Mi amada escolta

Capítulo 10. Encuentro

Zhao Min Do

—¿Me dejarás sosteniendo tus flores?

—¿Son para mí? —inquiere—.

—No, en realidad son para Dalí —bromeo—. Obviamente son para ti. Solo quería consentir a mi hermosa novia y dibujar una sonrisa en sus labios.

Le entrego el ramo.

—¿Qué te parecen? ¿Te gustan? Si no es así, dime y pido otro de tu agrado.

—No tienes que hacerlo, me gustan mucho. Aunque... es muy pesado —huele las flores y las toca con delicadeza—. Tienen un olor delicioso.

—Qué bien que te gustan. Espero que estos también —digo, tomando la bolsa de mi escritorio.

La ayudo a dejar las flores en la mesa mientras abre la bolsa y encuentra dos inmensas cajas: una de chocolates y otra de fresas.

—No tenías que hacer esto... —susurra antes de rodear mi cuello con sus brazos.

—Te lo dije, solo quería consentirte.

—Deja de hacerlo, porque después me acostumbraré a ello y no quiero —dice, separando nuestros cuerpos.

Suelto una risita.

—Por eso lo hago. Así que acostúmbrate, porque tú eres mi mujer y te mereces todo.

Baby...

Levanto su rostro, viendo cómo unas lágrimas se deslizan por sus mejillas sonrojadas.

—Te lo dije, soy diferente a cualquiera que haya pasado por tu vida, y nunca seré como ellos —limpio sus mejillas—. Que hayan sido tan imbéciles al no apreciarte no significa que yo también lo haré. No olvides cuánto te amo, wǒ de tiānshǐ

Ella hunde su rostro en mi pecho.

No sé qué pasa por su cabeza, pero lo haré positivo, demostrándole con hechos y palabras cuánto la amo. Aprovecharé todo lo que otros no supieron valorar a su lado.

—No llores, linda —murmuro, levantando su mentón—. Enterraré ese pasado y construiré un hermoso futuro para nosotros.

—No tengo palabras para expresar...

Atraigo sus labios a los míos en un beso suave, como me gusta, mientras enredo perfectamente mis manos en su cintura. Nuestros cuerpos rozan con el mismo inmenso deseo de siempre.

Sus labios son tan dulces que siempre quiero probarlos y no dejarlos ir cuando los tengo. La aprisiono contra la pared, sosteniéndola con delicadeza, sin dejar de besarla. Mi lengua se desliza dentro de su boca, jugueteando con la suya.

El beso se vuelve más suave hasta que nos separamos apenas unos milímetros. Limpio las lágrimas de su rostro.

Laa llevo al sofá, sentándola sobre mis piernas mientras rodeo su cintura.

Agarro la caja de chocolates y la de fresas. Las abro y las dejo a nuestros lados en el sofá para tenerlas a la mano. Tomo un chocolate y lo llevo a sus labios. Ella lo muerde, y yo termino de comer lo que queda.

—Es muy dulce... Me gusta.

Toma otro chocolate y lo lleva a su boca, uno tras otro. Lamo sus labios, limpiando las migas que han quedado en ellos.

Ella toma un chocolate y lo acerca a mis labios. Lo muerdo y, sin soltar su mano, chupo sus dedos con suavidad.

Miro la caja de chocolates para tomar otro, pero la encuentro vacía.

—Te los terminaste muy rápido —digo, llevándole una fresa a la boca.

—Es que están deliciosos.

Río, asintiendo, y le doy otra fresa. Ella la saborea lentamente sin dejar de mirarme, luego se lame los labios con una sonrisa.

Agarra otra fresa y la acerca a mis labios. La muerdo, disfrutando la dulzura que deja en mi boca. Su sonrisa se ensancha después de comer otra fresa más.

Como fresas una tras otra, deleitándose con su sabor. Tomo la última fresa y se la doy a Velí. Ella la come con movimientos suaves de sus labios mientras paso mi pulgar sobre ellos. Al terminar, lame la yema de mi dedo.

Río en voz baja.

—Velí...

Ella sonríe y deja un pequeño y dulce beso en mis labios.

—El sabor de las fresas es aún más dulce en tus labios —murmuro, acariciando sus piernas.

—¿Y te gusta?

—Me encanta.

Un leve rubor aparece en sus mejillas mientras rodea mi cuello con sus brazos. Luego besa mis mejillas, mi nariz, mi frente y mis labios con ternura.

—Vamos a la casa —digo, levantándome del sofá, seguido de ella.

—¿Ya no tienes nada que hacer?

—No, estos días no ha habido mucho trabajo, como ves.

Asiente y toma mi mano.

Caminamos hasta la puerta, pero entonces recuerdo su ramo de flores sobre la mesa. Regreso por él y se lo entrego.

—Gracias, se me estaba olvidando.

Lo acomoda en su brazo y vuelvo a tomar su mano para salir de la oficina.

Los empleados en el pasillo murmuran al ver a Velí con el gigantesco ramo

Bajamos y entramos directamente al auto, donde Nim nos espera en el estacionamiento junto con los hombres. Arranca el vehículo de inmediato, sin esperar mi orden.

Velí sonríe con sus flores en mano, como una niña pequeña.

Sus lindos ojos marrones se encuentran con los míos mientras sigue sonriendo.

Me gusta mucho verla así, aunque quiero saber en qué pensaba hace horas.

Acaricio su mejilla con suavidad, observando el brillo diminuto que hay en sus ojos.

Sonrío.

Veo a través de la ventanilla y noto que ya hemos llegado a la residencia. Nim está parada frente al auto, dándonos privacidad.

Siempre ha sido una persona que respeta los espacios de los demás. Es una de las personas en las que más confío en esta casa. Me respeta, y él es leal tanto a mí como a la familia.

Abre la puerta, permitiendo que Velí y yo salgamos. Los hombres de seguridad ya están posicionados en sus lugares.

Entramos a la mansión, donde Dalí nos espera en la puerta.

—Bienvenidos —nos recibe con una venia.

—Gracias, Dalí —responde Velí amablemente—. ¿Me puedes hacer el favor de traer un florero, por favor?

—Sí, señorita. Se lo llevo en un momento.

—Gracias.

Subimos las escaleras hasta la habitación de Velí.

Ella deja las flores en la cama y se quita el saco, colgándolo en su armario.

Quita el papel y el lazo que envolvían las flores, dejándolas caer sobre la cama. Luego visualiza la habitación detenidamente y se queda mirando fijamente la mesita de noche a su izquierda.



#1154 en Otros

En el texto hay: romace, trianguloamoroso, guardaespaldas

Editado: 13.07.2025

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