HORUS
Estoy cansado, esta maldita enfermedad no me deja en paz, la odio. Y odio no poder irme a casa, aunque debo reconocer que al menos evito que mi abuelo siga con esa cena. No pensaba ir desde luego, pero al menos con esto sé que ya no me dirá nada...
—Buenas tardes, joven, ya veo que se encuentra mucho mejor.
Reconozco al doctor por el video que vi en el celular de Lilian; es su exmarido. Honestamente, no sé qué le vio Lilian a este hombre; no tiene nada de gracia y está perdiendo cabello.
—Lo tendré en observación hasta mañana.
—No es necesario, me iré en este momento, hablaré con mi médico.
La puerta se abre dando paso a mi abuelo y a Lilian.
—¿Qué haces aquí? —El exesposo de Lilian la toma fuertemente del brazo.
—¡Suéltala! —le grito.
—Lo siento, es algo personal; saldremos ahora.
—No me vuelvas a tocar, idiota.
Lilian lo empuja y a él sí que lo mueve.
—¿Qué está pasando aquí? —mi abuelo pregunta.
—Ella no viene por ti, viene por mí —digo.
Él me mira a mí y después a Lilian.
—¿De dónde conoces a este tipo?
Vaya, ahora soy este tipo; ya se olvidó de que soy su paciente y debe tener respeto.
—No te importa, Samuel, tú y yo ya no estamos juntos.
—¿Qué significa esto? —mi abuelo vuelve a preguntar.
—Es el exmarido infiel de Lilian —le resuelvo la duda a mi abuelo.
—¿Vas por ahí contándoles a todos lo que hice?
—¿Estás aceptando que me fuiste infiel?
—No voy a seguir hablando contigo sobre esto; contacta a mi abogado.
—Así que, aparte de infiel, eres un tacaño —me burla.
—¿Disculpa? —el doctorcito me mira molesto.
—Es lo mínimo que se merece por perder diez años de su vida con alguien como tú.
—No te metas en lo que no te importa.
—Claro que me importa, soy el abogado de Lilian, y tú le vas a dar lo que te está pidiendo.
—Esto es una locura, tú y este hombre están mal de la cabeza; te daré lo que te ofrezco y es todo.
Se va de la habitación, dejando a Lilian en un mar de lágrimas.
—No llores, Lily —mi abuelo la consuela.
No me explico por qué llora por un hombre como él; no es la primera mujer que veo llorar por un hombre. He llevado muchos casos, los cuales todos he ganado. Los más difíciles son los famosos; esos son un dolor de cabeza.
—Lo siento, debería irme. Qué vergüenza que escuchara esto.
—No es ninguna vergüenza, Lily, sabes cuántos casos de divorcio llevamos; es mejor que te acostumbres, no eres ni la primera ni la última.
—Vamos, Lilian, ese tipo no vale la pena, no le doy ni un año para que quede calvo.
—¡Horus! No seas imprudente, por Dios.
—¿Qué dije? Solo la verdad: las mujeres no deberían llorar por ese tipo de hombres, abuelo, no valen la pena.
—Cállate, Horus, que tú no eres un ejemplo de hombre.
—Yo no engaño a las mujeres, me divierto con ellas, pero no les miento.
—Eres un sinvergüenza y si ya te sientes bien, tienes una cena a la que asistir.
—Me voy a quedar hasta mañana, abuelo, así que no iré a tu dichosa cena.
—Creo que antes de entrar escuché que te ibas a casa. —¿Cambiaste de opinión? —me pregunta.
—Es mejor que me quede bajo observación; pediré a otro médico, no quiero ver al ex de mi asistente.
—No me pienso quedar aquí contigo, Horus; no estoy ya para estas cosas por tu irresponsabilidad.
—No te preocupes, Lilian me cuidará; solo espero que ya no llore como Magdalena.
—Sabes, hijo, entiendo a las pobres chicas que se han ido al tercer día. —Espero que no te pase lo mismo, Lily. —Mira con compasión a Lilian.
Lilian estaba callada mirándome. Sé que no le caigo muy bien, y no es de esperarse; sé que mi carácter es difícil, y no me importa. No estará lo suficiente; todas se van, aunque debo decir que una que otra me las lleve a la cama. Sí quedaban satisfechas, pero no soportaban mi ritmo de trabajo, porque sí me gustan las fiestas, la bebida y las mujeres, pero con el trabajo soy muy responsable; cumplo todos los días y doy todo de mí para dejar satisfechos a mis clientes.
—No se preocupe, señor Horus, yo me quedaré con su nieto, no se preocupe.
—Entonces me voy, y tú no creas que te salvarás, te casarás; ya no quiero verte en esas revistas, ya no estoy dispuesto a seguir pasándote más estupideces, Horus.
—No me voy a casar con Susi, esa chica no tiene personalidad, abuelo, fue criada solo para ser esposa, ni siquiera tiene estudios, y discúlpame, no me gusta hablar mal de las mujeres, pero la última vez que hiciste que saliera a cenar con ella, solo habló por más de una hora sobre sus uñas y de tratamientos de belleza.
—Entonces búscate con quién casarte.
—Quiero estar soltero, abuelo, ¿por qué no lo entiendes?
—Porque con esas ideas tuyas de querer estar soltero para hacer y deshacer es un gran problema.
—No sé por qué es un problema, abuelo, hago mi trabajo excelente; no puedes decir nada sobre eso.
—Si no lo niego, Horus, pero no me gusta nada lo que se dice de ti; no hablan de tu trabajo, sino de tu vida privada.
Pongo los ojos en blanco, ya que no es la primera vez que mantengo esta conversación con mi abuelo; tenemos el mismo carácter y no nos gusta perder.
—Tengo sueño; podemos terminar esta conversación otro día.
—Siempre es lo mismo contigo.
Por fin logro que mi abuelo se vaya. Me levanto, no me quedaré aquí; solo quiero llegar a casa y dormir.
—¿Qué hace?
—Irme a casa; tú también ya puedes irte, te pagaré horas extras —me mira un poco desconcertada.
—No tiene carro; hemos venido en la ambulancia.
—Pediré un taxi.
—Tengo una idea mejor.
Salimos de la habitación, sin que ninguna enfermera se dé cuenta, subimos al elevador; Lilian aprieta el tercer piso.
—¿Te has equivocado?
—No, tengo que hacer algo, será rápido, no te preocupes.
Cuando llegamos al tercer piso, salimos del elevador.