Mi Alpha Protector ( #1 )

Capitulo 8 - Lucas Thunder

Estoy con mi luna en brazos, sus ojos vendados mientras la llevo a nuestro cuarto.

Cuando llegamos, entro con cuidado y la siento en la cama. Me arrodillo frente a ella y, con una sonrisa, le quito la venda.

-Bienvenida.

Ella parpadea un par de veces, recorriendo el cuarto con la mirada.

-Es muy lindo... ¿y este cuarto? -pregunta con curiosidad.

Sonrío y acaricio suavemente su mejilla, atrayendo su atención. Se tensa ante mi tacto más no me aparto, deseando que se acostumbre a mí tacto.

-Es el nuestro -respondo-. Pero si crees que es muy pronto para compartir habitación, me iré al cuarto de invitados. Este es tuyo... más tuyo que mío.

Me mira, estupefacta. Con la desconfianza bailando en su mirada.

-¿Todo esto... es mío?

Dije ,incrédula. Asiento con una sonrisa.

-Todo lo mío es tuyo.

Nuestras frentes se juntan. Ella suelta una leve risa, sonrojada, pero luego cierra los ojos.

-No tengo nada para ofrecerte -susurra con amargura-. Lo único que podría darte darte es comprensión y compañía.

Abro los ojos y la miro fijamente.

-Es lo único que necesito -susurro, separando nuestras frentes-. A ti, y compañía... de ahí, nada más importa.

Le beso la mejilla y ella suspira ligeramente, con pesadumbre.

-No sabes cuánto tiempo te he buscado -digo, con una mezcla de nostalgia y felicidad.

Ella levanta la mirada, dudosa, la duda y desconfianza se hace más intensa en sus facciones, y después de unos segundos, aparta la mirada, como si mis palabras fueran demasiado para ella.

Su respiración es pausada, pero sus manos, que descansan sobre su regazo, se aferran levemente a la tela de su ropa, delatando el torbellino de emociones que la atraviesa.

Por un instante, temo haber ido demasiado rápido. ¿Quizá la estoy abrumando?

Pero entonces, con un gesto sutil, levanta su rostro nuevamente, su mirada brilla con un destello de algo... algo que no logro descifrar del todo.

-¿Te puedes quedar en esta habitación conmigo? -pregunta.

Su voz es un susurro tan suave, que casi se la lleva el aire. Pero para mí, esas palabras son todo lo que necesito escuchar.

Sonrío con ternura, sin poder evitar que una calidez indescriptible inunde mi pecho.

-Lo que quieras.

No espero lo que sucede después.

Sus labios rozan los míos en un beso fugaz, torpe, pero lleno de una dulzura que me deja sin aire.

Por un instante, me congelo.

Es la primera vez que me toca sin temor, sin titubeos.

El latido de mi corazón retumba en mis oídos, y entonces, cuando su boca está a punto de alejarse, reacciono.

La atrapo con suavidad, correspondiendo su beso con emoción contenida.

Su tacto es frágil, como si aún dudara, pero no se aparta.

No quiero que esto termine.

No quiero soltarla.

Pero sé que si la presiono demasiado, podría asustarse, podría retroceder... y eso es lo último que quiero.

Con esfuerzo, me separo lentamente, permitiendo que nuestras respiraciones se mezclen en el breve espacio que nos queda.

Ella se esconde contra mi pecho, su rostro ardiendo contra mi piel, y yo... yo simplemente la sostengo, acariciando su espalda con suavidad.

Pasamos el resto del día en la habitación, acomodando sus cosas.

Observo con atención cada una de sus pertenencias, tratando de descubrir más sobre ella a través de los pequeños detalles que trae consigo.

Sus gustos, sus recuerdos, las piezas de su vida que aún no me ha contado.

No puedo evitar sonreír al verla tan concentrada en doblar su ropa, sus cejas ligeramente fruncidas, su lengua asomando apenas entre sus labios cuando intenta acomodar todo a la perfección.

Todavía hay mucho espacio en el closet... pero ya me encargaré de llenarlo.

Todo para ella.

Cuando el sol comienza a caer, ella se estira y me mira con una mezcla de decisión y timidez.

-Voy a preparar la cena -anuncia de repente.

Parpadeo, sorprendido.

-¿Tú?

Asiente con firmeza.

-Sí.

Sonrío con diversión.

-¿Y si te ayudo?

Me fulmina con la mirada, pero sus mejillas se tornan rosadas.

-No.

Levanto las manos en son de paz.

-Está bien, está bien.

Pero no esperaba lo que dijo después.

-Tú te quedarás aquí.

Frunzo el ceño.

-¿Perdón?

Se cruza de brazos, con la misma determinación en su mirada.

-Si sales de esta habitación antes de que te llame, te juro que cambiaré de opinión y dormiré en otro cuarto esta noche.

Abro la boca para responder... pero al ver su expresión, me detengo.

No está bromeando.

Respiro hondo y asiento.

-Como ordenes, mi Luna.

Ella me observa por unos segundos más, como asegurándose de que realmente obedeceré, y luego, con una leve sonrisa de satisfacción, se marcha.

Y así es como termino encerrado en mi propio cuarto.

Diosa Luna... y eso que aún no estamos casados.

Si esto es una muestra de lo que me espera, estoy más que dispuesto a aceptarlo.

No me arriesgaré a desafiarla. Su alma de guerrera ha estado ahí, podía verlo, contenida. Lo notaba en su mirada, en sus gestos, en sus movimientos. Pero no entendía porque no había hecho nada antes, no había hecho nada para defenderse.

Suspiro ligeramente sentándome en la cama, aunque se desate la tercera guerra mundial, no saldré hasta que ella me lo permita.

Un par de horas después, alguien toca la puerta.

-Alpha, cámbiese y salga en quince minutos -la voz de María resuena con firmeza.

Me levanto, estirándome, y me coloco una camiseta antes de abrir la puerta.

María está ahí, con una sonrisa mal disimulada y... una venda en las manos.

Levanto una ceja.

-¿Qué es esto?

Me la entrega sin más.

-Póngasela.

Suspiro, pero lo hago.

-Ya veo quién va a tener el control aquí... -murmuro para mí mismo.

María suelta una risa y me toma del brazo, guiándome hasta la mesa.




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