Mi amada escolta

Capítulo 19. Primer aviso

Zhao Min Do

Después de todo este tiempo, mi Velí aceptó venir para continuar con los arreglos de la casa. Ya tenía muchas ganas de que estuviéramos juntos aquí.

No dejo de pensar en la forma en la que me agradeció ayer al saltar sobre mí. No ha pasado desapercibido el brillo en sus ojos ni los pequeños cambios que estoy notando. No puedo evitar preguntarme el motivo.

La observo sonreír mientras se acerca. Sus ojos brillan, y su cuerpo se acomoda sobre mis piernas.

—Min’er —musita con dulzura—. ¿Qué era eso que me ibas a mostrar? Tengo curiosidad… y quiero decirte algo muy, muy importante.

Río, asintiendo.

Suelto su cintura y me quito la camisa. Sus ojos recorren mi torso hasta detenerse donde quiero. Se abren con sorpresa, y sus dedos no tardan en tocar la tinta en mi piel, provocándome una mueca. El tatuaje es reciente.

—¿Te lo hiciste esta mañana? —pregunta sin dejar de mirarlo.

Asiento.

—Me encanta.

—A mí me encanta tenerte tatuada en mí.

—Al tener mi nombre y mi cuerpo tatuados, ahora eres de mi propiedad —dice con seguridad, mirándome fijo—. Eres y siempre serás mío. No solo por eso, ni por el amor que nos tenemos… es que hay algo más que nos une para siempre.

Sonrío inconscientemente, repasando sus facciones y encontrando ese mismo brillo en sus ojos.

Y sí, lo que dice es cierto. Además del amor que nos tenemos, hay algo que nos unirá por el resto de nuestras vidas. Nuestros hijos serán ese vínculo eterno, la conexión más hermosa que pueda existir.

Tomo sus labios con una sonrisa mientras sus dedos rozan mi pecho. Paso mi pulgar por su mejilla y dejo un beso suave.

—Tienes toda la razón. Tú y yo nos pertenecemos —beso su mejilla sonrojada—. ¿Ahora sí puedo saber qué era eso tan importante?

Me toma de las manos y me guía al segundo piso, deteniéndose frente a una puerta cerca de nuestra habitación. La abre y entramos.

—Esta mañana decidí que esta será la habitación de nuestro hijo. ¿Qué te parece? —Mis ojos recorren la habitación hasta detenerse en la caja junto a la ventana—. Puedes abrirla.

Me mira y afloja el agarre de mi mano.

Sonrío, como si todo tuviera sentido ahora. Mierda… lo había pensado tanto, y ahora que está pasando, no quiero creerlo del todo.

—Velí... ¿tú…?

—Velo por ti mismo —susurra.

Me acerco y tomo la caja. Al abrirla, mi corazón se acelera: la primera prueba tiene las dos rayitas. Reviso las demás… todas positivas. La emoción crece cuando ella asiente. Se me escapan unas lágrimas.

Tomo los pequeños zapatitos que hay dentro y se los muestro con una sonrisa nerviosa.

Ella limpia sus lágrimas, y yo me acerco para abrazarla y besar su rostro.

—No sabes la felicidad que siento ahora mismo —acaricio su vientre—. Gracias por esto, por permitirme experimentar una alegría como esta.

—Gracias a ti por darme la oportunidad de ser quien te haga feliz.

—Siempre lo serás —respondo, besando sus labios con ternura.

Paso mis manos por su cintura y me arrodillo para besar su vientre y apoyar la frente en él.

—No quiero sonar más ansioso de lo que estoy, pero… —entrelazo nuestras manos—. ¿Ya fuiste al obstetra? ¿Todo está bien?

—Sí, estás sonando ansioso —se burla, y yo sonrío—. Fui esta mañana para confirmarlo.

—Debiste esperarme. Quería acompañarte.

Ella apoya la cabeza en mi pecho.

—Lo siento. La próxima vez iremos juntos, ¿sí? —Asiento—. Tengo unas seis semanas. Todo está bien.

—Eso es bueno. Nuestro hijo ya estaba con nosotros antes incluso de pedirlo.

Asiente. Salimos de la habitación, y me cuenta que tiene que empezar con el ácido fólico, alimentarse mejor, evitar el alcohol, no tomar medicamentos sin receta, y que si llega a tener dolor o sangrado, debe ir a urgencias.

Presto atención a cada detalle.

—Yo me encargo de todo eso. Tú solo preocúpate por estar bien y dejarte cuidar por mí.

—Como digas, mi amor.

Como acordamos anoche, salimos a comprar lo que falta para la casa.

Durante el camino, ella está concentrada en su teléfono. Yo, en cambio, no dejo de mirar su vientre. Todavía tengo esa emoción intacta.

—Oye, Min —me dice.

La miro, dándole vía libre para que continúe.

—He estado pensando en algo. Quiero saber qué opinas… y si me dejas.

—Puedes decirme.

—¿Puedo elegir tus trajes para la boda?

Suelto una pequeña risa antes de responder:

—Claro que puedes. Pero yo elegiré tus vestidos.

Ella lo piensa por un momento, mirando por la ventana, y luego asiente con una sonrisa dulce.

—Es un buen trato. Acepto.

—Bien.

Me besa la mejilla y apoya su cabeza en mi pecho, acariciando mi brazo con ternura.

Al llegar, nos dirigimos a cada una de las áreas que sabemos para comprar. Velí no pierde el tiempo y empieza a elegir lo que nos llevaremos; sus ojos viajan a cada esquina que hay. Yo la sigo y opino siempre que lo pide, o solo le doy un asentimiento pa’ que sepa que estoy de acuerdo con sus elecciones.

Luego de una hora en la tienda, pagamos todo y les doy la dirección para que lo lleven a domicilio.

Uno de los de seguridad se me acerca y me susurra al oído:

—Señor, todo este tiempo nos han estado siguiendo.

—¿Los mismos de estos días?

—Sí, señor.

—Bien. Ya saben qué hacer.

Asiente y, luego de una leve venia, se retira.

—¿Qué pasa, Min’er? —inquiere Velí, acercándose—. ¿Qué te acaba de decir?

—No es nada importante, mi amor.

—Min...

—De verdad, mi amor, todo está bajo control. No te preocupes por nada —trato de calmarla—. ¿Nos vamos?

Ella asiente y enreda su brazo con el mío.

Uno de los de seguridad me pasa un arma por detrás. Sin que Velí se dé cuenta, la guardo en mi cintura y la dejo a un paso detrás de mí, por si algo pasa.

No quiero que ni ella ni el bebé corran ningún tipo de peligro.



#2593 en Otros

En el texto hay: romace, trianguloamoroso, guardaespaldas

Editado: 17.08.2025

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