Ese beso había sido el primero, era la primera vez que sentía los labios de alguien más su saliva dentro de mi boca y esos pequeños roses de su lengua, toda esa corriente eléctrica que comenzó en la punta de mis pies y terminó en mi cabeza, me pareció novedosa, esos cosquilleos en las partes de mi cuerpo más íntimas y profundas como mi alma, no sabía que mi cara podía cambiar de color de un momento a otro o que mi corazón sería capaz de alborotarse de esa forma tan salvaje, me sentía tan extraña, ahora más que nunca este sería mi secreto más íntimo.
Beel se había ido corriendo después de recibir aquella muestra de afecto, no sabía como reaccionar, estaba segura de que ya no podría ver a ese ángel a los ojos.
—¿Beel? —Emm la vio pasar como un rayo mientras se dirigía a su habitación, seguía mojada y se tapaba la boca.
Así que su hermano la siguió y al momento de querer entrar se dio cuenta de que había cerrado la puerta con llave.
—¿Beel estás bien? Te vi correr con urgencia ¿te duele algo? —le preguntó Emm recargado en la puerta.
—Eh, si, solo que me vine a cambiar, me fui a bañar al río y me llené de lodo. — le dijo Beel con nerviosismo.
—Ah, de acuerdo, te esperaré aquí por si quieres pasar el rato, podemos hacer cualquier cosa, no sé, podemos ir a entrenar o a comer algo. —le propuso su hermano mientras jugaba con sus dedos.
—No, esta bien, ve tu solo, estoy algo cansada, me dormiré un rato.
—Si, claro, entonces te veo después…
Emm se fue muy triste y caminó sin rumbo fijo.
—¿Por qué esta actuando tan raro? Parece que todo el tiempo intenta evitarme, me lástima que se aísle y trate de vivir como si yo no existiera, cada vez que va al río se tarda una eternidad y regresa toda alborotada, si hubiera sabido que crecer traería como consecuencia nuestro distanciamiento, hubiera preferido que siguiéramos siendo niños…
Mientras Emm se lamentaba, una vampiresa que recién había llegado al castillo lo observó curiosa, había escuchado que la reina tenía en su poder a dos demonios de gran belleza, las mujeres decían que Emm era muy apuesto y que aunque era joven, robaba muchos suspiros, ella era una duquesa que provenía de un lugar alejado, su nombre era Arvedrys albatros, llevaba en el mundo más de tres mil años, estaba ofreciendo sus servicios como institutriz de la princesa Isabela, el príncipe Emir y la princesa Magnolia habían decidido contratarla para que desde ya se hiciera cargo de ella, la condesa Arvedrys era famosa por su elegancia y buen gusto, además de que sabía de modales y etiqueta, estaba de acuerdo de que a una edad temprana se debía educar a la princesa, para algún día ser una buena candidata a convertirse en la princesa heredera y ser la futura esposa del príncipe heredero Aspen.
Pues era algo común en la realeza que la sangre pura prevaleciera, no había hasta ahora mejor propuesta matrimonial que la de los príncipes hijos de los dioses gemelos y aunque aún ninguno de los hermanos hablaba de este tema, algún día se tendría que tomar en cuenta la posibilidad de comprometerlos en matrimonio.
Los ojos vivaces de Arvedrys recorrieron de pies a cabeza a Emm y se acercó sigilosamente.
—¿Qué le pasa joven demonio? ¿Por qué tan deprimido? —Arvedrys era muy hermosa, casi siempre estaba vestida de negro, tenía curvas pronunciadas, usaba un sombrero elegante y ostentoso, su cabello era negro y ondulado, sus labios rojos carmín al igual que sus brillantes ojos.
Arvedrys tomó a Emm de la barbilla y levantó su rostro para deleitarse más de cerca, era como una zorra astuta y en este caso se parecía más a una cazadora experimentada y le sonrió dejando ver sus encantos.
—¿Quién es usted? —le preguntó Emm al no reconocerla.
—Mi nombre es Arvedrys albatros, soy la nueva institutriz de la princesa Isabela.
Arvedrys extendió su mano para que se la besara, pero Emm la dejó con la mano estirada.
—¿Qué haces ahí observándome? Debes saludarme como se saluda a alguien importante.
—Yo solo me inclino ante mi princesa. —le respondió Emm con total seriedad.
—Yo no te estoy pidiendo que me hagas una reverencia, salúdame con un beso en la mano, soy una duquesa. —insistió Arvedrys con una sonrisa impaciente, ese demonio era más duro de roer que cualquier otro hombre que hubiera conocido.
—Ya se lo dije, yo no…
—Duquesa Arvedrys.
De pronto, Lía apareció detrás de ellos y la duquesa se enderezó para saludarla.
—Su alteza ¿Cómo se encuentra? —le preguntó Arvedrys con una sonrisa radiante.
—Veo que ya conoce a mi querido Emm.
—Justamente me lo acabo de encontrar, es un chico muy serio.
—Él y Beel, son mis familiares, pero también son como mis hijos, los tengo desde que nacieron en el inframundo.
Lía se acercó a Emm y este la abrazó recargándose en ella.
—Ya veo, es muy apuesto.
—Lo es ¿se siente cómoda en el castillo? —le preguntó Lía con amabilidad.
—Si, me encuentro dando un paseo, el castillo es enorme, quizá nunca termine de recorrerlo jeje.
—¿Quiere que la acompañe?
—Me encantaría ¿su familiar vendrá con nosotras?
—¿Quieres venir Emm? ¿O prefieres ir con Aspen? Ya está despierto.
—Iré a ver al príncipe, la veré después. —Emm besó la mano de Lía y se fue dejando a Arvedrys sorprendida.
—Es muy devoto a su figura materna.
—Mi Emm es todo un caballero. —expresó Lía sintiéndose orgullosa de él.
—Ya me di cuenta.
—Sigamos con el recorrido.
Por otro lado, en el reino celestial.
—¿Qué es lo que observas tanto hermano? —le preguntó Sent al ver que Teldrasil contemplaba algo ligeramente brillante.
—Es una concha de mar que encontré por ahí. —dijo mientras la observaba.
—¿Por qué te cautiva yanto esa cosa? Ni siquiera es tan bonita, tienes muchas cosas mejores aquí ¿viene de la tierra?