HORUS
Por suerte siempre tengo algunas camisas extras en mi despacho; no es la primera vez que Valentina u otra chica me mancha con labial u otras cosas más.
Es hora de irme; tomo el panquecito que le quité a Lilian, no me lo comí. Estoy consciente de que debo cuidarme, pero odio que los demás se sientan con derecho a decirme que sí o que no puedo comer. Salgo del despacho; Lilian aún está en su escritorio.
—¿Por qué no te has ido?
—El Uber me canceló, dos veces —me dice molesta.
—Te llevo —me ofrezco; no me gusta ser descortés con ninguna mujer.
—No es necesario; si salgo en este momento, quizás alcance el autobús de las 7:15.
—Te dije que te enseñaría a manejar; mañana lo haremos.
—No tienes que ser amable conmigo, no soy como esas mujeres que caen rendidas a tus pies solo porque les hagas un favor.
Su comentario me ofende; nunca hago nada esperando algo a cambio, aunque claro, las mujeres suelen ser agradecidas conmigo. Y yo me dejo siempre y cuando no sean mujeres casadas o comprometidas. No me gustan las infieles.
—Está bien si no quieres mi ayuda, me voy.
—Si no vas a llegar tarde a tu cita con tu amiga. Pongo mis manos en el escritorio y me inclino hasta estar cerca de su cara.
—¿Estás celosa? —le preguntó.
—¿Celosa? ¿De ti? Eres un Don Juan. ¿Por qué estaría celosa? Puedes hacerte para allá; invades mi espacio personal.
—¿Por qué no aceptas ser mi novia? No tendría que ir a cenar con nadie más —digo para molestarla. Ella me mira molesta. Es tan fácil hacerla enojar.
—¿Si acepto ser tu novia? ¿Dejarías de ser un mujeriego? Aunque lo nuestro sea una mentira.
—Sería una mentira si te digo que sí, por eso quiero que seas mi novia para no perder mi libertad.
—Es todo lo que te interesa, engañar a tu abuelo para que te deje en paz. Me usarás mientras tú te diviertes con tus amiguitas. Eres igual que Samuel; la diferencia es que él sí se quiso casar de verdad conmigo. Me provoca ir a golpearlo cada vez que Lilian lo nombra.
—No me compares con él, yo te estoy siendo sincero.
—Chicos, me alegra encontrarlos aquí. Me alejo de Lilian al escuchar a mi abuelo.
—¿Qué haces aquí, abuelo?
—Vine por ustedes, organicé una cena con la familia para presentar a Lily.
Lo que me faltaba: mi abuelo no tiene lucha; está aferrado a casarme.
—Lo siento, señor Horus, yo tengo cosas que hacer; en verdad le pido una disculpa.
Lilian es la primera en hablar; al menos no le está diciendo a mi abuelo que no somos novios.
—Vamos, Lily, toda la familia quiere conocerte; todos esperamos que Horus siente cabeza y por fin se case. Lilian me mira a mí y luego a mi abuelo.
—Abuelo, Lilian no puede. —¿Por qué no me llamaste?
—Porque te hubieras negado, te conozco, jovencito.
—Bueno, abuelo, puedes disponer de mi tiempo, pero el de ella no, y ya tiene un compromiso. Vámonos; a la tía Sonia no le gusta esperar.
—A la próxima quiero que vayas, Lily. Mi abuelo se acerca a ella para abrazarla.
—Sí, señor Horus, la próxima seguro que voy. —Pero ya deja de decirme señor, puedes decirme Horus o abuelo, como tú desees.
—¡Abuelo! —ya se está pasando.
—Ya, ya vámonos.
Nos subimos al ascensor.
—Valentina, me llamo, me ha dicho lo que te ha propuesto; me alegra que no lo hayas aceptado. Valentina me cae bien, pero tú no tienes nada que hacer en sus asuntos.
Intentaba mantener lo de Valentina discretamente; soy un hombre íntegro en lo profesional, y lo que Valentina me propuso pasa de lo legal.
—¿Qué te ha dicho? —le preguntó.
—¿Qué quiere poner un negocio y te invito a invertir con ella? Pero tú y yo sabemos que las amistades de Valentina no son muy… ya sabes, de hecho, si por mí fuera, no te permitiría salir con ella; te va a meter en un problema.
—Solo la paso bien con ella, abuelo, no la veo seguido tampoco.
—Y espero que ahora que estás con Lily no la veas en ningún momento; no quiero que la lastimes. Bajamos del elevador; yo iré en mi auto y mi abuelo se irá con su chófer.
Le mandé un mensaje a Valentina; tengo que cancelar mis planes ya que a mi abuelo se le ocurrió reunir a mi loca familia. Alguien toca mi vidrio, me percató de que es Lilian.
—¿Qué pasa? —Bajo el vidrio para verla, está llorando. Me bajo del coche.
—¿Qué te pasa? —vuelvo a preguntarle.
—Soy una idiota, siempre creí que me amaba y no le importaba que no le pudiera dar hijos.
No necesito que me diga más; sus lágrimas son causadas por ese idiota.
—Lily, no llores por un hombre que no te valora, no vale la pena. —Le limpio las lágrimas. Le quitó su celular; estoy seguro de que recibió un mensaje. Efectivamente, otro video del mismo número; reproduzco el video: es el estúpido de su ex con la chica con la que engañó a Lilian. Son fotografías anunciando un embarazo.
—Le di 10 años de mi vida y me deja por una mujer que sí puede darle hijos.
—Tranquila —la atraigo hacia mí para abrazarla.
—Oye, no eres menos mujer por no poder tener hijos; ella no es mejor por poder darle hijos a ese idiota. —¿Me has llamado Lily? —Me pregunta mientras intenta secarse las lágrimas.
—Me gusta más llamarte Lilian.
Esto no me había pasado con ninguna asistente; ellas simplemente no me aguantaban mis desplantes y se iban. No necesitaba aprenderme sus nombres; algunas ni recuerdo sus rostros. Opero con Lilian, es diferente, no estoy acostumbrado a que me lleven la contraria.
—Sube al auto, te llevaré a casa.
Iremos a cenar con tu familia.
—¿Estás aceptando ser mi novia?
—De mentiras y tengo algunas reglas.
Sube a mi coche. Cierro la puerta, me doy la vuelta para subir.
—Si no tienes ganas de ir, puedo llevarte a tu casa.
—No quiero ir a casa, solo iría a encerrarme en mi habitación a llorar.
—Bueno, te prometo que al menos mi loca familia te sacará sonrisas; mi abuelo es el más cuerdo. No dudo que la tía Sonia ya tenga tu vestido de novia.