Mi amada escolta

Capítulo 32: Entre La Distancia

Zhao Min Do

—Se hará de ese modo, no tengo ningún problema o inconveniente con ello —respondo para ponerme de pie.

Asienten y salgo de la sala de juntas.

Doblo el primer pasillo y entro a mi oficina. La silla está hacia el gran ventanal que da a la ciudad.

—Sé lo mucho que te gusta mi oficina, pero tampoco es para que te la pases aquí —digo y cierro la puerta detrás de mí.

—Es realmente acogedora —se gira, quedando frente a mí—, mi oficina no tiene esta maravillosa vista.

—Siempre dices lo mismo.

Me sirvo un vaso de whisky y tomo asiento frente a él.

—¿Vas a ir a verla?

Miro a Zander y asiento, tomando un sorbo de mi bebida.

—Esta vez me quiero arriesgar a verla a ella y a mis hijos.

—¿Qué harás con el juego de mañana? —pregunta al pararse de la silla.

—Voy a salir en unos minutos y llegaré en la madrugada —explico—, los veré y estaré aquí en la mañana.

Asiente.

—Te deseo suerte.

Sale de la oficina y yo me siento en mi silla. Reviso todo para el juego de mañana y, luego de tener todo en orden, salgo. Le aviso a mi secretaria que no estaré hasta mañana y que envíe todo a mi correo electrónico.

Subo al auto y me dirijo a la casa para darme una ducha. Me coloco un traje de tres piezas y marco el número de Israel. Dejo el teléfono en altavoz, peino mi cabello y me perfumo.

—¿Ya vienes? El avión espera por nosotros.

—Sí, estoy saliendo —salgo y me subo al auto—. ¿Ya estás ahí?

—Acabo de llegar, no te tardes —dice.

Le doy una afirmación y me concentro en llegar lo más rápido posible a la pista de aterrizaje, donde me encuentro tres minutos después.

Le dejo el auto a uno de sus hombres y, con solo subir, el avión ya está en marcha.

—Min —saluda con un puro entre sus dedos.

—Israel.

Tomo una cerveza de la mesa y me la empino. Tomo asiento junto a él y lo observo.

—¿Qué ha pasado con el hombre? —pregunto refiriéndome a Jorge.

—Ya dimos con él y tumbamos algunos de sus negocios —me informa con una sonrisa orgullosa—. Así que no te preocupes.

—Confío en ti y sé que acabaremos con él.

Asiente y le doy una sonrisa de boca cerrada.

A pesar de que Israel sea un Narco, me llevo muy bien. No me importa a lo que se dedique; lo importante es que yo lo conozco y sé que no lo hace por querer, sino porque fue su única solución. Tiene un corazón puro y no está lleno de maldad como los otros que están en eso.

Me ofreció unirme a él, pero prefiero lo limpio y terminar lo que he comenzado por el buen camino. Quizás en otras circunstancias lo aceptaría, pero prefiero estar mejor así. Mi familia corre menos peligro, y que estén a salvo es lo más importante.

—Te diré algo de tu esposa —me hace volver en sí—, pero no vayas a enloquecer.

—¿Qué sucede?

Me quedo serio, observando cómo se acomoda en su asiento y se inclina hacia delante.

—Eres mi amigo y sabes que te aprecio —abro la boca para decir algo, pero sigue hablando—. Mi hermano ha estado visitando a tu esposa y se han visto muy íntimos.

¿Velí, con otro hombre?

Me muestra imágenes de su hermano con Velí y donde va a su casa con ramos y regalos para ella. Siento la sangre hervir solo con verlos tan abrazados y besando la frente de mi mujer. Los celos me queman de la peor manera y siento que voy a explotar.

—¿Cuál es el nombre de tu hermano? No lo recuerdo —musito, sacando mi teléfono.

—Isaick.

Asiento y marco el número de Han Ní. ¿Por qué no me contó nada de esto? Si mi esposa se hubiera casado con otro, no estaría enterado de nada.

—Zhao —saluda desde el otro lado.

—Sam —le devuelvo—. ¿Por qué nunca me contaste sobre Isaick?

Escucho cómo su respiración se vuelve acelerada y me maldigo mentalmente.

—¿Estás bien?

—Sí, lo siento —murmura—. La señora me había pedido no decírtelo porque ya sabemos cómo son tus celos. Dijo que era mejor no decir nada, cuando habláramos con ustedes. Sería un secreto entre todos los que estamos en la casa.

—¿Qué es él para ella? —es lo que sale de mi boca.

—Un amigo que ha estado para ella desde que nos mudamos.

—De acuerdo, voy de camino —aviso.

Luego de informarme algunas cosas, cuelgo y me bebo un poco de agua para no llegar con olor a alcohol.

Pasan unas largas horas y el avión al fin aterriza en la pista del centro de la ciudad, donde nos esperan hombres de Israel.

—Al fin voy a ver a mi mujer —murmuro solo para mí.

—Lo harás.

Creo que también lo dije para él. Asiento y le doy una mirada antes de subirnos al auto.

—Quiero decirte algo más —rompe el silencio ya cuando el auto ha comenzado a moverse—. Haz que tu esposa se aleje de él. No se acerca a personas siempre por algo bueno, así que algo debe querer de ella.

—Aunque fuera con buenas intenciones, no lo dejaría junto a mi mujer —aseguro.

Asiente, con una sonrisa orgullosa.

Agarro mi computadora en el auto y la dejo sobre mis piernas. Activo las cámaras de la casa y dejo que la habitación de Velí ocupe la pantalla completa. Me coloco los audífonos y subo el volumen.

Apenas son las doce y ella se ha despertado para revisar a los niños. Se ve muy cansada, pero no deja de preocuparse por ellos como su madre que es.

Los niños duermen tranquilamente y ella no deja de observarlos con amor y ternura. Deja salir un largo bostezo y regresa a la cama, se queda sentada en la orilla y observa las flores —las flores que yo le envié ayer—.

Sonríe y se acomoda en la cama con la vista en el techo y una sonrisa, antes de caer rendida.

Mi mente se queda observando la pantalla hasta que nos detenemos frente a la casa. Salgo del auto y Israel hace lo mismo. Observo las luces apagadas de la casa y subo la mirada hacia la terraza de su habitación.

—Voy a estar adentro —avisa Israel.

Asiento y lo veo entrar a la casa frente a la de Velí.



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En el texto hay: romace, trianguloamoroso, guardaespaldas

Editado: 13.10.2025

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