuparte, tu ex se arrepentirá de haberte dejado.

—Esto no está bien, señor, en verdad solo quiero divorciarme y dejar las cosas atrás, sí, mi marido, mi exmarido, mejor dicho.

—Oh no, ni lo pienses, no le va a dar el gusto.

—Eres un mujeriego, te gusta estar en las portadas de las revistas, siempre con mujeres diferentes y te molesta que otro hombre haga lo mismo.

—No te equivoques, Lilian, yo soy un hombre soltero, no lastimo a nadie con lo que hago, por eso nunca me casaré.

—Tu abuelo te va a casar —me burlo.

—No lo hará, no es la primera vez que lo intenta.

—Buenas tardes —el abogado de Samuel entra a la sala de reuniones.

Mi jefe se levanta para saludar cordialmente al abogado.

—Tome asiento para poder ir al grano.

—Aquí tiene la propuesta de mi cliente: le dejará su casa, puede elegir una de las 3 casas que tiene para vacacionar y una cantidad mensual; puede verla por ustedes mismos.

El abogado le da las hojas a mi jefe. Pero él no las acepta.

—No nos interesa nada de lo que venga en ese documento; aquí está nuestra propuesta, colega.

El abogado sí acepta las dos hojas dadas por mi jefe. El abogado los mira por su cara; no le gusta nada lo que está leyendo.

—Lo que pide es demasiado, mi cliente no aceptará esto.

—Su cliente es el que decidió dejar su casa y serle infiel a su esposa. Y si nos permite, tenemos cosas que hacer; tómese el tiempo que quiera para darnos respuesta, ya sabe en dónde encontrarme.

Salgo detrás de mi jefe sin comprender nada porque no sabía de la existencia de lo que contienen esas hojas; mi jefe y abogado es un gran loco de atar.

—Me puedes decir al menos qué le estoy pidiendo a mi marido.

—Muy pronto será tu exmarido; ya lo puedes llamar así, Lilian.

—Y será que tú me puedes llamar por mi nombre.

—No, no quiero y no me importa en realidad tu nombre. Y si quieres saber qué le estás pidiendo, te mandaré a tu correo una copia.

El correo llega a mi celular. Lo abro y casi me voy de bruces con lo primero que leo: las cantidades que mi jefe pide son abismales. Está loco si piensa que Samuel me dará esa cantidad de dinero; está pidiendo dos casas, coche y un celular. Por Dios, en verdad este hombre es abogado.

—Escuche, jefe, sé que quiere ayudarme, pero lo que está pidiendo es una exageración; yo solo quiero divorciarme y olvidarme de todo lo que pasó.

—Con el video que te enviaron demuestra su infidelidad; el muy idiota le está pidiendo matrimonio a su amante y aún está casado contigo, y como te lo dije, solo quiero quitarle esa estúpida sonrisa.

—Dudo mucho que Samuel quiera darme esa cantidad.

—No lo dudo, con ese celular que tienes no creo que te diera lo que mereces.

—Es lo más lindo que te he escuchado decir desde que te conozco.

Él no me contesta, vuelve a reanudar su marcha y yo tras de él.

La tarde transcurrió sin contratiempos; mi jefe tuvo dos reuniones más con clientes superpoderosos en las que incluso yo no pude estar presente. Lucca ha estado al pendiente de mí, ha venido incluso a explicarme algunas cosas. Caroline también me ha llamado para saber cómo van las cosas. Le dije las cosas locas que ha hecho mi nuevo jefe, y no hizo otra cosa que estar de acuerdo con él. Al parecer a mi amiga tampoco le caía tan bien mi marido.

—Lilian, es hora de irnos.

Veo la hora: son las seis y media. Mi hora de salida es a las siete.

—¿A dónde vamos?

—A comprarte un nuevo celular; no puedes estar en mis reuniones con un aparato así.

No sé qué tanto le molesta a mi jefe mi celular; lo compré hace cinco meses, no sé de dónde saca que es un mal celular, no me falla y toma las fotos muy bonitas.

—No quiero un nuevo celular, pero gracias.

El celular de mi jefe suena; por su cara, quien lo llame no es de su agrado.

—Dime, abuelo.

No sé lo que le dice, pero nada agradable.

—No iré, no me casaré. Y no insistas.

Su semblante se ve igual que en la mañana.

—¿Te pasa algo?

Me acerco a él cuando deja caer su celular. Su peso me gana y caemos los dos al piso.

—Jefe, jefe, ¿qué le pasa? —Él no me contesta; tiene la vista perdida.

Tomó su celular.

—Él está mal, no sé qué tiene.

—Tranquila, Lily, Horus tiene diabetes tipo 1.

—Está sudando mucho, no sé qué hacer, señor.

—Ya va en camino una ambulancia; te veo en el hospital.

La ambulancia llega rápido; yo lo veo mal, pero el paramédico lo está atendiendo.

Llegamos al hospital; para mi desgracia es donde trabaja mi exmarido. Por ser una persona importante y conocida, lo pasan de inmediato.

Me quedo en la salita. No veo por ningún lado al señor Horus; vaya día que he tenido, y todo se remonta a este maldito hospital.

—Familiares de Horus Alarcón —maldigo con todo mi ser, reconozco la voz perfectamente.

Me levanto para acercarme a mi exmarido.

—¿Qué haces aquí? Si vienes a hacer un escándalo por no aceptar lo que me has pedido, por favor, ahórratelo, porque no te daré nada de lo que me pides. Tú y tu abogado están locos si piensan que te daré esas cantidades.

—Te estás comprometiendo con tu amante mientras sigues casado conmigo.

—¿Me estás vigilando? No puedo creer que seas capaz de eso; acepta que ya no te amo, las cosas han cambiado.

—Me abandonaste, fuiste un cobarde y ahora yo soy la loca.




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