Mi amada escolta

Capítulo 04. Declaración de amor

Zhao Min Do

Necesito liberarme con alguien porque si no podría explotar, tengo una maldita erección y la que quiero ahora mismo está a unas habitaciones. No podría ir a tomarla así por así y solo puedo ir en busca de una persona para liberarme.

Me coloco una maldita camiseta, tomo mi celular, las llaves del auto y salgo de la casa.

Me subo al auto, asegurándome de que nadie me siga, y voy directamente al departamento de Nin Li. Ella me recibe con un abrazo y me deja pasar.

—Te tardaste —dice fingiendo desinterés.

—La última vez no te quejaste.

Llevo mis manos a la parte trasera de su cuello, acercando sus labios a los míos en una batalla intensa de deseo contenido. Sus manos suben a mis hombros, mientras las mías descansan en su mejilla y en su cintura.

Pierdo por completo el control. El beso se vuelve cada vez más profundo, más intenso, más envolvente. Me arden las ganas de sentir su piel y liberarme de la ropa que nos separa. La acerco aún más a mí en medio de ese beso que desata un torbellino de emociones.

No quiero soltarla, quiero tenerla así, pegada a mí, como si el tiempo no existiera. La siento entre mis brazos… y me cuesta respirar.

Nos separamos, y ella jadea. Su respiración está agitada, y su cuerpo ligeramente tembloroso.

Desde que llegó, me tiene más perdido que nunca. Solo ella invade mis pensamientos.

La tensión sigue flotando en el aire, sin vencedores ni vencidos. Pero esta noche no sería como las demás, sin importar quién tuviera el control.

Al final, los dos sabíamos exactamente dónde queríamos estar.

La ropa comienza a sentirse como un obstáculo entre nosotros, y los límites desaparecen poco a poco, diluyéndose entre susurros tibios y miradas encendidas. Beso su cuello con lentitud, disfrutando cada reacción que le provoco. Recorro su cuerpo con mis labios, despertando en ella sensaciones que hablan por sí solas.

Me detengo de golpe, al darme cuenta de lo que estoy haciendo. Estoy pensando en ella… mientras estoy con Nin Li. Me levanto de la cama, me cambio rápidamente y salgo sin decir palabra. Subo al auto, dándole vueltas a todo esto.

Me quedo unos minutos dentro hasta que por fin arranco. Al llegar a casa, no bajo de inmediato. Miro hacia la ventana de la habitación de Velí: la luz sigue encendida. Está despierta.

Tal vez es mi señal para entrar… para verla antes de dormir. Pero no subo las escaleras. En cambio, voy directo a la cocina.

Una sonrisa se me escapa sin poder evitarlo.

Ella está allí, tomando un vaso de agua, distraída mirando su teléfono. Se ve increíble con ese vestido, como si el mundo se hubiese detenido solo para verla.

El pantalón comienza a incomodar me más de la cuenta. Me acerco en silencio, quedando justo detrás de ella, tan cerca que casi rozo su espalda con mi pecho. Sé que ha notado mi presencia cuando apaga el celular y deja el vaso. Doy el último paso y sostengo su cintura con suavidad. Siento cómo su cuerpo se estremece apenas la toco.

—No es buena idea andar con ese vestido tan corto —murmuro, respirando su perfume—. Podrías provocar a alguien sin querer...

Como a mí.

Ella aparta mis manos y se gira, quedando frente a mí. Sus mejillas están encendidas.

—Lo siento... no era mi intención provocar a nadie —susurra—. No volveré a vestirme así.

Trata de alejarse, pero la detengo. La alzo con cuidado y la siento sobre la isla de la cocina, colocándome entre sus piernas. Está visiblemente nerviosa.

—Debería dejarme...

No la dejo terminar. Mis labios buscan los suyos y los atrapan con ternura. Ella me responde con la misma entrega, y siento cómo el deseo se manifiesta en cada caricia, en cada beso. Ella también lo siente, no tengo dudas.

Abro un poco más sus piernas, acercándome a ella, y un leve suspiro escapa de su boca cuando me rodea el cuello y nuestros cuerpos se rozan. Me da paso para adentrarme más en su boca, y aprovecho. Me encanta cómo su lengua juega con la mía.

Mi mano se desliza suavemente por su muslo y se cuela bajo su vestido, revelando unas delicadas bragas rosadas. Tan sugerentes como ella.

Un gemido suave nace de su garganta cuando mis dedos la rozan con cuidado sobre la tela. Rodeo las tiras con mis dedos y las deslizo con lentitud por sus piernas, sin dejar de besarla.

Bajo hasta su cuello, y ella comienza a suspirar en mi oído, hasta que esconde su rostro contra mi cuello. Luego, me aparta suavemente y retira mis manos de su cuerpo.

—Lamento que no hayan sabido valorarte en donde estabas —toma su celular con firmeza—. Pero yo no soy el segundo plato de nadie.

Sin darme tiempo a responder, se marcha de la cocina, subiendo las escaleras con pasos firmes, dejando un aire de molestia flotando detrás.

Sonrío al ver las bragas en mis manos. Las acerco a mi rostro, respirando su esencia.

---

Finalmente, ya en el último juego, tiro acertando tras la línea de tres, llega el fin de la partida.

—Yo he ganado. 3-2 —digo, sin evitar mostrar una sonrisa y Lan se acerca a mí, también con una sonrisa de vuelta.

—Solo por esta vez —responde Lan—, sin duda será diferente la próxima vez. Prometo ganarte.

Asiento soltando una leve carcajada.

Él guarda el balón y volvemos a la casa. Luego de quitarnos el sudor de dos horas con una ducha, bajamos y bebemos un poco en la sala de estar, en el mismo lugar que estábamos antes.

—Competir contigo es de lo mejor —murmura Lan.

—Claro, ya que siempre te gano —suelto una carcajada—. Por eso, es lo mejor.

—Pero solo al final.

—aun así.

Bebe de su vaso y ríe, sacudiendo la cabeza.

Volteamos al escuchar los pasos de Dalí subiendo las escaleras, y nosotros seguimos charlando.

—¿Qué te parece si visitamos el Refugio esta noche? —pregunta Lan.

—Creo que sería buena idea.



#1155 en Otros

En el texto hay: romace, trianguloamoroso, guardaespaldas

Editado: 13.07.2025

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