He pasado todo el día preparando la cena.
Cada movimiento ha sido calculado, cada plato preparado con la intención de hacerlo sentir bien, de demostrarle que quiero ser parte de su vida, que puedo ser útil para él.
No quiero ser solo una carga.
El aroma de las especias inunda la cocina, entremezclándose con el dulce olor del pan recién horneado y el suave perfume de las flores que coloqué en la mesa. Todo está dispuesto con un cuidado meticuloso, como si al ordenar cada detalle pudiera también organizar el caos que llevo dentro.
Hoy quiero demostrar que puedo encajar aquí.
Que no soy solo una pobre chica humana rescatada de un infierno, que puedo aportar algo, aunque sea con pequeños gestos.
Llevo puesto un vestido verde menta.
Es su color favorito.
Pude haber elegido rojo, que también le gusta, pero me pareció demasiado intenso, demasiado atrevido para alguien como yo, que aún no sabe cómo encajar en este mundo. Verde es un color más suave, más esperanzador... como el deseo que intento cultivar dentro de mí.
La esperanza de que esto sea real.
De que él sea real.
Pero la duda se cuela entre mis pensamientos como un veneno lento. Todo esto es demasiado bueno para ser verdad. Después de todo lo que he vivido, ¿de verdad el destino sería tan generoso conmigo?
Mi piel todavía recuerda el dolor de los días pasados. Los moretones cubren mis brazos, mi espalda, mi cintura... Pero no quiero que los vea.
No quiero que sienta lástima por mí.
Con un poco de magia, los oculto. Ahora no hay rastros visibles de lo que fui, de lo que me hicieron. Solo una chica con un vestido bonito y una mesa bien servida, intentando ser algo más que una víctima.
Las chicas me ayudaron con la cena.
Fueron amables conmigo, más de lo que esperaba. Se rieron, bromearon y me trataron como si fuera una de ellas. Por un momento, en medio del trajín de la cocina, entre risas y harina volando por el aire, me permití olvidar.
Olvidar la voz de Grayson susurrando amenazas en mi oído.
Olvidar el dolor de los golpes que me dejaban sin aliento.
Olvidar la certeza de que nadie vendría a salvarme.
Pero ahora estoy aquí.
Aquí, con una nueva oportunidad. Con alguien que dice ser mío, aunque todavía no sé qué significa eso.
Respiro hondo.
Todo está listo.
María acaba de ir a buscarlo.
Le pedí que le vendara los ojos.
No quiero que vea todo de inmediato. Quiero sorprenderlo. Quiero que, aunque sea por esta noche, mi esfuerzo valga la pena.
Quiero que esta noche sea perfecta.
Quiero creer que esto es real.
Que este puede ser mi hogar.
Que él puede mi hogar.
(...)
Estoy sentada en la mesa, esperando. El reloj parece burlarse de mí mientras las horas se estiran, cada segundo más largo que el anterior. Mis manos están entrelazadas sobre la superficie de madera, mis dedos nerviosos y tamborileando involuntariamente. Todo está listo: la cena, la decoración, cada pequeño detalle que pensé con tanto cuidado. Pero ellos siguen sin llegar. Laura y Zack, que prometieron no tardar. Las instrucciones que les di eran simples y claras. Solo tenían que regresar rápido, pero aquí estoy, mirando las mismas cuatro paredes, mordiéndome el labio inferior, mi paciencia desmoronándose poco a poco.
Intento calmarme, respirando profundamente, pero la ansiedad me consume. He esperado tanto tiempo para que esto salga bien, para que todo se vea perfecto, que cualquier cosa que lo ponga en peligro me estremece. Sé que no puedo permitirme perder los nervios. Si me molesto demasiado, podría hacer que todo se derrumbe. Es ridículo que algo tan sencillo me afecte tanto, pero ¿qué si esto no sale como lo planeé?
Finalmente, escucho el sonido de los pasos. La puerta se abre y entra Laura con Zack. Mi alivio es casi palpable, pero la irritación aún me hace fruncir el ceño. No quiero que vean que me molesta, pero me cuesta ocultarlo. Mis ojos se fijan en ellos, en lo que llevan puesto, y mi corazón late un poco más rápido por la mezcla de emociones.
Me levanto de la mesa, tratando de no mostrar todo lo que estoy sintiendo. Me acerco a ellos, con la cabeza llena de pensamientos, pero intento que mi voz sea firme, controlada.
-Les dije que no tardaran -les digo, mi tono serio, pero sin cruzar la línea. Suspiro, y una vez más, intento tranquilizarme-. Bueno, suban a cambiarse y bajen en cinco. Si no, no comen.
Laura y Zack no dicen nada, se miran entre ellos y corren hacia las escaleras. El sonido de sus pasos apresurados se mezcla con el latido acelerado de mi corazón. Me quedo ahí, quieta por un momento, permitiendo que mi mente divague. La molestia que siento se va disipando poco a poco, y dejo escapar un respiro pesado. Necesito mantenerme en control. Esto es para ellos, para nosotros, y no puedo dejar que una pequeña demora lo arruine.
Me acerco a Lucas, que está sentado en la mesa, con impaciencia. Mi cuerpo se relaja en su presencia, pero la inquietud no desaparece del todo. Sonrío de forma casi imperceptible, sintiendo que, aunque todo a mi alrededor es un caos en mi cabeza, él podría convertirse en mi ancla.
-Ya te vas a poder quitar la venda, solo esperamos que bajen esos tortolos, ¿sí? -le digo, intentando sonar ligera, pero mi voz traiciona un toque de nerviosismo que aún no consigo esconder.
Lucas asiente y me lanza una sonrisa tranquila, esa que me dice todo sin necesidad de palabras. La tensión en mi pecho se alivia un poco, pero sigo manteniendo los ojos fijos en él. Estoy tratando de no pensar en todo lo que podría ir mal. Necesito este momento. Quiero que él vea lo que preparé para él, porque lo que más quiero es que se sienta que soy útil, puedo fingir ser especial, y que todo esté bien. A veces, en medio de todo este caos, la idea de que pueda tener algo normal, algo propio, me parece un sueño lejano. Pero lo que estoy haciendo aquí, ahora, puede ser real. Es un paso hacia ese futuro que tanto deseo, uno donde puede estar genuinamente feliz y sin temor.
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Editado: 16.03.2025