Horus.
En cuanto entramos al recinto, jalo a Susi a un lugar más discreto.
Estoy molesto, y si no fuera porque es mujer, le estaría gritando como un loco; lo que acaba de hacer es una locura.
—¿Estás loca?
—Desde pequeña me ha dicho que sería tu esposa, y así será. No me importa cómo sea.
—Necesitas con urgencia un psiquiatra; estás mal de la cabeza.
—La prensa ahora sabe que estamos saliendo. —Su risa me da dolor de cabeza.
—Si no te desmentí fue porque en el fondo me das lástima y soy un caballero. Sabes que, si hubiera pasado, si te desmiento, acabaría con tu vida. —Justo ahorita quiero retroceder el tiempo y decirles a todos que Susi y yo estamos lejos de tener algo; ni siquiera la considero una amiga. Sabes que iré con la prensa y te desmentiré ahora.
—No te atreverías, Horus, te conozco, sé que no eres capaz de hacerlo. Y conoces a mi familia, mi abuela está muy molesta aún por la humillación que me hiciste.
Camino a la entrada sin decirle nada más a Susi.
Tengo que buscar a Lilian; Susi me ha tomado por sorpresa.
—Disculpen, ¿han visto a una chica que trae un vestido color verde y cabello suelto? —le preguntó a los chicos de la entrada.
—Si,señor, quería entrar, pero no tenía invitación y se ha ido.
Salgo sin importarme nada; la prensa me grita mientras los flashes vuelven a mí. Odio ser ese hombre que prefiere callar antes de que una mujer sea humillada.
No tardó en encontrar a Lilian; está hablando con alguien por teléfono.
—Oye, digo.
Sé que me ha escuchado porque estoy prácticamente a su lado.
—Lo siento, no tenía idea de que Susi haría esto.
—¿Por qué me hiciste esto, si entrarías con ella? La presentaste como tu novia.
—Ella fue; yo no dije nada.
—No te entiendo, no sé qué hago aquí.
Un automóvil se para a su lado.
—¿Lily West? —el conductor le habla.
—Sí. —No me mira, solo se sube al auto.
¡Carajo!
Subo al coche, no voy a dejar que se vaya. Le dije que la cuidaría y no quiero que piense mal de mí; nunca fue mi intención soltarla ni mucho menos que la prensa piense que Susi es mi novia.
—¿Qué estás haciendo?
—Vine contigo y me iré contigo.
Lilian no dice nada, pero se aparta lo más que puede de mí.
—¿A qué dirección nos lleva? —le preguntó al chofer.
—A mi casa —es ella la que me contesta.
—Gire a la derecha; nos bajaremos en la esquina.
—Te bajarás tú, yo iré a mi casa, tú puedes volver con tu novia.
—Estoy con mi novia.
—¿Crees que voy a fingir ser tu novia? Con lo que acaba de pasar, no soy una niña, Horus.
El auto para, saco un billete de quinientos y se lo doy al chofer. La tomo del brazo y la jalo, trata de no lastimarla, pero pone resistencia.
—Por favor, baja conmigo, iremos por mi auto y te llevaré a casa.
—No, no confío en ti.
—De acuerdo, llévanos a la dirección indicada —digo resignado; Lily es obstinada como yo.
La dirección que dio Lily no era la casa de Caroline, sino la casa de casada. Bajamos las dos del auto, ella maldiciendo.
Saca de su bolso unas llaves, abre la puerta con facilidad, enciende la luz. Entro atrás de ella, pero antes de poder entrar, me cierra la puerta en la cara. Me lo merezco, aun así intento que entre en razón y me dé la oportunidad de explicarle que no soy novio de Susi y que si no la desmentí fue porque la iban a humillar, ya sabe cómo son las redes sociales y la prensa con tal de vender una nota.
—Me puedes abrir, por favor, hablemos. No es lo que tú piensas; si no me importara, no estaría aquí contigo, estaría con ella, pero no la quiero a ella, ni siquiera me cae bien.
Espero un momento; tal vez recapacite y me deje entrar. Miro alrededor; la calle está sola. El cielo amenaza con una fuerte lluvia.
Mi celular suena, es el abuelo; seguro ya le llegó el video de Susi confirmando nuestra supuesta relación.
—Abuelo, no es mi culpa, Susi está loca —digo.
—Ven a casa ahora, Horus —su voz en un susurro, y me asusta; mi corazón empieza a latir rápidamente, siento sudor frío, el miedo me invade.
—Es Laia, ¿verdad?
—Solo ven a casa, hijo.
—¿Está muerta? —Solo quiero escuchar la voz de mi abuelo decir que no, que estoy equivocado.
—Sí — escucho a mi abuelo; su dolor, lo siento, es el mismo que ahora tengo.
Laia luchó contra muchos problemas mentales; algunas veces estaba bien y otras mal. La única vez que la vi feliz fue cuando nació Madison; era la luz de sus ojos. Laia era como mi hermana; cuando murieron mis padres, ella lloró junto conmigo, no me dejó solo. Debí cuidarla también, debí protegerla.
Salgo de la privada de Lilian, debo conseguir un taxi o pedir un Uber; mi corazón está roto, estoy llorando en una calle que no conozco y que está en total oscuridad. Llamo a mi mejor amigo Carlos, le pediré el favor de que venga por mí; no tengo cabeza para algo más.
—Amigo, ¿Ya estás en la gala? Se me hizo tarde; una linda morena me quitó un poco de tiempo.
—Ven por mí, necesito ir a casa, por favor, apresúrate.
—¿Pasa algo?
—Te mando la ubicación —es todo lo que digo; la voz se me quiebra.
—Iré de inmediato, tranquilo, amigo, lo que sea lo vamos a solucionar.
No podemos solucionar nada. Laia no volverá, me siento en la banqueta porque mis piernas no me responden; mi mente no deja de pensar en mi Madison, necesito abrazarla.
Mi casa es mi templo, me encanta estar aquí. Una de las razones por las que no llevo a mujeres es porque siento que invaden mi intimidad. La única mujer ajena a mi familia que entra a casa es Lilian. Incluso el abuelo respeta también esta casa; es por eso que tiene otra casa para llevar invitados. Nunca le gusta exponer a nuestra familia.
—Amigo, sé que es difícil esto, no necesitas entrar si no estás listo —Carlos me habla con delicadeza.
—Estoy listo —salgo del coche; todos están reunidos en la casa del abuelo.