Mi Alpha Protector ( #1 )

Capitulo 20 - Arturo Grayson

Aún no puedo creer que tenga otra tua cantante... Esto es tan confuso. Mi mente está un caos, y aunque intento concentrarme en algo, mi cabeza no me deja descansar. Estoy en "mi cuarto", mirando por la ventana. La luna llena brilla en el cielo, tan radiante como siempre, pero no puedo evitar sentir que la oscuridad de mi alma se profundiza más con cada minuto que pasa. Afuera, veo a Karen y Lucas entrando a la casa, tomados de la mano, y me pregunto cómo será tener a alguien con quien compartir la vida. Cómo será tener esa paz, esa certeza de estar con la persona correcta.

Ellos parecen ser la imagen de lo que podría haber sido, lo que tal vez podría ser... si tan solo pudiera dejar ir a Lorena...

Supongo que le daré una oportunidad a esta chica... pero mi corazón sigue dividido. No puedo olvidarla, no quiero hacerlo. A pesar de que ella no está aquí, su presencia sigue impregnada en cada rincón de mi mente, en cada rincón de mi vida. No me atrevo a dejarla ir, porque siento que, si lo hago, la perderé para siempre. Y eso, esa idea, me asusta más de lo que me gustaría admitir.

Lorena fue mi amor predestinado, la única que mi alma reconoció al instante, y aún ahora, sus recuerdos son lo único que me mantiene en pie. Ella fue humana, y aunque mi mundo estaba lleno de criaturas sobrenaturales, de reglas estrictas y códigos de honor, Lorena no pertenecía a ese mundo. Y eso fue lo que hizo nuestra historia aún más especial. No se trataba de vampiros ni de magia. Se trataba de dos almas conectadas por algo mucho más allá de lo que las palabras pueden describir.

Cuando la conocí, su risa era lo primero que me atrapó. Era tan genuina, tan pura, que no podía creer que alguien pudiera ser tan sincero en un mundo lleno de engaños. Sus ojos, su mirada cálida, su forma de ver la vida... todo en ella me hacía sentir que nada era imposible. En sus brazos, sentía que el tiempo se detenía, y en sus palabras, encontraba consuelo. Lorena era mi refugio, y siempre supe que ella sería la única con la que querría compartir mi eternidad.

Pero entonces, todo se desmoronó. Cuando Henry Grayson, mi padre, se enteró de que Lorena, mi tua cantante, era humana, se desató una tormenta que jamás esperé.

Él siempre había sido firme en sus creencias sobre lo que debía ser un príncipe vampiro, y el hecho de que mi alma se hubiera unido a una mortal fue algo que no podía aceptar.

A sus ojos, Lorena representaba debilidad, algo que ningún ser inmortal debía permitir.

"Un príncipe vampiro no puede tener una humana como pareja", dijo. Esas palabras me taladraron el alma. En ese momento, entendí que mi amor por ella no solo estaba prohibido, sino que mi propio padre lo consideraba una amenaza.

Recuerdo el día en que todo cambió. Estábamos en su casa, en la sala, compartiendo una tarde tranquila, sin saber que todo estaba a punto de desmoronarse. El aire estaba lleno de risas, de miradas cómplices, de promesas no dichas.

Y entonces, Henry entró. Su presencia era imponente, oscura, como una sombra que se cernía sobre todo lo que amaba. Apenas cruzó la puerta, su mirada se clavó en Lorena, y pude ver la ira ardiendo en sus ojos. No dije nada. Sabía que, en ese momento, nada que yo pudiera hacer cambiaría lo que estaba por suceder.

Mi padre no dijo una palabra, simplemente se acercó a Lorena. Yo no podía moverme, mi cuerpo estaba paralizado por la confusión y el miedo. El siguiente segundo, todo sucedió en un parpadeo.

En un abrir y cerrar de ojos, Lorena ya no estaba. La mató frente a mí, sin misericordia, como si fuera nada. No pude hacer nada. Ni siquiera pude gritar. Su cuerpo cayó al suelo, y yo no podía entender lo que había ocurrido. Mi corazón se rompió en mil pedazos, y todo lo que quedaba de mi mundo se desplomó en el suelo, lo que quedaba de mi lealtad con el, se desplomó junto a ella.

Lorena murió por mí. Ella murió por amarme, por ser la persona que era, y por no ser lo que mi padre quería. Y aún ahora, no puedo dejar de culparme. Ella nunca debió morir. Nunca debió sufrir por algo que no podía controlar. Su muerte me dejó una marca que no puedo borrar. Y aunque mis ojos vean a otras mujeres, mi corazón sigue siendo de ella. Nadie ocupará el lugar que Lorena tiene en mi alma. Nadie será capaz de llenar el vacío que dejó su ausencia.

Lo que compartimos, aunque breve, fue real. Fue auténtico. Y aunque esos momentos fueron pocos, cada segundo que pasé con ella fue más significativo que toda una vida llena de inmortalidad. Nadie puede comprender lo que significó su amor para mí, y nadie puede entender lo que me ha costado seguir adelante sin ella. Pero a pesar de todo el dolor, de todo el sufrimiento que su muerte me causó, sé que ella está conmigo en algún lugar, en alguna parte de mi alma.

Ahora, mientras miro por la ventana, viendo la vida continuar a mi alrededor, me pregunto si alguna vez seré capaz de amar de nuevo. Me pregunto si alguna vez podré abrir mi corazón a alguien sin que el fantasma de Lorena se interponga entre nosotros.

Tal vez esta nueva chica tenga algo que ofrecerme, tal vez no, pero sé que no puedo olvidar a Lorena. Ella fue y siempre será mi alma gemela, mi amor eterno, y aunque el tiempo siga avanzando, yo siempre la llevaré conmigo.




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