Mi amada escolta

Capítulo 26. Segundo aviso

Zhao Min Do

Dos meses después

Irlanda del Norte

Todo este tiempo que hemos estado aquí, no he visto a nadie molestando. Velí ha estado tranquila, sin ninguna amenaza, y estamos preparados para cualquier persona que intente acercarse.

Tuve que intervenir su teléfono para asegurarme de que ese imbécil no volviera a llamarla ni escribirle. Si lo hace, me entero yo primero y me encargo de que ella ni se entere. Solo quiero que podamos disfrutar nuestra luna de miel sin inconvenientes, sin nada que le cause un mal rato.

Desde aquí, me he hecho cargo de todo lo relacionado con su embarazo y con la empresa. Han Ní ha sido una buena amiga y un gran apoyo, ayudando a mantener a Velí en calma.

—Min’er —su voz sale como un pequeño murmullo a mi lado—. ¿No es lindo?

Veo el pequeño trajecito de bebé en sus manos y su sonrisa perdida entre tanta ropita.

—Sí, es muy lindo. Podemos llevarlo —digo mientras acerco el carrito lleno de ropa.

Las prendas que escoge son adorables, y ni hablar de los juguetes. Todo lo que ha elegido ha sido mucho mejor que lo que yo había comprado antes. No hay duda de que estamos ansiosos y, a la vez, sin prisa por tener todo listo para la llegada de nuestros pequeños.

Paso a pagar todo, pero ella regresa con dos juguetes más entre sus manos.

—Son para Miguel Ángel y David, ¿de acuerdo? —me informa al ver mi mirada.

Asiento y pido que los pongan en una bolsa aparte. Le entrego la tarjeta a la cajera, que no deja de sonreír cada vez que me mira. Aunque intenta disimular su emoción, no puede. Reconozco a una fanática donde sea, solo por cómo me observa.

Velí jala mi mano para que vea a la chica, que ha dejado caer mi tarjeta ya como seis veces. Respira hondo y al fin la pasa, devolviéndomela.

—¿Me podría regalar un autógrafo, por favor? —pregunta con las manos temblorosas.

Tomo el bolígrafo y el papel que me entrega, lo firmo y se lo devuelvo.

—¿No quieres también una foto? —interviene mi esposa con una dulce sonrisa.

—¡Me encantaría! —La chica me entrega el teléfono, y tomo la foto después de que se arregla un poco el cabello—. ¿Podría usted también? —le dice a Velí.

Ella asiente y se coloca al lado de la chica. Luego de la foto, le devuelvo su celular y salimos del centro comercial. Dejo las bolsas en el auto y, cuando voy a abrirle la puerta del copiloto a Velí, la veo con una pequeña mueca.

Baby… ¿puedo guiar tu lindo Bugatti Veyron? —me pregunta con esos ojitos que me derriten.

Sonrío, tomando su mano entre las mías con suavidad, y le entrego la llave. Una sonrisa ilumina su rostro, da unos brinquitos y luego me besa. La ayudo a entrar al auto y me acomodo en el asiento del copiloto.

Le coloco el cinturón y hago lo mismo. Le pido que no conduzca muy rápido; no hay prisa y no quiero que se emocione de más.

Durante el camino, no puedo dejar de mirarla. Su sonrisa no se borra ni un segundo.

Las mucamas nos reciben en la casa y nos ayudan a llevar las bolsas. Subo con las que quedan, acompañando a mi mujer que acaricia su vientre con delicadeza. Dejo todo en la habitación y bajo a la sala, donde encuentro a Han Ní preparando todo para el ejercicio de Velí.

Le dije que solo les indicara a las mucamas qué hacer, que no se molestara, pero insistió en hacerlo ella misma. Solo me queda agradecerle por su ayuda.

Velí baja con su atuendo deportivo: una licra negra y un top que deja al descubierto su vientre. Se acerca a mí y me abraza suavemente antes de rozar su rostro con el mío. Tomo sus labios sin pensarlo, acariciando el redondo vientre entre nosotros. Está más grande y hermoso. Todo le queda tan bien… hasta el embarazo le queda espectacular.

—Estaré haciendo algunas cosas mientras tanto, linda —susurro en su oído.

—De acuerdo, baby —responde, dejándome un suave beso en la mejilla.

La dejo con Han Ní, que la ha estado guiando en sus ejercicios todo el mes.

Me encierro en la oficina. Los archivos sobre el escritorio me esperan y los correos parpadean en la pantalla. Han Ní lo ha organizado todo como le pedí. Me siento menos cargado ahora.

Reviso los documentos, firmo algunos y dejo dos más para cuando Han Ní termine con Velí. El tiempo se me hace eterno aquí encerrado con tanto trabajo.

Después de pasar no sé cuánto tiempo aquí encerrado, termino lo que tengo en la computadora. Me dejo caer sobre el espaldar de la silla y me estiro, sintiéndome por fin liberado.

Afuera veo a Han Ní hablando por teléfono y me señala la habitación. Entiendo que Velí ya terminó. Subo, encontrándola recostada tranquilamente en la cama. La música es suave, relajante.

Sus manos acarician su vientre. Me acerco, la cubro con la sábana y me siento a su lado, poniendo mi mano sobre la suya, sobre su pancita. Ella la sostiene al sentirme. Me acerco a su cuello, rozo con la nariz y le dejo un suave beso.

—¿No dormías? —le susurro.

—No, solo escuchaba música mientras tú terminabas lo tuyo —responde con una sonrisa.

—Bien. —Miro el reloj—. ¿Ya merendaste?

—Aún no… y tengo antojo.

—¿De qué?

Me hace una seña con el dedo para que me acerque. Lo hago, quedando frente a frente. Rodea mi cuello con su brazo y sus labios se posan sobre los míos. Su lengua se entrelaza con la mía.

La rodeo con mi brazo, acercándola más a mí. Me pierdo en esos labios carnosos que son mi locura. Los labios de mi esposa.

Se separa apenas unos centímetros. Su respiración agitada se mezcla con la mía.

—Mi antojo aún sigue… —desabrocha lentamente mi camisa—. No creo que haya sido suficiente.

—¿Qué necesitas para que lo sea? —le sigo el juego—. Tal vez pueda ayudarte con eso.

—Siempre podrás ayudarme, cuando de ti se trata, baby —su voz es un suspiro.

Le quito el vestido lentamente sin quitar mis ojos de los suyos, una sonrisa aparece cada vez más en su rostro. Tan radiante y resplandeciente que me fascina y a la vez tan inexpresivo que me gusta de ella. Rozo mi nariz con la suya, bajando mi mano a su intimidad.



#1711 en Otros

En el texto hay: romace, trianguloamoroso, guardaespaldas

Editado: 31.08.2025

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