Ha pasado una semana desde aquel día, una semana llena de tensiones y revelaciones que, aunque no terminan de asimilarse, siguen afectando cada rincón de mi mente. Desde ese día, Lucas y yo no nos hemos separado ni por un momento. La cercanía, la necesidad de estar juntos en medio de todo lo que está pasando, ha sido nuestra única constante. Y, aunque los días han seguido su curso, hay algo en el aire que no puedo dejar de sentir: una pesada incertidumbre que persiste y me consume.
Laura está embarazada de Zack. Al principio, todos pensábamos que solo se trataba de una noticia que cambiaría su vida, pero lo que no esperábamos era la reacción de Arturo. Fue como si algo en su interior se hubiera quebrado. Casi mata a Zack en cuanto se enteró. Yo, sinceramente, también casi hago lo mismo. La rabia, la impotencia, las dudas... todo eso se acumuló en mí, y no sabía cómo lidiar con todo eso.
Lo que me afecta con más fuerza, lo que no puedo dejar de procesar, es el hecho de que Laura y Zack ahora serán padres, pero lo que realmente me pesa, lo que me atormenta, es saber que ellos son mis hijos. Cada vez que lo pienso, una sensación extraña recorre mi cuerpo. Es como si todo esto fuera una pesadilla de la que no puedo despertar. He tenido leves recuerdos de mi vida pasada, fragmentos de lo que fui, lo que era. Pero aún hay tantas preguntas sin respuesta, tantas dudas que solo Grayson puede resolver. Y aunque me odio por ello, sé que es la única manera de encontrar claridad en medio de todo este caos.
No le he dicho nada a Lucas ni a los chicos. No sé cómo explicarles lo que estoy viviendo, lo que estoy descubriendo sobre mí misma. ¿Cómo podría contarles que, en algún otro tiempo, fui una persona completamente diferente, una persona capaz de hacer cosas que ni siquiera recuerdo con claridad? Mis pensamientos se enredan, pero lo que más me atormenta es el hecho de que no tengo idea de cómo compartir esta verdad.
Suspiré con pesadez, dejando que el aire frío de la noche me envolviera mientras miraba las estrellas en el cielo. El jardín estaba en silencio, solo interrumpido por el suave susurro del viento que movía las hojas de los árboles. Lucas estaba dormido, y aunque estaba a mi lado en cuerpo, yo no podía descansar. Me encontraba despierta, atrapada en mis propios pensamientos, sumida en las sombras de lo que hemos vivido.
En pocos meses cumpliré años. ¿Qué significa eso? ¿Qué significa que haya pasado tanto en tan poco tiempo? Es como si el universo me estuviera empujando hacia algo que aún no logro entender. Saber lo de Grayson, saber lo que esa familia representa, la forma en que todo lo que me rodea parece estar conectado por hilos invisibles que no puedo cortar. Todo esto me está envolviendo, y tengo la sensación de que lo que he vivido hasta ahora solo es una fracción de lo que está por venir.
Mis pensamientos son interrumpidos por la voz de Lucas, que desde el balcón de la habitación me llama suavemente:
—¿No puedes dormir? —Su tono era suave, lleno de preocupación. Me giré hacia él, viéndolo frotarse los ojos, aún medio dormido.
Lo miré, sonriendo ligeramente, intentando ocultar el dolor que aún residía en mi pecho.
—No, no puedo hacerlo... Salí a tomar un poco de aire —respondí, sintiendo cómo las palabras salían más como un suspiro que como una verdadera explicación.
Lucas no respondió inmediatamente. Se quedó en el balcón, mirando la luna con atención, como si estuviera absorbiendo la misma quietud de la noche que yo necesitaba. Yo seguía sentada en el césped, pero mis ojos no podían dejar de seguir cada movimiento suyo, como si, de alguna manera, su presencia fuera lo único que me ayudaba a mantenerme anclada en la realidad.
—¿Puedo estar contigo? —me preguntó, y aunque no me miró directamente, su voz tenía un toque de vulnerabilidad que me hizo sonreír. Era como si intentara no presionarme, pero al mismo tiempo, sentía su deseo de estar cerca de mí.
Reí suavemente, aliviada por su forma de ser. Su preocupación por mí, por cómo me sentía, siempre estaba presente.
—Claro —respondí, levantándome lentamente. Lucas me miró, y una sonrisa se dibujó en su rostro. Sin perder tiempo, dio un salto desde el balcón, aterrizando suavemente en el césped. Caminó hacia mí, sus pasos tranquilos pero firmes, y cuando estuvo a mi lado, se dejó caer en el suelo, acostándose junto a mí.
—Te amo —dijo, besándome la frente con ternura. Su gesto fue cálido, sincero, y sentí que una parte de mi alma, esa que aún estaba rota, se reconectaba con él. No necesitaba palabras elaboradas; solo su presencia bastaba.
Reí, sintiendo una mezcla de emociones en mi interior. Luego, me incliné hacia él y lo besé suavemente en los labios. Era un beso tierno, lleno de cariño, pero también de una profunda conexión que no podía explicar con palabras.
—Yo también te amo —le respondí con Seguridad, y por un momento, me sentí en paz. A pesar de todo lo que estaba sucediendo, de todas las preguntas sin respuesta, sabía con certeza lo que sentía por él. A su lado, me sentía más fuerte, más capaz de enfrentar lo que viniera, aunque el camino aún fuera incierto.
Lucas se acomodó en el césped, colocando su cabeza sobre mi pecho. Me quedé allí, quieta, disfrutando de su cercanía, del latido de su corazón que parecía sincronizado con el mío. Los dos estábamos sumidos en nuestros propios pensamientos, pero en ese momento, el silencio no era incómodo. Era un refugio, un pequeño rincón donde podíamos ser nosotros, sin presiones ni expectativas.
Así permanecimos, bajo el manto oscuro de la noche, sumidos en la tranquilidad que solo se encuentra en la compañía de alguien a quien realmente amas. A pesar de todo lo que estaba sucediendo, a pesar de las sombras que se cernían sobre nosotros, su presencia era la única certeza que necesitaba en ese momento. Y, por un instante, todo lo demás dejó de importar.
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Editado: 12.05.2025