Hoy he estado algo nostálgica. No sé exactamente por qué, pero a veces me asaltan recuerdos de mi adolescencia, esos años en los que sentía que todo era posible. Recuerdo las tardes en el parque con mis amigos, soñando con futuros brillantes y sin límites. Ahora, a mis 27 años, muchos dirían que aún soy joven, pero siento una especie de urgencia, como si el tiempo empezara a escaparse. A veces pienso que no he hecho nada realmente importante con mi vida.
Tengo el deseo de ganarme la vida escribiendo, de compartir mis palabras con el mundo. Sin embargo, hay otra parte de mí que no puede evitar pensar que mis textos son solo pensamientos al azar, sin mucho sentido. Tal vez lo sean, y quizás no haya nadie a quien realmente le interese leerlos. La mayoría de lo que escribo aquí son mis quejas y arrepentimientos, como si estuviera tratando de ordenar un caos interno en el que, a veces, me siento atrapada.
Aun así, sigo escribiendo, porque de alguna manera me ayuda a aclarar lo que siento, aunque no tenga destino fijo. Tal vez ese deseo de escribir sea solo una forma de escucharme a mí misma, de darle un poco de voz a esas partes que me cuesta expresar. Quizá escribir no me dé respuestas, pero me permite hacer las preguntas.
Lo mismo me pasa con mis tejidos: los disfruto y los hago con cariño, pero no puedo evitar sentir que no son lo suficientemente buenos, que son solo para mi familia, como si no fueran dignos de más. Cada puntada es un intento de tejer mis pensamientos y emociones, de darles forma y sentido.
Escucho a la gente decirme que tengo talento, que soy lista, y, aunque sé que lo dicen con buena intención, me hace sentir rara. A veces, me siento como si solo tuviera conocimientos superficiales de muchas cosas, y no solo lo siento lo se es como si no tuviera una verdadera pasión o una habilidad en la que realmente destaque. Y en medio de todo esto, surge una pregunta que no me deja en paz: ¿realmente puedo aspirar a vivir de lo que amo?
Quizás, en el fondo, la respuesta no sea tan importante como el hecho de seguir intentándolo. Cada palabra escrita y cada tejido completado son pasos en mi camino, y tal vez eso sea suficiente por ahora.