Zhao Min Do
A veces no es fácil hacer algunas cosas, y más cuando se trata de mí. Alguien que, durante cinco años, no creyó en el matrimonio por culpa de una mujer que lo traicionó.
Esta vez tengo la seguridad de que puede ser diferente, aunque tampoco puedo estar tan seguro.
Tengo los nervios de punta. Tienen tres horas viendo el anillo y no me dicen nada. Me he sentado y parado como trescientas veces ya, esperando a que me digan algo.
—¿Van a hablar o qué? —cuestiono por fin—. Me van a matar.
—Pues nosotras creemos que acepta —dice Dhane, señalando a mi hermana, a Jhan y a ella misma—. Tenemos información de fuentes confiables.
No sé, pero me siento aliviado. Estoy seguro de que ella aceptará ser mi esposa, pero siempre hay que ser negativos para no tener falsas esperanzas.
—Aquí tienes y cuidadito si lo pierdes —bromea mi hermano del medio—. Estás nervioso, cálmate.
—¿Algo más que quieran decir? —reviso mi reloj—. Mi mujer me espera.
—No, puedes irte con mi cuñada.
—No la dejes esperando —añade Lan.
Los dejo solos en el despacho y bajo a mi habitación para guardar el anillo. Paso por la suya, encontrándola distraída en su teléfono. Se ha percatado de mi presencia, pero no se voltea a verme.
Me coloco detrás de ella, dejando mi mano sobre su vientre al rodear su cintura. Se da la vuelta y me abraza, dejando el teléfono a la vista de los dos.
—¿Por qué estás viendo casas? —indago sin poder evitarlo—. ¿Te quieres mudar acaso?
—Si nos llegamos a quedar, sí —me confiesa.
—¿Y te ha gustado alguna opción?
—Sí, hay tres que me han gustado mucho —menciona, deslizando la pantalla—. Por ahora, porque no puedo quedarme con las tres.
—Si te gustan, te las compro de regalo —propongo.
—¿Y qué voy a hacer con tres casas?
—Lo que quieras.
Se sienta en la cama y apaga su celular.
Me siento con ella, y toma mi rostro, acercándolo a milímetros del suyo. Sus ojos me observan fijamente, buscando algo que no entiendo.
Me mantengo serio y con la mirada relajada, observándola de la misma manera. Acerco mi rostro un poco más al suyo, casi besándola.
Su boca entreabierta me hace fijarme en sus labios por un leve momento. Su rostro es tan hermoso y su piel tan brillante que parece porcelana fina y elegante.
Siento cómo se pone nerviosa y empieza a parpadear. Aun así, no dejo de mirarla fijamente.
—No me mires así —murmura, mirando a otro lado.
—¿Por qué? Si tengo a la futura esposa más hermosa —la tomo del mentón.
Sus ojos se abren con asombro, sin poder creer lo que acabo de decir. Reacciona y se cruza de brazos, observándome con una sonrisa burlona antes de decir:
—¿Cómo estás tan seguro que me voy a casar contigo?
—Demasiado, linda —declaro con toda autoridad—. Serás mi esposa y madre de mis hijos.
Se queda en silencio unos segundos, y un leve rubor aparece en su mejilla.
—No te confíes.
—Lo hago.
Suelta mi rostro y se levanta, pero la tomo de la cintura antes de que pierda el equilibrio.
Beso sus labios perfectamente deliciosos, como siempre. Ese sabor que me fascina probar solo lo tiene ella. No hay nada que no me guste de esta mujer.
La dejo en la cama suavemente y le planto un beso.
—Esta noche, después de la cena, te llevaré a un lugar —le aviso, acariciando su mejilla.
—¿Dónde?
—Es una sorpresa.
Asiente y rodea mi cuello con sus brazos, abrazándome.
Es tan bella que a veces no entiendo por qué tiene inseguridades. Su cuerpo es hermoso. Ella es maravillosa y preciosa, tanto por dentro como por fuera.
Me acomodo con ella, deslizando mi mano suavemente por su cintura.
Mi teléfono suena, y no tardo en sacarlo del bolsillo de mi pantalón. Acepto la llamada al ver que es Nin Li.
Ni si quiera lo pienso antes de ignorarla.
Velí se sienta en la cama y frunce el ceño levemente.
—¿Por qué no contestas? —interroga, arqueando una ceja
—No es importante
Asiente y se acomoda como estaba antes de que llegara.
—¿Qué pasa? —inquieto.
—Nada, tengo sueño.
La agarro de la cintura y la siento en mi regazo.
Su rostro se relaja finalmente, y un leve rubor aparece en sus mejillas.
Tomo sus manos entre las mías y dejo un beso suave sobre sus nudillos. Ella no sabe cuánto la amo. Se lo he demostrado de tantas maneras, pero para mí nunca será suficiente.
Ella merece todo lo maravilloso del mundo, y yo quiero dárselo todo si así me lo pide.
Se acomoda en mi pecho, y a veces me pregunto en serio, ¿cómo es que a esta mujer le encanta dormir tanto? Y más cuando es en mi pecho.
Me encanta observarla cuando duerme, tanto que hasta a mí me dan ganas de dormir.
La abrazo y le planto un beso en la coronilla.
No sé qué hora es cuando me despiertan los toques en la puerta. Me quedé rendido junto a mi novia, que aún sigue durmiendo. No se molesta por el ruido, y no intento despertarla.
Quiero dejarla en la cama para ir a ver qué necesitan al otro lado, pero no me deja moverme. Así que solo permito que entren a la habitación. Avisándome que ya es hora de bajar.
—Linda —susurro, acomodando su cabello—. Despierta, nos están esperando.
No hay respuesta, así que intento sentarla para que despierte, pero solo obtengo una queja de su parte.
—Mi tierna celosita, despierta —insisto, tomándola de los hombros—. Tienes el sueño bien pesado, la verdad.
La cargo hasta dejarla parada en el suelo, pero no dejo de sostenerla para que no se caiga. La sacudo suavemente unos segundos, obteniendo más quejas, pero sin que abra sus lindos ojos.
Vuelven a tocar la puerta, así que la siento en la cama y voy a abrir.
—¿Y Velí? —preguntan sus amigas.
—En la cama.
—Puedes irte entonces, la llevaremos en un minuto —dicen, entrando a la habitación.
—De acuerdo.