Mi Abogado

CAPITULO 10

—Toma el chocolate, te hará bien.
Horus saca de su chaqueta el panquesito que me quitó.
—¿No te lo comiste?
—No, tiene mucha azúcar, no puedo comerlo.
Lo abro y empiezo a comerlo; estoy haciendo un esfuerzo para no volver a llorar. Lo de Samuel me ha dolido en el alma; ya era difícil para mí que me dejara por otra, pero que esté embarazada es algo que no sé, cómo explicarlo, solo duele y duele mucho. Tanto como el día que me dijeron que no habría nada que pudiera hacer. Me hice miles de tratamientos, fuimos con los mejores doctores y al final, y después de tanto sufrimiento, me dijeron que no iba a pasar; que lo que más deseaba en la vida nunca lo tendría.
La adopción estuvo en mis planes, pero no en los de Samuel; siempre que lo hablábamos, terminaba con un "No quiero un bebé que no sea mi sangre, prefiero no tenerlo". Acepté porque lo amaba, porque era mi todo. Ahora la única sola soy yo.
Por eso acepté ser la novia de Horus, aunque sea mentira, pero con él no me sentiré sola.
—No te ves bien, te llevaré a tu casa.
—Ya te dije que no quiero estar en mi casa —contestó abrumada.
—De acuerdo, no te llevaré a tu casa.
—No tengo casa, vivo con mi amiga —musitó.
—Eso es hasta que te divorcies; tu ex te dará la casa, eso te lo aseguro.
—No quiero esa casa.
—La vendes y te compras otra, no hay problema con eso.
—Ves la vida tan fácil...
—Vi morir a mis padres, no veo la vida fácil —me suelta de repente.
—Oh, lo siento mucho.
—Fue hace mucho tiempo, no me gusta hablar de eso.
—Tengo reglas. La primera es que no quiero que vuelvan a hacer esos comentarios tan desagradables.
—Cambio de tema.
—¿Cuáles comentarios desagradables?
—Las que haces, don Juan —le respondo.
—Te refieres a que digo que prefiero estar soltero que casarme y ser infiel.
—Sí es tan horrible escuchar como solo utilizas a las mujeres.
—Pero ya te he dicho que yo...
—No quiero escuchar más tus pretextos para estar con una y con otra. Si quieres que sea tu novia ficticia, no quiero escucharte y la segunda regla es que me respetes; no porque sea tu novia te dará el derecho de propasarte conmigo.
—Nunca haría nada sin tu permiso; no sé quién creas que soy, pero créeme, nunca te faltaría al respeto, al menos no con intención.
—No te conozco, tengo tres días tratando contigo y debo decirte que has sido un dolor de cabeza.
—Supongo que si vamos a fingir un noviazgo debemos conocernos, o al menos saber lo básico por si preguntan.
No sé si quiera que mi jefe sepa cosas de mí, y mucho menos que sea partícipe de mi divorcio. Y que me vea llorar como una estúpida por mi exmarido.
Pero él tiene razón: si fingimos ser novios ante su abuelo, deberíamos conocernos el uno al otro.
—Tú primero —digo.
—Pregunta lo que quieras.

Pero antes de poder hacerle una pregunta, entramos a una residencial; es muy pequeña, mínimo debe tener unas diez casas, pero qué casas, una es como cinco de la mía y debo decir que mi casa no es nada chica.

—¿A qué vive tu familia?— le preguntó.
—Sí, solo vivimos mi familia y yo. Ya los conocerás; te van a caer bien...
Eso espero. Siempre he dicho que las personas millonarias son un hígado; por el trabajo de Samuel me tocó conocer a muchas personas que eran muy malas personas, pero si la familia de Horus es como su abuelo, creo que todo estará bien.
Horus se estaciona en la tercera casa.
El jardín es hermoso e impresionante. Seguro Horus invierte mucho dinero para que lo mantengan de esa manera.
Salimos de su coche al mismo tiempo. Él se adelanta para abrir la puerta. Intento acomodarme lo más que puedo el vestido y no tuve tiempo ni de ponerme labial. Qué horror que conozca a la familia de mi jefe con esta cara; de seguro tengo el rimel corrido por mis lágrimas.
Horus abre la puerta, pero me espera para que yo entre primero.
Las luces están apagadas, pero él las enciende, dejando ver una sala enorme y hermosa. Si el jardín es espectacular, los sofás son mucho más; tienen cojines floridos. Observo todo alrededor, pero no veo a nadie; se supone que debería estar la familia de Horus aquí.
—¿Dónde está tu familia?
—Está en casa del abuelo.
—¿Está es tu casa?
—Sí, ven, siéntate.Te traeré algo de tomar.

Me siento en el sofá; nunca me había sentado en su sofá tan cómodo. Podría dormir aquí cómodamente.
—¡¿Quieres Coca-Cola o quieres refresco de sabor?! —me grita.
Quisiera algo más fuerte, honestamente.
— Coca-Cola está bien.
Trae dos vasos con Coca-Cola. Pensé que le gusta tomar cosas más fuertes que la Coca-Cola.
—¿Qué?
—Nada, solo pensé que tomarías otra cosa.
—No soy alcohólico, tomo cuando salgo; te sorprenderá saber que en mi casa no tengo nada de bebidas alcohólicas.
—¿En serio? ¿Y cuándo traes a una chica?
—No traigo a casa a chicas; mi familia vive aquí, y no necesito que mi familia sepa mi vida íntima.
—Saben de tu vida íntima porque te ven en las revistas— me burló.
—¿Me has buscado en internet?
Si la pregunta me sonroja, no tenía intenciones de decirle que lo busque y que vi muchas fotografías con diferentes chicas, y hasta sin nada de ropa.
—Muchas fotografías son montajes, sobre todo en las que estoy consumiendo; jamás le haría eso a mi cuerpo, y con diabetes no hay forma de que lo haga, pero como ya te pudiste dar cuenta, mi abuelo sí lo cree.
Lo miro para ver si encuentro que me está mintiendo, pero no, no hay mentira, y me alegra que al menos no haga esas cosas.
Su celular empieza a sonar, se lo saca del pantalón; de seguro es su abuelo.
—Abuelo —contesta.
No escucho lo que le dice el abuelo.
—Estoy en casa, Lilian está conmigo, no se siente bien. No te estoy mintiendo, abuelo.
Horus se levanta para darme el teléfono.
—Hola —digo.
—Hola,Lily, ¿cómo estás? Me ha dicho mi nieto que te sientes mal.
—Sí, un poco, señor, pero ya estoy mejor.
—Me alegra que te sientas mejor, querida, y me alegra más que Horus te esté cuidando.
—Gracias.
—Los dejaré entonces.
Le devuelvo el celular a Horus.
—No me creía que estaba contigo.
—Crea fama y échate a dormir .
—Buena jugada.
—¿Cuántos años tienes?
—¿Empezamos con las preguntas? Al menos deja que me ponga cómodo.
Se levanta, que quita el saco y la corbata.
—Descuida, no me voy a desnudar.
—No estaba pensando en eso —digo para justificarme; sí lo estaba viendo, pero no tenía esos pensamientos hasta que él lo mencionó.




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