Mi amante, el príncipe de jade.

Amor de madre.

 

La familia Romani se fortalecía en poder e influencia y su descendencia crecía fuerte y saludable, pero aun faltaba por nacer una bebita muy especial, Maori había elegido a Lilith y a Vinland como sus padres para poder reencarnar, después de que la bruma oscura le hubiese arrebatado la vida, el ángel de la fertilidad se refugio en el vientre de un demonio de guerra, aquel par de lobos demoniacos disfrutaban de la bendición de convertirse en padres, aunque su concepción había sido tan extraordinaria, ellos estaban felices y amaban a la bebé como a su propia hija y es que lo era, todo lo heredaría de ellos, aunque su alma fuese la de un arcángel.

Vinland y Lilith vivían en el castillo junto a Lía y los gemelos bélicos, estos ya no eran unos niños, ahora tenían el aspecto de dos jóvenes de unos veinte años, eran tan llamativos y hermosos que tanto hombres como mujeres les rondaban todo el día para elogiarlos, pero ellos no estaban interesados en el romance, ni en conseguir amantes, se habían encariñado tanto de la bebé de Lilith y Vinland que no se le despegaban.

—Vayan a cuidar al príncipe, ya les dije que yo estoy bien. —exclamó Lilith sofocada.

—Pero mira tú estómago, pareciera que en cualquier momento vas a explotar ¿de que tamaño es esa bebé? Hasta las venas se te resaltan. —le dijo Emm mientras le picaba el ombligo que ya se le había botado.

—¡Ya se! Parezco un elefante… —exclamó Lilith entre chillidos, ya no podía estar en ninguna forma, aunque en su forma de loba era más fácil resistir las molestias del embarazo que en su forma humana, pero ya había decidido darla a luz a su bebé como una humana.

—¿Qué se siente estar embarazada Lilith? —le preguntó Beel y luego añadió. — ¿Dirías que es una experiencia agradable?

—¿Te refieres a los mareos, el vomito y los dolores de espalda? No, eso no es nada agradable, pero…la satisfacción de imaginarla creciendo dentro de mí y que tendrá rasgos míos y de su padre me llenan de ilusión, imagino lo pequeñas que serán sus manitas y lo dulce de su voz, lo frágil que será cuando llegue a este mundo y el gran amor que ha despertado en mí desde la primera vez que me pateó, ella es la razón por la que ahora las flores tienen un mejor olor, ella hace que todo valga la pena, me da una fuerza que me hace invencible, me llena el corazón por completo. —expresó Lilith emocionada y sus ojos se le llenaron de lágrimas.

—¿Por qué los demonios como nosotros no podemos tener bebés? —le preguntó Beel pensativa.

—Somos demonios de guerra, fuimos creados para destruir y causar caos y destrucción a donde quiera que vayamos, especialmente a los humanos, la naturaleza nos hizo estériles por que la maldad no debe multiplicarse, además, se supone que los demonios no pensamos en eso, en desear una familia, casarnos o tener una relación afectuosa.

—Pero nosotros si sentimos, si soñamos… —expresó Beel con pesar.

Lilith miró detenidamente a Beel, era muy extraño que unos demonios cambiaran su forma natural, ellos nacieron siendo niños, mientras que ella, lo hizo siendo una adulta ya, pero durante la batalla contra la bruma, ellos evolucionaron y cambiaron bruscamente dando un salto a la adultez, convirtiéndose en un hombre y una mujer que ahora pensaban como personas de su propia edad mental, Beel estaba deseando cosas que una mujer con corazón anhelaría por naturaleza, pero no sabía como procesarlo, pues todo era nuevo para ella.

Esto solo era una consecuencia de pasar tanto tiempo con los humanos, su naturaleza demoniaca irracional y violenta solo salía en el campo de batalla, pero ahora, ellos tenían pensamientos, criterios, ética y muchas cosas más que Lía le sabía inculcado, ya no eran simples demonios de guerra.

Lo mismo le pasó a Lilith y a Vinland, empezaron a enamorarse, a necesitarse el uno al otro y después comenzaron añorar una familia, era doloroso saber que ese sueño jamás se cumpliría, vivirían con la frustración de jamás embarazarse y ver que las personas a su alrededor  si podían, si no hubiese sido por Maori, ellos nunca habrían experimentado el convertirse en padres, por eso sintió pena por Beel y Emm, especialmente por la peli blanca, pues sabía que comenzaba a desear cosas en su corazón.

—¿Quieres sentir como patea? —le preguntó Lilith a Beel mientras le levantaba la cara con cariño.

—¿Esta moviéndose? — exclamó Beel con los ojos brillantes.

—Si, acérquense, tú también Emm, recuéstense.

Lilith extendió sus brazos para recibirlos a cada uno y ambos recargaron sus cabezas en el vientre de Lilith y sus corazones se alegraron al sentir a la bebé que se movía con gran intensidad causándole dolor a su madre.

—Ay…ya se emocionó…. —exclamó Lilith apretando los dientes.

—Jajajaja, esta feliz de sentirnos cerca de ella jaja. —exclamaron los gemelos emocionados.

—Espero que, así como siempre están pegados a mí, lo estén cuando sea la hora de cambiarle los pañales a la bebé jaja.

—Bel es la que le cambiara el pañal, yo la dormiré como lo hago con el príncipe Aspen jeje.

—Bueno, esa ya es una gran ayuda.

—¿Qué tanto miras por el balcón mi amor? —le preguntó Valeska a Lía mientras se acomodaba el traje.

—Estoy mirando a los chicos, están en el jardín acorrucados en Lilith, se ven muy tiernos, me da nostalgia ver que ya no son mis niños pequeños, fue muy impactante ver como los vi después de la guerra, convertidos en adultos de un instante a otro, de haber sabido que crecerían tan rápido, los hubiese disfrutado más.

—Hablas como si fueran tus hijos. —le dijo Valeska mientras se acercaba a darle un beso en el hombro.

—Para mí lo son, prácticamente yo los críe, no tenían mucho cuando nacieron y los convertí en mis familiares, Emm es un joven tan apuesto, las vampiresas le revolotean como mariposas, no tardará en decirme que ya rompió el corazón de alguna de ellas, es algo tosco jaja y Beel… ¿ya viste lo hermosa que es? Parece un ángel, es tan bonita, con su cabello blanco y largo y su elegancia.




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