Velí Rine
Luego de llegar, solo he querido dormir por lo cansada que estaba, y más porque no dormí nada por querer saber lo que sucedió con Min Do y su exprometida. Nos quedamos toda la noche despiertos, pero supe la razón de su disgusto al verla.
Me siento en las piernas de Min Do luego de su indicación.
—¿Dormiste bien?
Asiento, rodeando su cuello.
—Tienes los ojos muy hinchados.
—Me di cuenta al despertar —junto nuestras frentes, chocando nuestros alientos—. Dormí mucho.
Asiente y rodea mi cintura con suavidad, acariciando mi piel desnuda.
Beso su cuello antes de dejar mi rostro ahí. Su aliento choca en mi cuello con suavidad e intensidad.
Quito mi rostro al escuchar vibrar mi teléfono. Pero lo ignoro al ver que es un número desconocido.
Plasmo un beso en sus labios. Son tan embriagantes que me encanta probarlos en cada oportunidad que tengo.
Sus ojos verdes me dejan viciada con esa mirada que tiene.
—Señor —Han Ní se acerca—, el señor está en camino y la cena ya está lista.
Asiente y ella se retira.
—Mi tío llega hoy a China.
—Eso escuché en la oficina la otra vez —observo como estoy—. Debería cambiarme.
—Voy contigo.
Subimos a mi habitación. Él se queda en la cama en lo que yo rebusco algo en el armario.
Sus ojos no se despegan de mí en ningún momento, y eso siempre me pone nerviosa por la forma en que me observa.
Elijo una blusa y una falda, casi del mismo color. No quiero ponerme vestido, y más ahora, así que lo veo como una buena opción para esta noche.
Siento su aliento contra mi cuello al estar casi desnuda —solo traigo bragas—. Sus manos rodean mi cintura antes de pegar su pecho a mi espalda fría.
—Min... —murmuro, pero me quedo en silencio al obtener un gruñido de su parte.
Esparce besos suaves por mi piel, lo que me hace dejar caer mi cabeza hacia atrás. Sus manos empiezan a subir hasta tomar mis tetas entre sus dedos. Luego de pellizcar mi pezón, arrancándome un gemido, lleva su mano a mi cuello y me gira, quedando frente a frente.
Veo el deseo inundar sus ojos, clavados en mí con una intensidad diferente a la que siempre reflejan.
Estampa sus labios en los míos, su cuerpo rozando el mío. Su lengua se adentra en mi boca en busca de la mía, y no tarda en encontrarla en una guerra de pasión y deseo por más del otro.
La tensión aumenta entre nosotros.
Abrazo su cuello en el momento en que el beso se vuelve más intenso. Su mano viaja a mis nalgas y me carga desde los muslos, apretándome más.
Si no fuera porque tiene que ir a recibir a su tío, que está a punto de llegar, no me importaría arrancarle la ropa y acabar con este deseo que tenemos en este mismo instante. Lo deseo, y lo deseo tanto que tengo que detenerlo para no caer.
—Min... —musito al alejarme un poco, con la respiración agitada—. Tengo que cambiarme y... debes recibir a tu tío.
—No te preocupes por eso, linda —besa mi cuello suavemente, bajando al canal de mis tetas—. Solo un minuto.
Arqueo la espalda, dejando que siga.
Mis dedos viajan a la raíz de su cabello cuando toma mi teta en su boca, lo que me hace dejar escapar algunos gemidos suaves. Su boca vuelve a subir a mis labios con la misma intensidad de antes.
Una sonrisa se dibuja en sus labios antes de tomar mi labio inferior en una mordida. Dejo escapar una risita y junto nuestras frentes para rozar su nariz con la mía.
—¿Me dejas cambiarme?
Asiente y me deja bajar.
Agarro la ropa del armario y me lo pongo sin mucho esfuerzo. No deja de mirarme mientras peino mi cabello, y eso hace que una sonrisa aparezca en mis labios antes de colocarme las sandalias.
—Estás hermosa... —se aceca, y roza mis labios—. Vamos.
Asiento y salimos de la habitación hacia el patio, donde yacen todos los demás esperando.
Nos colocamos al lado de Lan, y Min Do le dice algo que no llego a escuchar, lo que me hace mantener la mirada al frente.
Veo cómo Han Ní revisa su reloj con ansias, y en ese mismo instante, el gran portón se abre, dando entrada a tres autos que se estacionan frente a nosotros. Del primer auto sale un señor fornido, con un carácter dominante, al igual que Min Do, y detrás de él salen los demás.
Le doy una ojeada a Min Do al ver salir a Ninxiao, quien cuelga del brazo del hombre que se acerca a saludar a cada uno de sus sobrinos y a Han Ní.
Hago una leve venia al tenerlo frente a mí, y él entra a la casa luego de corresponder con una sonrisa. Entramos después de los demás, que ya se encuentran en la mesa.
—Ven, hijo —llama a Min Do. Suelto su mano y él se acerca—. Siéntate aquí, a mi lado.
Min Do se sienta donde le indica su tío. Me acomodo junto a Han Ní, al otro lado de la mesa, quien me regala una sonrisa amable.
Todos charlan con el hombre, mientras que yo no me molesto en prestar atención a la conversación. Nunca me ha gustado meterme en conversaciones ajenas, y menos cuando no me invitan. Pero eso no significa que no esté pendiente de la cercanía de esa niñita con Min Do... y él no la aleja.
Al encontrarme con sus ojos, le sonrío de forma falsa y descarada.
Bebo de un solo trago lo que hay en mi copa, sin importar lo fuerte que es la bebida, sintiendo cómo quema mi garganta al pasar. No me sirvo comida; solo bebo jugo, agua o algo de alcohol.
—Velí —volteo a ver al que me ha llamado. Dibujo una pequeña sonrisa, acomodándome en mi asiento—. ¿Por qué no comes?
Mis ojos viajan a los platos de todos. El mío es el único que está limpio.
—¿No te gusta la comida?
—No es eso, señor —niego, sabiendo que no comería ni la mitad de lo que hay en la mesa—. Solo que no tengo apetito.
Asiente antes de beber un poco de lo que hay en su copa.
Llevo una hebra de cabello detrás de mi oreja y me levanto de la mesa con tranquilidad.
—Con su permiso.