Velí Rine
Debatir con las chicas no es nasa fácil, por eso siempre hay que estar todas de acuerdo para cualquier cosa, porque ahora mismo fui la única que se opuso a todo esto.
Llevo la mano a mi vientre, mirando fijo a las chicas que me están velando igual. Se sueltan a reír y las risas de los demás las acompañan, y yo solo sonrío, dando media vuelta hacia la cocina con ellas pisándome los talones.
—Vamos, no haremos na’ que tú no quieras, pero vamos de compras pa’ celebrar tu despedida de soltera —dice Dhane, enganchándose de mi brazo como si nada.
—Sí, y regresamos en cuanto tú digas “ya” —añade Jahn.
Miro a las otras, que asienten toditas al mismo tiempo, hasta convencen a Han Ní para que también se apunte. Suelto un suspiro desde lo más profundo y susurro un “sí” que las hace pegar un chillido de emoción.
—Son un corillo bien intenso, de verdad.
Se ríen, guiñándome el ojo justo antes de que me dé la vuelta, subiendo para mi habitación a buscar el bolso y un abrigo que cuelgo en el brazo mientras me repaso en el espejo. Y ahí entra Min, cerrando la puerta con seguro antes de acercarse con los brazos cruzados.
—¿Te vas con ellas? —empieza con el interrogatorio.
Asiento.
—¿Pa’ dónde van? —da un paso al frente, rozando mis labios con los suyos—. ¿No me vas a decir?
—Vamos de shopping.
Rozo mi nariz con la suya, mezclando su aliento con el mío. Una sonrisa se dibuja en su boca y siento sus labios juntarse con los míos, lento. Me abraza por la cintura y me planta un beso en la mejilla.
Bajamos con una sonrisa, lo veo mirando su reloj antes de montarnos en la limusina que nos espera. Nos toma como quince minutos llegar al mall de la ciudad.
—Chévere, ¿no? —comenta Luoana cuando ya estamos toditas frente a una tienda de lencería.
Sin pensarlo mucho, entro y empiezo a curiosear entre la ropa, con las chicas toditas locas.
—Están bien al garete —le susurro a Han Ní.
—Bien brutal —me responde.
Dhane y las demás se acercan con unos conjuntitos de encaje bien pequeños y los tiran en mi canasta sin preguntarme nada. Y yo ni me quejo. Las dejo ser.
Ya cuando me canso de estar para ahí, me siento en un sillón, entregándole lo que escogí a una de las empleadas. Ella lo lleva al mostrador y veo cómo Dhane me lanza una sonrisa antes de dejar algo más en mi canasta. Nego con la cabeza y me dejo caer en el sofá.
Espero a que todas terminen, pagan todo y cruzamos a una joyería que está justo al frente. No tardo mucho ahí y paso a la tienda de carteras y perfumes, para cerrar el día de shopping con las chicas. Pero no lo dejamos ahí.
Nos detenemos en un restaurante para comer algo rico.
—¿Y ya nos vas a decir pa’ dónde se van de luna de miel? —pregunta Ana—. Porque Han Ní no nos quiere soltar nada, y eso que lo sabe.
—Es su trabajo, no puede ir contando todo lo de su jefe así como así—les recuerdo—. Iremos pa’ Europa.
—¡Acho, qué chaveta! —grita Dhane emocioná.
Asiento mientras le meto un buen bocado a mi plato de camarones. Me encantan estos antojos porque como cosas bien ricas gracias a mis bebés... y a los chefs, que cocinan brutal.
Me lo termino con un vaso de jugo y un tres leches.
Regresamos a casa y ya no hay nadie en la sala como los dejamos. Pero sus risas se escuchan desde el salón de juegos al final del pasillo mientras subo las bolsas para la habitación.
Ni siquiera llego a abrir la puerta cuando los vemos salir con botellas de whisky, cada uno con la suya. No se ven borrachos, pero apestan a alcohol. Eso me hace retroceder y esconderme detrás de las chicas.
—Mejor vamos al jardín —sugiero.
Min me lanza un guiño y yo sonrío, bajando con las chicas detrás. Las dejo pasar primero al patio mientras voy a pedirle a las muchachas que nos lleven algo para comer.
—¡Qué revolú de alcohol tienen esos cuatro allá arriba! —dice Luoana con una mueca—. Están locos.
—Ay, sí —me siento junto a Han Ní—. Espero que se les quite ese pestazo.
—Sí, no queremos que le pase nada malo a nuestros sobrinitos —dice Jahn mientras acaricia mi barriga—, y mucho menos a la mamá.
Nos reímos todas, y justo en ese momento salen las muchachas con bandejas de bocadillos, jugos, dulces y frutas. Se los agradecemos y empiezan a dejarlos en la mesa frente a nosotras.
Yo soy la primera en tomar, una y otra vez. Seguimos hablando de nuestras parejas, menos Han Ní, que aunque se ríe con nosotras, yo sé que se ha dado cuenta de que mi hermano la está velando. Pero la dejo ser.
—Chicas, ¿ustedes creen que todo salga bien mañana? —pregunto con nervios—. No es que tenga dudas, pero cualquier cosa puede pasar.
—No se preocupe, seño...
—Estamos en confianza, aquí na' de "señorita" —lo corta Luoana.
—Bueno —sonríe—. Estoy segura de que todo saldrá como ustedes lo soñaron, lo imaginaron y lo prepararon con tanto amor.
Así quiero que pase, porque no quiero que mañana ocurra nada inesperado que pueda dañar ese día que hemos esperado con tanto cariño. He pensado en todas las posibilidades, y ninguna se me escapa de la cabeza cuando me entra ese miedo.
Sé que él quiere ser mi esposo, pero hay demasiada gente que no nos quiere ver felices. No son celos ni nada por el estilo, pero es la verdad de lo que hemos vivido, como con Laiana, Ninxiao y otros.
Me limpio las lágrimas que me caen por la mejilla y tomo un sorbo del jugo que tengo en la bandeja.
—Tiene razón Han Ní —dice Dhane abrazándome por la espalda—. No pienses en cosas feas. Solo concéntrate en que mañana te vas a casar con él, y ya.
—Sí, piensa en eso, y no llores, que después yo también lloro.
Me seco las lágrimas y suelto una risita. Todas me abrazan con esas sonrisas tan lindas, esa calidez y esas palabras dulces que ahora mismo, lo son todo para mí.
—¿Mañana estarán todas para ayudarme a arreglarme? —pregunto, abrazándolas.