Mi amada escolta

Capítulo 21. Unión eterna

Zhao Min Do

A veces no hay que privarse de soñar en grande ni de ser ambicioso, porque nunca sabemos lo que puede pasar o lo que podemos llegar a ganar.
Yo he soñado en grande desde los dieciséis años, y ahora se ha cumplido el triple de lo que soñé y me propuseSoy un basquetbolista increíble, que no duda de sus habilidades, y sigo siendo uno de los mejores corredores de autos.

Fui ambicioso... y ahora estoy a punto de casarme con la mujer de mis sueños. Esa mujer que me ama sobre todas las cosas, y yo a ella. Esa mujer que está criando a mi hija o hijo en su vientre.

Siempre hubo gente que me decía que si era muy ambicioso, no tendría nada. Y ahora... no tengo nada más que decir cuando los hechos hablan por sí solos.

Veo los últimos detalles que Han Ni me ha enviado sobre la boda civil sorpresa. Me dediqué una semana entera, junto a mis hermanos y cuñados que me ayudaron. Aunque descuidé mucho a Velí y los demás, así que decidió venir a trabajar a la academia, y no me pude quejar.

Guardo el teléfono después de confirmarle a Han Ni.

La ojeo en su clase y, aunque me preocupa que se caiga con esos tacones altos, lo hace muy bien. Me prenden esos movimientos sensuales con sus manos recorriendo su cuerpo, el ritmo de sus caderas. Esa forma en la que me mira de reojo y se baja lentamente...

Siento que todos desaparecen y solo estamos ella y yo en ese salón. Sus ojos se fijan en los míos, mientras estoy sentado frente a ella. Me baila con esa sensualidad e intensidad que la rodea.

Sus manos comienzan a pasear por mi cuerpo lentamente, sin apartar su mirada. Se muerde los labios con deseo al empezar a bajarse, dejando una mano sobre mi erección.

—Linda —musito.

Sonríe y da media vuelta, alejándose hasta quedar a unos diez pasos de mí.

Vuelvo a la realidad con una erección y unas ganas tremendas de sacarla de ese salón e interrumpir la maldita clase.

Nos encontramos con la mirada cuando da media vuelta, quedando de frente a mí. Sus manos se deslizan por su trasero con seducción, y justo en ese instante, la música se detiene. Todos aplauden, y yo no me privo de hacer lo mismo.

No hay duda de que es buena en todo lo que hace.

Le dice algo a sus alumnos mientras se quita los tacones, y todos asienten. Me lanza una mirada rápida y continúa hablando. Levanta los pulgares hacia ellos y luego sale, saltando directo a mis brazos.

—Mi bailarina favorita —susurro.

—Y tú, mi admirador favorito.

—El único —le recuerdo—. Porque solo yo puedo admirarte de la manera que se debe, linda.

La pego contra el vidrio y atrapo sus labios suavemente. Ella rodea mi cuello, y le añade esa intensidad que tanto me toca. Sonrío cuando nuestras lenguas se enredan en el deseo que me provoca esta mujer.

Toma mi rostro con una de sus manos, besándome con más ganas, y luego se aleja unos centímetros.

Dejo besitos en sus labios. Me da un golpecito en los hombros y la bajo sin soltar sus caderas. Lamo sus labios y sonrío mientras mi mano baja para tomar su trasero.

—¿Ya terminaste la clase, linda? —pregunto, apartando un mechón de su rostro.

—Sí, ya es la hora de descanso, baby —responde.

—Entonces quiero llevarte a un lugar —digo—. Y no quiero un no como respuesta.

—Como no tengo opción...

Suelta una risita, y le pellizco la nariz suavemente.

—Buena chica.

—Siempre.

Me deja un beso en la mejilla y suelta mis manos, entrando de nuevo al salón. Toma su bolso y el teléfono, le dice algo a los alumnos, y todos salen detrás de ella.

Me toma de la mano y se despide. Salimos del edificio, y le abro la puerta del auto para que entre primero. Luego entro detrás.

Le paso las cajitas de fresas y chocolates blancos que compré en el camino. Me mira de arriba abajo, con una sonrisa como si no se lo creyera.

—¿Qué sucede, linda? —pregunto, abriendo una caja.

—Hace unas horas quería chocolates blancos, baby —dice, tomando uno—. Gracias.

—Hice bien, por lo que veo —susurro cerca de su oído y le doy un beso en la mejilla.

Sonríe y me da uno.

Se me acerca, dejando las fresas y chocolates sobre mis piernas. Pone su cabeza sobre mi pecho y me mira con esos ojitos lindos, abriendo la boca para que se los dé.

A ella le encanta que la consienta y la mime. Y yo, feliz siempre que lo desea.

Saco el teléfono al escucharlo sonar en mi bolsillo y lo llevo al oído.

—Ya estamos de camino —digo, para que sepa que estoy con Velí.

—De acuerdo, ya están aquí, y lo acaban de traer —informa.

—Bien. ¿Algo más?

—Que él va a llegar en una hora, a más tardar —avisa, hablando del juez.

Sonrío y dejo una fresa en los labios de Velí.

—Entonces tú prepárate —miro el reloj—. Dile a los demás que deben estar allí unos cinco o diez minutos antes que él.

—Lo haré. ¿Algo más?

—Eso es todo.

—Como ordene.

Cuelgo.

Dejo el teléfono en el bolsillo y le sigo dando las fresas.

—¿A dónde vamos, Min’er? —pregunta, dándome una.

—Lo verás al llegar —murmuro.

Hace un puchero y abre la boca para otra fresa.

—Pero debes saber que no podrás ir a la academia estos dos días —le aviso.

—No, lo siento, pero no —dice enseguida.

—Es para estar juntos, linda —trato de convencerla.

—¿Medio día, como hoy?

Niego con la cabeza.

—Déjame quejarme ahora —se come una fresa—. ¿De acuerdo?

Asiento.

—Sé que no es obligatorio que estén conmigo, pero he estado casi toda la semana sola en casa. Todos ocupados cada vez que quise hablar con alguien o salir a pasear, y no me quejé —toma aire—. Y ahora que quise buscar mi trabajo para no molestar, tú quieres...

—Discúlpame, ¿sí? Lo siento —la interrumpo—. Ninguno tiene la culpa, sino yo. Les pedí que me ayudaran con lo que tengo preparado para hoy.

Baby, no estoy culpando a nadie —arquea una ceja—. Solo que no acepto que me lo pidas así.



#1203 en Otros

En el texto hay: romace, trianguloamoroso, guardaespaldas

Editado: 12.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.