Liliana vio una vez más esa última carta porque realmente esas bellas palabras le llegaron al corazón, pero necesitaba saber pronto quién le decía esas cosas tan románticas. No obstante, debía ir a la clase de química porque el profesor se enojaría de que faltara una vez más así que guardó la carta y se fue al aula. Le faltaba unos cuantos pasos para llegar cuando alguien se le atravesó y la tiró al suelo. Ella pensó—: Creo que se les está volviendo costumbre lanzarme al suelo—, entonces se levantó porque quien la había tirado no se dignó a recogerla. Cuando ya estuvo de pie se dio cuenta que frente a ella había un chico, era Gabriel.
— ¿Tú fuiste el que me tiró al suelo y ni siquiera me levantó? —preguntó algo molesta. El joven sólo levantó una ceja, parecía no importarle nada.
— ¿Qué? ¿Tengo que hacerlo? —le dijo descaradamente. Liliana bufó molesta y decidió mejor no decir nada e irse a la clase porque llegaría tarde, pero una mano le sostuvo el brazo. Ella se molestó y volteó a ver qué pasaba; le iba a gritar. Sin embargo, se dio cuenta que quien le había agarrado la mano fue...
— ¿Leonardo? —habló ella muy sorprendida. Él le sonrió.
— Perdona linda, se te cayó este cuaderno y pues te lo quería dar; además me vas a disculpar, pero hice algo que tenía que hacer —le dijo. Liliana se quedó pensativa por las palabras de Leonardo. Él le sonrió y le dio el cuaderno. Ella lo recibió y se fue a la clase con Leonardo. Abrió el cuaderno y encontró una nota.
Eres muy hermosa Liliana y más cuando estás molesta.
Atentamente, L.J.