Mi amada escolta

Capítulo 26. Parte 2

Velí Rine

Siento que me falta el aire con solo verlo postrado en esa cama. Los ojos me arden de tanto llorar y me siento exhausta.

Me siento a su lado, tomando su mano entre las mías suavemente. Beso sus nudillos y dejo mi rostro sobre ellos.

—Cuando el doctor dijo que hizo todo lo posible, sentí que me habían quitado todo lo que necesito para seguir viviendo —reprimo un sollozo, limpiando mis lágrimas—, pero me sigo sintiendo de la misma manera porque dicen que no se sabe cuándo despertarás. Debes saber que tienes hijos que aún no nacen y una esposa que espera ver esos lindos ojos verdes que me tienen viciada.

Coloco mi cabeza suavemente en su pecho, sin lastimarlo siquiera un poco. Rodeo su cuerpo con mi brazo mientras sostengo mi vientre.

—Todo esto es mi culpa. Nunca debí dejar que eso sucediera. Debí estar más al tanto del peligro que corrías. Debes entender que aún no quiero perderte y que te necesitamos con nosotros —dejo salir el aire atascado y todas las lágrimas que se acumulan—. No me dejes sola...

—Nunca podría hacerlo...

Levanto el rostro, temblorosa y con miedo de que solo haya sido mi imaginación necesitada. Mi corazón se descontrola al ver sus ojos fijos en los míos. Ni siquiera lo pienso cuando tomo su rostro y lo abrazo como si no hubiera un mañana.

Su brazo rodea mi cuerpo y un beso es lo siguiente que aparece en mi mejilla húmeda por las lágrimas. Me pierdo en él hasta que mi mente al fin acepta que ha despertado.

—Eres muy llorona... —murmura con esfuerzo.

—Entonces no volveré a derramar ninguna lágrima por ti —me levanto, soltándome de su brazo—. No te preocupes.

Su mano envuelve mi muñeca sin ningún tipo de fuerza, mostrándome una dulce y pequeña sonrisa.

—Solo bromeaba —me acerca a él y me siento en el borde de la camilla—. Tu personalidad llorona es la que te representa. Pero no me gusta que llores.

Su mano sube a mi mejilla, limpiando la lágrima que acaba de caer. Su otra mano trata de envolver mi cuerpo, pero gruñe por el dolor que le causa.

—Debería llamar al doctor y avisarle a los demás para que sepan que ya despertaste.

Quito su mano y la dejo en la cama. Dejo un beso en sus labios y me levanto.

—No te vayas a tardar.

—No lo haré, baby.

Asiente y me dirijo a la sala, donde debo quitarme la bata de plástico al igual que el gorro. No puedo evitar sonreír a medida que me acerco a la sala de espera. Todos me observan esperando una respuesta, y yo no tardo en decir:

—Min... ya despertó.

Todos dejan salir un suspiro de alivio ante la noticia y los doctores no tardan en entrar a revisar. Voy hacia mi hermano, dejando que me abrace, porque lo necesito urgente. Un beso aparece en mi coronilla y me inclino para besar su mejilla.

—Todo está bien —susurra, tomando mi rostro—. Min Do está bien.

Asiento.

No creo que realmente sea así, porque Jorge sigue ahí, y ese es el mayor peligro para él.

—Emi, voy a salir para llevar las cosas a casa —aviso, dejando mis manos en sus hombros—. Por favor, ¿le avisas a Min?

—Mejor envía a uno de los de seguridad.

—No, quiero ir yo —sonrío, y él asiente—. Regreso en nada.

Me suelta y yo empiezo a caminar fuera del hospital. Le pido un arma a uno de los hombres y voy al auto. Pero me detengo antes de abrir.

—Si vas a cometer algún asesinato, yo iré contigo.

—Yo también —aparece el otro—. No voy a permitir que pongas en peligro a mis sobrinos.

—Este es mi asunto —entro al auto y hacen lo mismo—. Les hablo en serio.

Zander y Luis se miran desde los asientos traseros y se encogen de hombros.

—Vamos contigo, quieras o no —finaliza Zander.

No sigo discutiendo porque sé que no me escucharán, por lo que dejo el arma en el asiento de al lado y arranco el auto. Busco mi bolso para sacar el teléfono y llamar a cierta persona indeseable.

Veo a los dos hombres desde el rabillo del ojo y vuelvo a concentrarme en el camino.

—Espero que esta llamada sea para decirme que tu esposo no pudo sobrevivir a los disparos —responde luego de unos largos segundos.

Sonrío irónicamente.

—Ya quisieras que eso suceda —detengo el auto y llevo mi mano a mi vientre—. ¿Dónde estás?

Un silencio se apodera de él, hasta que una carcajada da lugar.

—¿Quieres venir a vengarte? —pregunta con burla—. Entonces ven, te enviaré mi dirección. Te estaré esperando.

—No dudes de que estaré allí.

Cuelgo y espero hasta que me envía su dirección para volver a emprender el camino.

Mantengo toda la calma posible. Cada segundo que pasa es como si sintiera la adrenalina recorrer todo mi cuerpo hasta detenerme justo al frente. Observo su maldita sonrisa arrogante a través de la ventanilla.

Lo primero que hago es tomar el arma del asiento.

Abro la puerta y los dos siguen mi acción, saliendo del auto para posicionarse a mis lados.

Da algunos pasos en mi dirección y se queda a una distancia favorable para mí.

—¿A qué se debe esta visita tan inesperada?

Sonrío y lo miro fijamente a los ojos mientras doy unos pasos y levanto el arma en su dirección, apuntando en medio de sus cejas.

—Dime, ¿qué crees tú?

—¿Quieres matarme? ¿Y vengarte por su muerte y por querer matar a tu esposo? —su semblante se vuelve serio—. Entonces hazlo y veamos.

—Te dije que no le hicieras nada y que lo dejaras —le recuerdo—. No tienes derecho a pelear por mí cuando fueron tus malas acciones las que me hicieron dejarte. ¿Cuándo entenderás que no tiene nada que ver?

—Me he arrepentido de ello, pero tú no quieres perdonarme y lo prefieres a él antes que a mí.

Asiento y muerdo mis mejillas internas. Controlo el temblor de mis manos y aguanto las ganas de llorar al recordar cómo me quitó aquella visa que era, y sigue siendo, tan importante para mí.

Y nunca podría perdonarlo por ello, y mucho menos elegirlo después de quitarme un pedazo de vida. Elijo a Min Do sobre cualquier persona, porque él nunca me haría lo que él hizo. Nunca me lastimaría de esa forma tan cruel.



#1711 en Otros

En el texto hay: romace, trianguloamoroso, guardaespaldas

Editado: 31.08.2025

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